orando y agradeciéndole el triunfo
del Alzamiento Nacional
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«Y la Virgen del Pilar se vistió de falangista». El culto de la Virgen del Pilar en la Guerra Civil Española (1936-1939)June 2014
DOI: 10.13140/2.1.1489.1202
Conference: 45º annual meeting of the Association for Spanish and Portuguese Historical StudiesAt: Università degli Studi di Modena e Reggio Emilia
Author:
Federico Naldi
University of Bologna
(...)
El general Emilio Mola, «uno de los primeros militares en captar los beneficios que podía tener la entrada de lo sagrado en escena», fue a visitar a la Virgen del Pilar en la mañana del 10 de agosto. Abrazando la Sacra Columna y besando con emoción el manto de la imagen, Mola pronunciò unas palabras de «un profundo sentido religioso y patriótico»: "¡Ya que todo lo puedes, Virgen Santa del Pilar, ayúdanos con tu poder a los españoles en esta noble empresa que traemos entre manos!"
En los últimos diez días de agosto, también el general Cabanellas pasó de Burgos a la capital aragonesa específicamente para visitar a la Virgen del Pilar. Detrás de los coches de los generales --que visitaban la Virgen-- se formabam imponentes cortejos, que constituían poderosas manifestaciones de adhesión de la población aragonesa a los insurgentes.
Otro rasgo común en las visitas de los jefes militares de la insurreción consistió en la ostentación de emoción y fervor religioso por parte de generales que, antes de la sublevación, no habían dado muestra de profundos sentimientos religiosos. Esto mismo es lo que sucedió en la visita de Millán Astray, que también ofreció la Legión Extranjera a la Virgen del Pilar.
Estas visitas fueron seguidas, durante el mes de septiembre --1936-- por las de los generales Cavalcanti, Ponte y Manso de Zúñiga y Germán Gil Yuste.
Giuliana Di Febo ha llamado la atención sobre el papel de «mediadoras de la victoria» desempeñado por las devociones marianas locales o tradicionales, sobre todo en los meses de agosto y septiembre de 1936.
La Virgen del Pilar no escapó de estas dinámicas, debido tambíen al ambiente enfervorizado en el que estaba inmersa: la proximidad de la capital aragonesa al frente y la presencia cotidiana de soldados en oración arrodillados en el Camarín de la Virgen ante de salir para la línea de fuego habían formado en la ciudad un clima de «arrebato místico y guerrero» y mantenida viva y cotidiana la relación entre la guerra y la religión.
Como Capitana General de los ejércitos españoles, repetidamente la Virgen del Pilar fue invocada como guía en el asalto a Madrid: ya a mediados de agosto de 1936, se impuso a la estatua el manto con los grados de Generalísima, que no será eliminado hasta que las tropas nacionales no entrarán en la capital de España.
En octubre, cuando la victoria de los franquistas parecía estar cerca, fue instituido el voto de celebrar el Rosario de la Aurora todas las mañanas, hasta el día en que Madrid no fue liberado: esta práctica se mantuvo hasta marzo de 1939.
La eficacia de este voto fue confirmada por la encíclica Ingravescentibus Malis (*) en la que Pio XI insistió en la centralidad de la oración por la intercesión de Nuestra Señora a través del rezo del Rosario, una plegaría que «serve sommamente a vincere i nemici di Dio e della Religione», y en particular «i nuovi errori, specialmente quelli del comunismo».
En cumplimiento de las directivas contenidas en la encíclica de Pio XI Divini Redemtoris (**) en la zona nacional el Cardenal Gomá organizó un triduo de oración y penitencia que se celebró en los últimos días de mayo de 1937: como culminación de estos actos, el 31, fiesta de la Beata Virgen Mediadora de todas Gracias, la Virgen fue proclamada patrona de España.
La idea de la consagración fue del entourage vallisoletano de Franco y se reunió con el entusiasmo y la aprobación del primado, que señaló a la Basilica del Pilar, «primer templo mariano de la península», el lugar más adecuado para la celebración.
Durante los años de guerra, la Basílica del Pilar se convirtió en el escenario de la celebración de Te Deums en acción de gracias por las victorias nacionalistas y las conquistas de las ciudades leales.
Como se desprende de los libros de Actas Municipales de los años de que se trata, las celebraciones fueron encargados por las autoridades locales, que también organizaban las manifestaciones populares siguientes, que estaban rígidamente jerárquizadas y controladas.
Las celebraciones del Día del Pilar y de la Raza, con sus arsenal simbólico, representaban una gran oportunidad para la socialización del proyecto contrarrevolucionario del régimen y, en el transcurso de ellas, la Virgen del Pilar se convirtió en un vehículo eficaz para la transmisión a las masas de la Weltanschauung (Cosmovisión) nacionalcatólica propia del franquismo.
Después del estallido de la Guerra Civil, el Día del Pilar costituye un mirador excelente para observar los significados que las “familias políticas” del régimen atribuyeron a la fiesta, la alternancia de los valores predominantes en la efemeride, y, como ha señalado Rafael Cruz, la lucha por imponer la parafernalia simbólica a las celebraciones.
Además, en el análisis de las fiestas del 12 de Octubre destaca la actitud sincrética del régimen de Franco, que tiende a condensar en sus celebraciones estética y elementos retóricos pertenecientes a las ideologías de los diversos sectores de FET y de las JONS --Falange--
En 1936, el 12 de octubre estuvo marcado por un tono guerrero y de exaltación religiosa...Desde las columnas del diario falangista “Amanecer”, el general Miguel Ponte elogió la Virgen del Pilar como «Generala de la tropa aragonesa» y puso énfasis en la conexión entre la corriente guerra y la de 1808 (la invasión francesa de España)
Hace más de un siglo que Aragón fué baluarte de la Independencia española, ante el cual se estrellaron los esfuerzos de los victoriosos ejércitos de Napoleón ¡Y fué bajo la egida de la Virgen del Pilar! Y de nuevo ahora, amenazada la independencia española, ésta vez por las hordas de Moscú, es Aragón [...] es Zaragoza [...] 'es el Pilar de la Virgen baluarte ante el cual se estrella el ejército rojo y es gracias a este pilar – baluarte que han podido organizarse y prepararse los que, marchando sobre Madrid, nos darán la victoria'.
El Gobernador militar de Zaragoza favoreció el valor patriótico del día y puso en segundo lugar el contenido religioso. El mismo tenor guerrero fue tomado por el canónico y ex diputado Santiago Guallar, en la homilía que pronunció en ocasión de la misa pontifical, presidida por los generales Ponte y Cabanellas y por treinta falangistas defensores del Alcázar, invitados por el Ayuntamiento.
El predicador señaló que la recurrencia que se celebraba era el de la «la fiesta de la Virgen Guerrera, Libertadora y Vencedora de sus enemigos» y añadió que Nuestra Patrona y Reina la Santísima Virgen del Pilar también aparece a través de los siglos de nuestra historia con éste aspecto militar, bendiciendo nuestros planes, amparando nuestros soldados y recibiendo en su capilla, al pie de su santa columna, a todos los héroes, a los mártires del paganismo, a los legionarios de la Reconquista y a los que murieron por Dios y por España.
En línea con la orientación ideológica del órgano de la derecha católica zaragozana, en la intervención que apareció en “El Noticiero”, el comandante de la V División Orgánica cambió su tono y exhortó a los aragoneses al sacrificio y la abnegación por la defensa de la fé, de la patria y de de la familia, mientras que el alcalde López de Gera aseguró que la victoria de los «cruzados de la civilización y del cristianismo» contra «las fuerzas del infierno» era cercana, bajo el mando de la Virgen del Pilar.
En 1937, también en virtud de una mayor elaboración de los modelos propagandísticos, los temas de la Fiestas de la Raza comenzaron a relacionarse con la imagen de la Virgen del Pilar Patrona de la Hispanidad.
Sin embargo, no faltan referencias a la situación militar ya qué, desde mediados de 1937, Zaragoza fue «la verdadera capital militar de España»: el Pilar fue, por tanto, designado como el «reducto», la «fortaleza», la «acrópolis» de la fe y de la raza española, contra que se estrelló la poderosa ofensiva republicana de Belchite.
La visión falangista de la efeméride, en cambio, se caracterizó por la repetición de la consigna joseantoniana “voluntad de Imperio” y por las frecuentes referencias, en clave palingenésica, al glorioso pasado imperial de España.
Diferente fue la interpretación del sector ultra-católico zaragozano, cuyo órgano, “El Noticiero”, desarrolló el sentido católico de las palabras “Hispanidad” e “Imperio” y de la mitología político-religiosa a ellas conectada, exaltando los vínculos religiosos entre España y América.
El año siguiente, las contingencias internacionales caracterizaron el sentido hegemónico del Día del Pilar, junto con el interés por la explotación propagandística de la fiesta demostrado por Ramón Serrano Suñer (importantísimo ministro en la formación del nuevo Estado de Franco, conocido por el "cuñadisimo" al swer cuñado de la mujer de Franco, doña Carmen Polo).
El 12 de octubre de 1938, tanto “ABC de Sevilla” como los principales periódicos aragoneses, se transformaron el medium de una campaña de prensa en contra de una solución pactada del conflicto, que los republicanos habían intentado en varias ocasiones en el mes de septiembre.
El “Heraldo de Aragón” citó extractos del texto de una charla realizada por Eugenio Montes, en la que se explica que La Virgen del Pilar no quiso ser francesa, ni checoeslovaca, ni rusa, ni partidaria del pacto ni de la mediación […], sino Capitana de la tropa aragonesa, de la caballeresca tropa española. En “El Noticiero”, en constraste, dominaban todavía los elementos habituales de tema histórico-literario y las sinópsis de las empresas de la raza hispánica.
Serrano Suñer presidió, junto con el general Varela, todos los principales actos patriótico-religiosos del Día de la Raza. Durante la misa pontifical, Serrano ofreció a la Virgen del Pilar un manto, bordado con el escudo de armas de España, entregandolo en manos del arzobispo Doménech. En la oración que pronuncia acompañando el acto, el Ministro de la Gobernación confirmó la pertenencia del futuro imperio falangista a la fe católica y dió gracias a la Virgen por la generosa protección otorgada en la «Nuestra Reconquista».
Como señaló Ramón Solans, los términos del discurso de ofrenda de Serrano Suñer se reanudaron a los del juramento de la consagración del país a la Virgen, haciendo hincapié – por una llamada a la sangre fértil de los mártires y de los caídos – en la fundación violenta del régimen.
Desde 1938, por lo tanto, Serrano captó el potencial de la Virgen del Pilar como un símbolo de las aspiraciones del expansionismo cultural español hacia América, mucho antes de la creación del Consejo de la Hispanidad.
En 1939, las Fiestas del Pilar se distinguieron por su excepcional esplendor, debido tanto a la euforia por el final de la guerra, como a la presencia de Franco en Zaragoza. Otros carácteres hegemónicos de este Día de la Raza se pueden identificar en la exaltación de Nuestra Señora del Pilar como Virgen de la Victoria y en la consagración definitiva de la relación entre la doctrina de la Hispanidad y la Basílica del Pilar.
Los interventos de los altos prelados en ocasión de la fiesta se fundaron en la benevolencia especial de la Virgen del Pilar durante la guerra, que había conducido a la victoria, y en las indicaciones contenidas en la última encíclica del cardenal Gomá, llamada, 'Lecciones de la guerra y deberes de la paz' .
En “El Noticiero”, el primado mismo repitió como la Virgen del Pilar había sido «Socia» en el triunfo contra el comunismo soviético, «la herejia más profundamente demoledora del sistema cristiano», y como, después de la grave crisis en la vida política, social y religiosa que sufrió el país en la etapa republicana y ante la perspectiva de una orientación fascista del Estado en la posguerra, la Madre de Dios debía presidir sobre la restauración católica de la sociedad española.
También el arzobispo Doménech, en la homilía de la misa pontifical que pronunció ante el Caudillo, comentó estos puntos, invitando a Franco, que había venido como peregrino para depositar sus triunfos a los pies de la Virgen del Pilar, a invocar la protección y la guía de la Virgen en la misión de reconstrucción del país.
Además, Gomá se refirió a la Virgen de Zaragoza como a la advocación mariana española por excelencia, adorada en todo el país, como lo habían demostrado los miles de peregrinos que acudían cada día al Pilar, el «Santuario de España».
En este sentido, en las columnas de la revista de propaganda del culto pilarista, escribió Guallar: 'Es cosa humanamente inexplicable y que sólo la intervención sobrenatural de la Santísima Virgen explica, que en éstos años de la guerra, de vida tan intensa, los que padecían, sólo a la Virgen del Pilar acudían en demanda de consuelo, y no a la Virgen venerada en sus pueblos y regiones bajo otras advocaciones'
Las páginas de “El Noticiero” y “El Pilar” se llenaron de numerosos artículos centrados en la devoción pilarista en la zona republicana y especialmente en el Madrid rojo.
Durante la guerra, tanto en la zona militar, como en las regiones bajo el control gubernamental, el culto a la Virgen de Zaragoza aumentó considerablemente. En el Día de la Raza de 1939, el Generalísimo recibió la adhesión de Aragón al Nuevo Estado. En el Palacio de la Lonja, Franco consiguió el homenaje, que tomó la forma arcáica del beso de la mano, de los gremios, de las autorides políticas y militares y de las corporaciones y entidades sociales, económicas y religiosas de la región.
Más tarde, el Caudillo se llevó al Palacio de los Condes de Luna, para asistir al desfile de las tropas de la V Región Militar, alas milicias del Requeté aragonés y Falange y a las delegaciones de los pueblos aragoneses.
Chicas vestidas con trajes tradicionales, cantantes y compositores de jotas, bailarines y acróbatas, campesinos que llevaban los productos típicos del campo y trabajadores con los artefactos producidos por la industria local, 'todo aquello que representa un carácter tradicional y genuino en el Alto y Bajo Aragón', desffiló a lo largo del Coso, la artería adyacente a las antiguas murallas romanas.
El desfile promovió un tipo de identidad regional y un sentido de pertenencia a la Patria chica estereotipada y folclórica, anestesiada de su carga vengativa y autonomista y abogado por un programa integrador y castellano-céntrico.
Como en las ceremonias de Madrid del 19 y 20 de mayo; El magister ceremoniarum de los actos de Zaragoza fue Serrano Suñer.
El Día del Pilar y de la Raza de 1939 fue un paso destacado en el cambio de nombre de esencia de la fiesta, que se convirtió, aunque no de manera oficial, en la Fiesta de la Hispanidad y mantuvo una posición señalada dentro del calendario festivo franquista: en consecuencia, la Virgen del Pilar tomó el nuevo atributo de Reina de la Hispanidad.
Los embajadores de las repúblicas americanas fueron invitados a las celebraciones, así como los de Alemania, Italia, Portugal y Brasil: como señaló “ABC de Sevilla”, en el día de su fiesta, la «Virgen de todas las Españas recibe el homenaje de sus hijos».
Para los pueblos hermanos de América, Franco, en el largo mensaje que el Caudillo pronunció en el Palacio de la Lonja, se convirtió en el paladín de la Hispanidad en línea con el pensamiento de Ramiro de Maetzu.
Franco se identificó y se cimentó en la Ilustración y en la Revolución francesa para secularizar el orígen de los vínculos raciales, culturales y religiosos entre España y sus ex colonias. Pero, concluye Franco, vencidas en la guerra las ideas «extrañas» e «inferiores», propias de la «cultura bastarda» de los últimos dos siglos, es posible reanudar las antiguas relaciones pan-hispánicas.
Como Álvarez Bolado y Julián Casanova han señalado, las vírgenes locales y tradicionales ocuparon un papel destacado en las ceremonias de acción de gracias por la victoria y en reparación de la furia iconoclasta del periodo revolucionario.
Incluso la Virgen del Pilar estaba en el medio de esta dinámica: desde el final de la guerra en Aragón, comenzaron tanto la restauración de los santuarios pilaristas destruídos como la recolocación de las imágenes sagradas en sus lugares de orígen y la reentronización de los íconos o estatuas en todas las oficinas públicas.
Por ejemplo, una estatua de la Virgen del Pilar, forjada en plata y donada por el alcalde de Zaragoza, fue entronizada en la sala del Ayuntamiento de Barcelona, solamente cuatro días después de la conquista de la capital catalana.
Al final de la procesión de la Fiesta de la Natividad de la Virgen, el 8 de septiembre de 1939, el obispo de Madrid, Eijo y Garay, colocó una imagen de Nuestra Señora de Aragón en la sala de reuniones de la alcaldía de Madrid.
Otras imágenes de la Virgen del Pilar también fueron entronizadas en el cuartel del XIV Tercio de la Guardia Civil en Zaragoza y en la Cárcel Vieja de Valladolid.
Desde el verano de 1938, el santuario de Zaragoza se convirtió en el omphalos --centro-- en el que convergieron muchas peregrinaciones desde toda España en acción de gracias a la Virgen del Pilar por el fin victorioso de la guerra.
La intención del poder político, organizador de las romerías, respaldado por el poder eclesiástico, era de levantar el culto aragonés a devoción nacional, con sentido centrípeto y unificador, reduciendo así el policéntrismo devocional español, tan conectado con las instancias regionalistas. Este proceso culminó a finales del año con la proclamación oficial del Pilar como «Templo Nacional y Santuario de la Raza»
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Encíclica de PÍO XI
Sobre el Santo Rosario
DEL SUMO PONTÍFICE
PÍO XI
SOBRE EL COMUNISMO ATEO