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PEDRO SANCHEZ RECULA ANTE EL FASCISMO

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ESTE "GAZA" LLEGA DEL CIELO POR LOS MISMOS QUE LO HACEN LLEGAR DESDE TIERRA

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ESTE ES EL CUADRO DE HIENAS Y CHACALES DE LA "CIVILIZACION OCCIDENTAL" POR EL QUE VOTAN LAS GENTES:


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LAS NEUROCIENCIAS ATACAN LA LUCHA DE CLASES

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ESPAÑA: EL GRAN HISTORICIDIO

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EL PAPA 'FRANCISCO' SE CONFIESA

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BOTELLAS HECHAS DE OTRAS BOTELLAS, HUMANOS HECHOS DE OTROS HUMANOS

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LOS DERECHOS HUMANOS BAJO LOS ESCOMBROS ESTAN MAS DERECHOS

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ISRAEL ATACA EL CONSULADO DE IRAN EN DAMASCO

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EL TERRORISMO IMPERIALISTA ACERCANDONOS AL ABISMO-Pinchar en la Imagen y SCROLL DOWN

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ATILIO BORÓN ANALIZA LAS ELECCIONES EN RUSIA SACANDONOS DEL BURDO ENGAÑO


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SI OMITIERAMOS ESTOS HORROROSOS CRIMENES, PARTICIPARIAMOS EN ELLOS, "PARTICEPS CRIMIS"

"NOT FOUND"... ¡MENTIRA!...ES QUE NO QUEREIS QUE VEAMOS EL INFINITO DOLOR QUE ESTAIS CAUSANDO! ARRIBA, PINCHAR EN ESTO: pic.twitter.com/XGlL5BYLTt Y DESPUES: View

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GAZA: ARCOIRIS APAGADO: LA LUZ HAN ASESINADO

¿Quedará todo Impune y nunca más podrán los pájaros volar? "Facit indignation versum"

FREE WORLD TOUR AND COLLAGE

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EL GRAN INFANTICIDIO

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AL GRANO: THE "AMERICAN LEADERSHIP" TIENE QUE SER PARADO O "LOS DAÑOS COLATERALES" SERAN EL COLAPSO

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LOS DAÑOS COLATERALES DE UNA GUERRA NUCLEAR SON LA HUMANIDAD


Fidel leyéndoselo a Michel Chossudovsky cuándo se entrevistaron en La Habana en el 2010

...¿SOMOS AUN CURABLES? NO, POR ESTO:

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¿DONDE EMPIEZA AUSCHWITZ? RESPUESTA: EN GAZA

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POR QUÉ ASESINÓ EL FRANQUISMO A LORCA

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"La situación del capitalismo hoy en día no es solamente una cuestión de crisis económica y política, sino UNA CATASTROFE DE LA ESENCIA HUMANA que condena, meramente, cada reforma económica y política a la futilidad e incondicionalmente DEMANDA UNA TOTAL REVOLUCION" Herbert Marcuse, 1932 (Acotado de: "Marx, Freud, and the Critique of Everyday Life", Bruce Brown; p. 14.) ¿Qué hubiese dicho hoy, 89 años después?

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¿HACIA LA IZQUIERDA O HACIA EL "SPREADING FREEDOM AROUND THE WORLD" DE LA DERECHA?




"UN SISTEMA ECONÓMICO CRUEL


AL QUE PRONTO HABRÁ

QUE CORTARLE EL CUELLO"

Federico García Lorca ('Poeta en Nueva York')

¡ QUÉ GRAN VERDAD !
PORQUE FUÉ ESE MISMO
SISTEMA ECONÓMICO CRUEL,
PRECISAMENTE,
¡ EL QUE LE CORTÓ EL CUELLO A ÉL !


Thursday, October 13, 2022

SISIFOCANSADO DESCANSANDO: A CAMUS LE INTERESA SISIFO CUANDO DESCIENDE A POR SU ROCA, EN ESTA PAUSA DE SU CONDENA SE VUELVE CONSCIENTE DE SU DESTINO


El hombre absurdo y consciente
dice sí porque la negación lo desbarata
y se funde con su roca en simulación ordenada.
Su Roca es su vida, su muerte, su casa,
asi puede regresar a por ella, 
a descansar sobre ella,
sin que le pese su carga.

A Juan Abad,
ya eternamente dormido 
sobre la Roca sísifica
de la que tanto hablabamos,
en el bar Zurich de Barcelona,
cuándo los entrañables tiempos
de la juventud regaban sueños.


"Los dioses habían condenado a Sísifo a subir sin cesar una roca hasta la cima de una montaña desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. 

Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza. Si se ha de creer a Homero, Sísifo era el más sabio y prudente de los mortales. No obstante, según otra tradición, se inclinaba al oficio de bandido. No veo en ello contradicción. Difieren las opiniones sobre los motivos que le llevaron a convertirse en el trabajador inútil de los infiernos. 

Se le reprocha, ante todo, alguna ligereza con los dioses. Reveló los secretos de éstos. Egina, hija de Asopo, fue raptada por Júpiter. Al padre le asombró esa desaparición y se quejó a Sísifo. Este, que conocía el rapto, se ofreció a informar sobre él a Asopo con la condición de que diese agua a la ciudadela de Corinto. Prefirió la bendición del agua a los rayos celestiales. Por ello le castigaron enviándole al infierno. 

Hornero nos cuenta también que Sísifo había encadenado a la Muerte. Plutón no pudo soportar el espectáculo de su imperio desierto y silencioso. Envió al dios de la guerra, quien liberó a la Muerte de las manos de su vencedor. Se dice también que Sísifo, cuando estaba a punto de morir, quiso imprudentemente poner a prueba el amor de su esposa. Le ordenó que arrojara su cuerpo insepulto en medio de la plaza pública. Sísifo se encontró en los infiernos y allí, irritado por una obediencia tan contraria al amor humano, obtuvo de Plutón el permiso para volver a la tierra con objeto de castigar a su esposa. Pero cuando volvió a ver el rostro de este mundo, a gustar del agua y del sol, de las piedras cálidas y del mar, ya no quiso volver a la oscuridad infernal. Los llamamientos, las iras y las advertencias no sirvieron de nada. Vivió muchos años más ante la curva del golfo, la mar brillante y las sonrisas de la tierra. Fue necesario un decreto de los dioses. Mercurio bajó a la tierra a coger al audaz por el cuello, le apartó de sus goces y le llevó por la fuerza a los infiernos, donde estaba ya preparada su roca. 

Se ha comprendido ya que Sísifo es el héroe absurdo. Lo es tanto por sus pasiones como por su tormento. Su desprecio de los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida le valieron ese suplicio indecible en el que todo el ser se dedica a no acabar nada. Es el precio que hay que pagar por las pasiones de esta tierra. 

No se nos dice nada sobre Sísifo en los infiernos. Los mitos están hechos para que la imaginación los anime. Con respecto a éste, lo único que se ve es todo el esfuerzo de un cuerpo tenso para levantar la enorme piedra, hacerla rodar y ayudarla a subir una pendiente cien veces recorrida; se ve el rostro crispado, la mejilla pegada a la piedra, la ayuda de un hombro que recibe la masa cubierta de arcilla, de un pie que la calza, la tensión de los brazos, la seguridad enteramente humana de dos manos llenas de tierra. Al final de ese largo esfuerzo, medido por el espacio sin cielo y el tiempo sin profundidad, se alcanza la meta. 

Sísifo ve entonces cómo la piedra desciende en algunos instantes hacia ese mundo inferior desde el que habrá de volver a subirla hasta las cimas, y baja de nuevo a la llanura. Sísifo me interesa durante ese regreso, esa pausa. 

Un rostro que sufre tan cerca de las piedras es ya él mismo piedra. Veo a ese hombre volver a bajar con paso lento pero igual hacia el tormento cuyo fin no conocerá jamás. Esta hora que es como una respiración y que vuelve tan seguramente como su desdicha, es la hora de la conciencia. En cada uno de los instantes en que abandona las cimas y se hunde poco a poco en las guaridas de los dioses, es superior a su destino. Es más fuerte que su roca. Si este mito es trágico lo es porque su protagonista tiene conciencia. 

¿En qué consistiría, en efecto, su castigo si a cada paso le sostuviera la esperanza de conseguir su propósito? El obrero actual trabaja durante todos los días de su vida en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo. Pero no es trágico sino en los raros momentos en que se hace consciente. 

Sísifo, proletario de los dioses, impotente y rebelde, conoce toda la magnitud de su miserable condición: en ella piensa durante su descenso. La clarividencia que debía constituir su tormento consuma al mismo tiempo su victoria. No hay destino que no se venza con el desprecio. 

Por lo tanto, si el descenso se hace algunos días con dolor, puede hacerse también con alegría. Esta palabra no está de más. Sigo imaginándome a Sísifo volviendo hacia su roca, y el dolor estaba al comienzo. Cuando las imágenes de la tierra se aferran demasiado fuertemente al recuerdo, cuando el llamamiento de la felicidad se hace demasiado apremiante, sucede que la tristeza surge en el corazón del hombre: es la victoria de la roca, la roca misma. 

La inmensa angustia es demasiado pesada para poder sobrellevarla. Son nuestras noches de Getsemaní. Pero las verdades aplastantes perecen de ser reconocidas. Así, Edipo obedece primeramente al destino sin saberlo, pero su tragedia comienza en el momento en que sabe. Pero en el mismo instante, ciego y desesperado, reconoce que el único vínculo que le une al mundo es la mano fresca de una muchacha. Entonces resuena una frase desmesurada: "A pesar de tantas pruebas, mi avanzada edad y la grandeza de mi alma me hacen juzgar que todo está bien". 

El Edipo de Sófocles, como el Kirilov de Dostoievski, da así la fórmula de la victoria absurda. La sabiduría antigua coincide con el heroísmo moderno. No se descubre lo absurdo sin sentirse tentado a escribir algún manual de la felicidad. "¡ Eh, cómo! ¿Por caminos tan estrechos...?" Pero no hay más que un mundo. La felicidad y lo absurdo son dos hijos de la misma tierra. Son inseparables. Sería un error decir que la dicha nace forzosamente del descubrimiento absurdo. Sucede también que la sensación de lo absurdo nace de la dicha. “Juzgo que todo está bien", dice Edipo, y esta palabra es sagrada. Resuena en el universo feroz y limitado del nombre. Enseña que todo no es ni ha sido agotado. Expulsa de este mundo a un dios que había entrado en él con la insatisfacción y la afición a los dolores inútiles. Hace del destino un asunto humano, que debe ser arreglado entre los hombres. Toda la alegría silenciosa de Sísifo consiste en eso. Su destino le pertenece. Su roca es su cosa. Del mismo modo, el hombre absurdo, cuando contempla su tormento, hace callar a todos los ídolos. 

En el universo súbitamente devuelto a su silencio se elevan las mil vocecitas maravilladas de la tierra. Llamamientos inconscientes y secretos, invitaciones de todos los rostros constituyen el reverso necesario y el premio de la victoria. No hay sol sin sombra y es necesario conocer la noche. El hombre absurdo dice "sí" y su esfuerzo no terminará nunca. Si hay un destino personal, no hay un destino superior, o, por lo menos, no hay más que uno al que juzga fatal y despreciable. Por lo demás, sabe que es dueño de sus días. En ese instante sutil en que el hombre vuelve sobre su vida, como Sísifo vuelve hacia su roca, en ese ligero giro, contempla esa serie de actos desvinculados que se convierte en su destino, creado por él, unido bajo la mirada de su memoria y pronto sellado por su muerte. Así, persuadido del origen enteramente humano de todo lo que es humano, ciego que desea ver y que sabe que la noche no tiene fin, está siempre en marcha. La roca sigue rodando. Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. El también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada fragmento mineral de esta montaña llena de oscuridad, forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a Sísifo dichoso".

EL MITO DE SISIFO
Albert Camus
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Sísifo dichoso.

La extraña y contradictoria híbrida felicidad que sobre nosotros, en ambivalencias, siempre cabalga. 
La dicha de la condena humana en su dimensión terráquea. La confirmación de aceptarla en un ying-yang dialéctico que absorve la rebeldía para adaptarla y encauzarla dónde la esperanza de la desesperaza
siembre sus semillas sin alambradas.

No hay sol sin sombra y es necesario conocer la noche. El hombre absurdo dice "sí" y su esfuerzo no terminará nunca. 

El hombre absurdo y consciente
dice si porque la negación lo desbarata
y se funde con su roca en simulación ordenada.
Su Roca es su vida, su muerte, su casa,
asi puede regresar a por ella, 
a descansar sobre ella,
sin que le pese su carga.

Si hay un destino personal, no hay un destino superior, o, por lo menos, no hay más que uno al que juzga fatal y despreciable. Por lo demás, sabe que es dueño de sus días. En ese instante sutil en que el hombre vuelve sobre su vida, como Sísifo vuelve hacia su roca,  en ese ligero giro, contempla esa serie de actos desvinculados que se convierte en su destino, creado por él, unido bajo la mirada de su memoria y pronto sellado por su muerte.

Es uno, no es el universo. Es el sino individual, personal, y nada transcendente por encima de ello, aunque no sea fácil de llevar, pero él es su propietario, el depositario y amo de su vida, de su tiempo, de sus días. Es en estos momentos cuándo se fusiona con su existencia, con su Roca, con su misión, con todas las viscisitudes, sangre y auroras, de la implacable mortaja que lleva consigo. No hay mas que hacer ni nada mas que rectificar. Hay que dejar pasae los horizontes que nos limitan. Por lo tanto un consuelo nímbico entra por los tragaluces de sus postigos. Sus recuerdos, su pasado, su nostalgia se embleman en él mismo y lo llevan a sentir su final como algo inmanente a su existencia.

Así, persuadido del origen enteramente humano de todo lo que es humano, ciego que desea ver y que sabe que la noche no tiene fin, está siempre en marcha

No hay resignación, hay entendimiento y calibración de los límites humanos dónde se sabe y se va coordinando las pautas de unas sombras inextinguibles que ya forman parte de él, como su Roca, y sobre ello va extendiendo la dinamica de su existencia en perpetuo movimiento.

La roca sigue rodando. Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre su carga.

Camus nunca sube con Sísifo. 
No le interesa cuándo cumple con su castigo, cuándo va de esclavo, porque conoce muy bien que va sin alma, sin su pensamiento sagrado porque sube, desahuciado de él mismo, como si fuese a su propio cadalso. Y aqui no se refleja su tragedia y su grandeza en todo el esplendor que resalta cuándo baja como liberado. Asi, lo sigue y lo deja al pie de la montaña, tal vez sobre la roca descansando o contemplando los valles lejanos que se extienden extasiandolo. Pero su Roca sigue allí, con él, aguardandolo, pero nadie lo vigila, nadie lo apremia. Y asi se echa sobre ella, soñando, en simbiosis con su Roca, con su vida, que se diluye y se alza sin tiempo, sin resultados, en una pausa que se puede hacer eterna y renovadora o tal vez morir en ella sin saber nunca lo que ha pasado...

Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. El también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil.

Y se produce un ensamblaje, un ajuste con el que se alza contra sus verdugos y lo identifica con el medio que le han impuesto para penarlo. Y siente, en este arreglo de cuentas, un acuerdo que, sin balsamos, lo hace libre en un cosmos que ahora cobra un sentido que ya no es ni estéril ni futil, sino acomodado y acoplado a su situación de condenado.

Cada uno de los granos de esta piedra, cada fragmento mineral de esta montaña llena de oscuridad, forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.

Ahora Camus él mismo se hace Sísifo.
Sísifo somos todos.
Se universaliza la condena.
Subir la Roca a la cima 
para bajar de nuevo a por ella.
Subir y bajar. 
Bajar y subir con ella.
La muerte y la vida, la vida y la muerte
unificadas en una eterna sentencia.
La Criatura humana separada de todas las demás
que habitan con nosotros este Planeta
cumpliendo un destino humano 
sobre el que teníamos que reflexionar 
para que, cuándo bajemos a por la Roca,
incrementar nuestra conciencia.
Sísifo le entrega la Roca a Camus y él la acepta renunciando a los Dioses y a los que hacen la Historia y nos imponen sus leyes y sus cadenas, y poniéndose al servicio de los que la padecen en las sombras y alegrías, toma la solidaridad con ellos como redención suprema. Porque con cada Roca, con cada partícula de la montaña que todos acarreamos desde los eclipses mas tempranos, formamos la unicidad de un mundo que aún no hemos logrado, pero que tenemos que ir a por él antes de que sea demasiado tarde cuándo la Roca, al rodar cuesta abajo, aplaste los pocos sueños que ya nos quedan. Y sobre esta perenne lucha, trágica y lumínica, para llegar a la cima, es con la única que un hombre puede llenar su corazón.
Hay que imaginarse a Sísifo dichoso en su vida 
porque, simplemente y complejamente,
la vida es lo único que tenemos.

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