Lejos de lo que muchos puedan suponer, la Navidad, es decir, la "Natividad de Cristo", no fue nunca una de las festividades fundamentales en el repertorio de las fiestas cristianas .Incluso Orígenes, un prestigioso teólogo que encabezó la Escuela Cristiana de Alejandría, centro teológico de la Iglesia, advertia que
"la Navidad no estaba incluida entre las festividades esenciales, porque no se puede apreciar en las escrituras nada que indique que en el natalicio de Cristo se hubiera celebrado un banquete.
La verdad histórica es que la celebración del día de la Navidad fue el resultado de las maquinaciones políticas a cargo del emperador Constantino, que convirtió al cristianismo en la religión oficial del Imperio romano, con la clara intencion de que este consolidara la unificación del imperio.
La jerarquía eclesiástica, en concierto con el emperador Constantino, estableció el relato de la Navidad, haciéndolo coincidir con el día del solsticio de invierno, una fecha, por otra parte, que los llamados "pueblos paganos" la tenían destinada a la adoración del dios sol.
Durante esa fecha los "pueblos descreídos" aprovechaban también para proceder entre ellos al intercambio de regalos. Con esta sutil habilidad política, se intentaba incorporar paulatinamente a las "comunidades paganas" a las celebraciones de la Iglesia y, de paso, cubrir las necesidades políticas del Imperio romano.
En realidad, el invento de la fecha de la Natividad de Cristo fue una de las primeras operaciones conjuntas realizadas entre la Iglesia y el Poder político y económico. A partir de entonces, y a lo largo de muchos siglos y hasta nuestros días, Iglesia y Poder han formado parte de la misma estructura.
El mérito inicial, pues, del invento de la llamada "Navidad" hay que atribuírselo, al emperador Constantino, a la jerarquía eclesiástica que lo ayudó y a los intereses expansionistas y de consolidación del Imperio romano. Pero no sólo a ellos, también -paradojas del sistema capitalista- a la Coca Cola.
LA COCA COLA ENTRA
EN EL ESCENARIO NAVIDEÑO
Tras haber sido convertida en una festividad religiosa, en muchos países occidentales, no obstante, la Navidad no tuvo la enorme potencialidad que hoy posee. Incluso en el propio Estado español, la Navidad era hasta hace medio siglo una importante, pero discreta festividad católica. La cena familiar y la misa del gallo, formaban parte de un ritual que no tenía muchas alharacas.
Pero poco a poco, de manera casi imperceptible, fue colándose por nuestras chimeneas la figura anglosajona de Papá Noel, un personaje de tez blanca, pómulos rojos inyectados en sangre, una larga cabellera de un rubio encanecido, que no hablaba castellano y que tampoco vestía con atuendos que nos eran propios.
Y es que en el reforzamiento de la celebración de las Navidades en las sociedades contemporáneas occidentales, tuvo mucho que ver también el gigantesco despliegue propagandístico y comercial de la compañía americana Coca-Cola, que a través de la imagen bonachona de un papá Noel diseñado por ellos mismos, términó convirtiendo la fiesta de la Navidad en un día esencial del año. Y no sólo en lo que se refiere a los aspectos más superficiales de la "religiosidad" cristiana sino - y sobre todo - en un negocio redondo que ha quintuplicado los multimillonarios beneficios del comercio en el curso de los siglo XX y XXI.
Como es sabido, Papá Noel es un personaje puramente mitológico, que con diferentes y contradictorias apariencias era ya conocido en las ilustraciones del siglo XIX. Pero entre las décadas de los años 20 y 30 del siglo pasado, un barbado y orondo ancianito, vestido con un chaquetón rojo,- el color emblemático de la Coca-Cola -fue presentado en una ilustración que anunciaba la citada bebida en la prensa estadounidense.
En la actualidad, la figura de Papá Noel, además. ha sido utilizada a través del cine, la radio y la prensa, para lograr convertir de forma milagrosa en "buenas personas" a los personajes más ruines de nuestra sociedad. De acuerdo con ese relato, la Navidad nos convierte a todos en "buenas personas" durante esas fechas, transmitiendonos la idea de que aunque durante todo el año hayamos sido unos malvados explotadores de las necesidades ajenas, por arte de ese mismo "espíritu navideño", el lado humano logrará abrirse paso a través de nuestras naturalezas perversas.
Por unas horas o días, los banqueros desahuciadores, los políticos corruptos o los policías torturadores se transformarán en "angelitos de Diós", a las que el espíritu navideño nos obliga a perdonar las "faltas" que cometieron a lo largo del año. Lo frustrante de ese estado de sublime "bondad" sobrevenida es que tan sólo durará hasta el próximo 2 de enero. A partir de esa fecha, se acabará la tregua. Y vuelta empezar…hasta el próximo año.
Gracias a Aday Quesada de Canarias Semanal
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Hasta el próximo año.
De este ya nos libramos.
Pero después vendran los Reyes...a sentirse, también, estafados
al encontrarse con el Muro
después de tan largo viaje...