Hoy hace noventa años
que mis padres
se casaron en Moguer,
el 18 de Marzo de 1933.
Amanecer en Moguer.
Alba, azul y blanco.
Arcoiris de infancias
Puertas abiertas
sin candados.
Mi madre me llevaba de la mano.
Al cruzar el puente de madera
por el río Tinto, nos bajabamos;
el puente no podía con la carga
y había que ayudarlo.
Crugían los tablones.
Abajo, las guas
y los minerales
en gestas de colores
corrían río abajo.
"Te llevaré Moguer a todos los países
y a todos los tiempos,
serás por mí, pobre pueblo mío,
a despecho de los logreros, inmortal"
Escribió Juan Ramón Jimenez,
al que los chiquillos
de la miga de Doña Domitila
-me contaba mi madre-
lo llamaban el loco del burro,
aquel burro que después
se volvería loco
al ver llegar a Moguer
aquellos diablos a motor
-los coches- que espantaban
y desbocaban a las caballerías
y las gentes atrancaban
sus puertas
y tras ellas se escondían
¡Que viene el diablo!,
decían
(Hoy esta todo lleno
de diablos, máquinas
y heridas)
Los hijos de los hijos
de los hombres,
llegan,
hacen sus nidos,
sus caminos y veredas
y desaparecen
en cualquier cuneta,
en cualquier sombra
que el recuerdo llora
a lágrima viva.
Y asi siempre,
siempre,
una y otra vez...
En 1933 -en noviembre- Alcalá Zamora encarga la formación del gobierno a Lerroux. Las elecciones, en las que las mujeres votan por primera vez, le dan la victoria a la derecha. Un año y medio después llegan
los fascistas al poder. Quizás por eso mi hermana
nace primero y yo después, en 1940, cuándo la reproducción de la especie comenzó -tímidamente- a crecer.
Mi padre, ferroviario,
trabajaba en el tren.
Transporte necesario
para los vencedores.
Y eso fue lo que nos libró
de la dedaclé.
En el tren que llevaba
trescientas cajas
de pescado y marisco a Sevilla
('el Pescadero')
llegaban la mitad.
"Recorrido saca gambas",
le decían al mecánico de turno
encargado de recorrer el tren
para que todo marchará bien.
Ese día, al llegar mi padre a casa,
sorpresa, sorpresa,
¿qué traerá en el canasto?
Y si en el "recorrido saca gambas"
había visto suerte efluvios de mar
inundaban la casa...
Detrás de la carbonera, que alimentaba a la máquina de carbón, iba 'el furgón', un vagón sin asientos, vacío, listo para acoger a los mecánicos, empleados, herramientas y más enseres, para mantener el buen estado del tren. En la foto vemos asomado a la puerta del furgón a un típico personaje 'furgonero'. Cada ciertas paradas el 'visitador' de turno que acompañaban al tren se bajaba para recorrer ('recorrido') el convoy, y, con un martillo, golpeaba en las ruedas de los vagones y, oh, misterios acústicos, el sonido decía si había una 'caja caliente', y en tal caso había que desenganchar el vagón y sacarlo del convoy. Resulta que el eje de las ruedas giraba dentro de una caja llena de aceite, y si esta comenzaba a faltar la fricción hacía que se calentara la caja. Y esto lo daba el sonido del golpe del martillo sobre la rueda. Tener una 'caja caliente' representaba para el visitador del recorrido del tren un funesto contratiempo, se tenía que hacer un pliego de descargos al respecto justificando que ya el vagón había sido enganchado al tren en esas condiciones...Nos salimos de lo que escribimos y nos preguntamos: ¿dónde quedó todo aquel mundo vivido?; ¿es ya un mero espejismo, algo ya inexistente?; ¿dónde se va grabando el pasado?; ¿sólo en la memoria, en los recuerdos, en las conciencias de los que vamos quedando, en el presente desde el cúal lo recreamos, o deja de ser real en el momento que atrás lo vamos dejando? Por eso se pregunta Marcuse en Eros y Civilización: "TIME LOSS ITS POWER WHEN REMEMBRANCE REDEEMS THE PAST" El Tiempo pierde su poder cuando el Recuerdo redime el pasado. ¿Será verdad? Porque si es verdad, ahora también decimos, desde el furgón de cola dónde vamos viajando, "Recorrido saca gambas?" Y lo volvemos a vivir plenamente, porque en el secuestro actúal de la existencia, cuándo la enajenación consentida y la deshumanización mercantilizada nos separan cada día más a unos de otros, nos damos cuenta de que al rumiar lo vivido y sacarle los nutrientes que en su momento fueron pospuestos para experimentar lo que sentiamos...al Recordar -ahora-percibimos que el -canalla- Tiempo pierde su poder -alejandonos del espejismo- y el pasado queda redimido, sacado de su ausencia, de su anulante olvido...Recuerdo -quiero seguir sacándole al Tiempo su anulante poder- cuándo ibamos a Sevilla (la familia teniamos cinco mil kilómetros gratis al año, asi que nunca cogíamos el autobús) a comprarnos zapatos a 'Segarra' -que estaba en la calle Sierpes-. El tren tardaba cerca de cuatro horas. Al asomar la cabeza por la ventana mi madre me advertía: "Cuidado, hijo, que te puede entrar carbonilla". En Carrión entraba Currito, el de los pasteles, y mi madre me compraba uno de 'mil hojas'. Currito llevaba una larga cesta colgada al brazo y una mirada de polizón cruzado; ahora asi lo vislumbramos como esos personaje de Valle-Inclán de aquella España esperpéntica y destrozada dónde el luto había convertido la normalidad en una desgarrada caricatura de la realidad; pero yo no entendía nada, me comía las mil hojas y el tren continuaba echando humo y traqueteando camino ya del puente sobre el Guadalquivir...Paremos los recuerdos y dejemos que el Tiempo recupere su poder porque si no no acabamos nunca...
......................
Yo me crié con el tren
El echaba humo,
yo iba en él.
El las maquinas poderosas,
el maquinista y el fogonero
eran dos hormiguitas poderosas,
azules y negras,
que rodaban por las vías
con estruendos y traqueteos
mientras el paisaje,
testigo pasajero,
saludaba al verlos correr...
¡Oh, que tiempos aquellos
cuándo todo era menos doliente,
mas ajustado al cielo, a la tierra,
al reloj del tiempo, que, sin prisas,
se detenía en cada estación,
en cada ser...!
Aquellos dinusaurios de hierro y humo,
carbón y agua que me silbaban
trayendo y llevando
lo que decía Jorge Guillén:
Si, tu niñez: ya fábula de fuentes,
que ahora me recuerda
lo que decía mi madre
cuándo pitaba el tren-correo
de la diez:
Ay, hijo, ahi esta tu padre,
voy a echar el arroz.
Y el puchero, humeante,
en unicidad con el tren,
acogia el cereal
para cocerlo bien.
Yo me crié con el tren, y hoy, 18 de Marzo, noventa años después...heme aqui escribiendo como si todo
lo que pasa en la vida fuese un espejismo indescifrable en el que la vida y la muerte juegan un dueto misterioso que nunca vamos a entender.