ATILIO BORÓN ANALIZA LAS ELECCIONES EN RUSIA SACANDONOS DEL BURDO ENGAÑO


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BOMBAS Y PAQUETES DE COMIDA SOBRE GAZA

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SI OMITIERAMOS ESTOS HORROROSOS CRIMENES, PARTICIPARIAMOS EN ELLOS, "PARTICEPS CRIMIS"

"NOT FOUND"... ¡MENTIRA!...ES QUE NO QUEREIS QUE VEAMOS EL INFINITO DOLOR QUE ESTAIS CAUSANDO! ARRIBA, PINCHAR EN ESTO: pic.twitter.com/XGlL5BYLTt Y DESPUES: View

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GAZA: ARCOIRIS APAGADO: LA LUZ HAN ASESINADO

¿Quedará todo Impune y nunca más podrán los pájaros volar? "Facit indignation versum"

FREE WORLD TOUR AND COLLAGE

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EL GRAN INFANTICIDIO

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AL GRANO: THE "AMERICAN LEADERSHIP" TIENE QUE SER PARADO O "LOS DAÑOS COLATERALES" SERAN EL COLAPSO

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LOS DAÑOS COLATERALES DE UNA GUERRA NUCLEAR SON LA HUMANIDAD


Fidel leyéndoselo a Michel Chossudovsky cuándo se entrevistaron en La Habana en el 2010

...¿SOMOS AUN CURABLES? NO, POR ESTO:

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¿DONDE EMPIEZA AUSCHWITZ? RESPUESTA: EN GAZA

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POR QUÉ ASESINÓ EL FRANQUISMO A LORCA

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"La situación del capitalismo hoy en día no es solamente una cuestión de crisis económica y política, sino UNA CATASTROFE DE LA ESENCIA HUMANA que condena, meramente, cada reforma económica y política a la futilidad e incondicionalmente DEMANDA UNA TOTAL REVOLUCION" Herbert Marcuse, 1932 (Acotado de: "Marx, Freud, and the Critique of Everyday Life", Bruce Brown; p. 14.) ¿Qué hubiese dicho hoy, 89 años después?

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¿HACIA LA IZQUIERDA O HACIA EL "SPREADING FREEDOM AROUND THE WORLD" DE LA DERECHA?




"UN SISTEMA ECONÓMICO CRUEL


AL QUE PRONTO HABRÁ

QUE CORTARLE EL CUELLO"

Federico García Lorca ('Poeta en Nueva York')

¡ QUÉ GRAN VERDAD !
PORQUE FUÉ ESE MISMO
SISTEMA ECONÓMICO CRUEL,
PRECISAMENTE,
¡ EL QUE LE CORTÓ EL CUELLO A ÉL !


Sunday, March 1, 2020

PARA ENTENDER EL CORONA-VIRUS ENTENDAMOS OTROS VIRUS DE CORONAS GEO-ESTRATEGICAS QUE CONTAGIAN



La estrategia del caos

El comentarista italiano Manlio Dinucci coincide con el análisis de Thierry Meyssan, quien mostraba en un reciente artículo que el ataque militar perpetrado en París el viernes 13 de noviembre de 2015 es consecuencia de la implicación terrorista de Francia. Dinucci explica que esta crisis entre las potencias que apadrinan el terrorismo es conveniente para Washington. 

Después de haber iniciado, en 1978, el uso del terrorismo en Afganistán contra la intervención soviética, Estados Unidos observa complacido como sus discípulos –Turquía, Arabia Saudita y Francia– se enfrentan entre sí. Sólo el Imperio debe sobrevivir como Estado.

| Roma (Italia)
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La enésima masacre de inocentes ha sido provocada por la serie de bombas de fragmentación geopolítica, que han estallado siguiendo una precisa estrategia: la estrategia que entró en aplicación desde que Estados Unidos, después de haber ganado en la confrontación con la URSS, se proclamó como «el único Estado con fuerza, alcance e influencia en todos los sectores –política, económica y militar– realmente globales» proponiéndose
«impedir que ninguna potencia hostil logre dominar una región –Europa occidental, Asia oriental, el territorio de la antigua Unión Soviética y el sudoeste de Asia– cuyos recursos sean suficientes para generar un poderío global».
Con ese objetivo, Estados Unidos reorientó su propia estrategia desde 1991 y, coordinando su acción con las potencias europeas, también reorientó la estrategia de la OTAN.

Desde entonces han sido fragmentados o destruidos mediante la guerra (abierta y/o encubierta) los Estados considerados como obstáculos para el plan de dominación global –Irak, Yugoslavia, Afganistán, Libia, Siria, Ucrania y otros más–, mientras que otros –como Irán– están en la mirilla. 

Esas guerras, que han destruido de paso millones de vidas, han acabado con sociedades enteras, creando una masa enorme de desesperados cuya frustración y ansias de revuelta conducen por un lado a una verdadera resistencia pero, por otro lado, son a menudo manipuladas por la CIA u otros servicios secretos –incluyendo los de Francia– para implicar combatientes en una «yihad» que de hecho resulta conveniente a la estrategia de la entidad USA/OTAN.

Así se ha construido un ejército de la sombra, que se compone de grupos islamistas –a menudo adversarios entre sí– ya utilizados para destruir desde adentro el Estado libio, mientras que la OTAN lo atacaba desde afuera, y más tarde para emprender una operación similar en Siria y en Irak. 

De todo esto surgió el Emirato Islámico, donde confluyeron «combatientes extranjeros», entre los que se hallaban también agentes de diversos servicios secretos, y que recibió miles de millones de dólares y armamento moderno provenientes de Arabia Saudita y de otras monarquías árabes, aliadas de Estados Unidos y, en particular, de Francia.

Esta estrategia no es nueva. Tiene más de 35 años. Para que la URSS cayera en la «trampa afgana», miles de muyahidines de más de 40 países fueron reclutados a través de la CIA. Entre ellos estaba el rico saudita Osama ben Laden, quien llegó a Afganistán con 4 000 hombres, el mismo individuo que posteriormente fundaría al-Qaeda, convirtiéndose entonces en «el enemigo número 1» de Estados Unidos.

Pero Washington no es el clásico aprendiz de mago incapaz de controlar las fuerzas que él mismo puso en marcha. Es más bien el centro motor de una estrategia que, al destruir Estados enteros, provoca una reacción en cadena caótica de divisiones y conflictos que en su momento han de ser utilizados siguiendo el viejo método: «divide y vencerás».

Los ataques terroristas de París, perpetrados por ejecutores convencidos de que están golpeando a Occidente, llegaron en el momento perfecto, cuando Rusia, al intervenir militarmente, ha bloqueado el plan USA/OTAN de destrucción del Estado sirio, a la vez que anuncia contramedidas militares en respuesta a la creciente expansión de la OTAN hacia el este. 

Al crear en Europa un clima de fortaleza asediada, los atentados de París «justifican» un fortalecimiento militar acelerado de los países europeos miembros de la OTAN, incluyendo el aumento –tan reclamado por Estados Unidos– de sus gastos en el sector militar, y también abren el camino a nuevas guerras, siempre bajo el mando estadounidense.

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Interpretaciones divergentes en el campo antiimperialista por Thierry Meyssan

En mayo de 2017, Thierry Meyssan explicaba en Russia Today que las élites sudamericanas están cometiendo un grave error ante el imperialismo estadounidense. En esta entrevista, Meyssan insiste en el cambio de paradigma de los conflictos armados actuales y subraya la necesidad de un radical replanteo sobre la manera de defender la patria.
Sigue adelante la operación de desestabilización contra Venezuela. En su fase inicial, grupúsculos violentos, que realizaban manifestaciones contra el gobierno, asesinaron a simples transeúntes, e incluso a personas que se habían unido a sus protestas callejeras. 
En una segunda etapa, los grandes distribuidores de alimentos provocaron un desabastecimiento en los supermercados. Posteriormente, desertores de las fuerzas del orden realizaron ataques armados contra la sede del ministerio del Interior y el Palacio de Justicia, llamaron a la rebelión y pasaron a la clandestinidad.
La prensa internacional ha atribuido siempre al «régimen» las muertes registradas durante las manifestaciones, aunque numerosas grabaciones de video demuestran que son asesinatos perpetrados deliberadamente por los propios manifestantes. 
Basándose en esa información falsa, esa prensa califica al presidente Nicolás Maduro de «dictador», como lo hizo antes –hace 6 años– con el Guía libio Muammar el-Kadhafi y con el presidente sirio Bachar al-Assad.
Estados Unidos ha utilizado la Organización de Estados Americanos (OEA) contra el presidente Maduro, como mismo utilizó antes la Liga Árabe contra el presidente Assad. Sin esperar a ser excluido de la OEA, el gobierno de Venezuela denunció la maniobra y se retiró de esa organización.
No obstante, el gobierno de Maduro ha sufrido 2 reveses:
  • gran parte de sus electores no acudió a votar en las elecciones legislativas de diciembre de 2015, permitiendo así que la oposición obtuviera la mayoría de los escaños en el Parlamento,
  • y se dejó sorprender por la escasez artificialmente provocada de alimentos –a pesar de que una maniobra similar ya había tenido lugar en el pasado en Chile, contra el gobierno de Salvador Allende, y en la misma Venezuela, contra el presidente Hugo Chávez. Ante esa crisis, el gobierno necesitó varias semanas para implantar nuevos circuitos de abastecimiento.
Todo indica que el conflicto que está comenzando en Venezuela no se limitará a las fronteras de ese país. Es probable que abarque todo el noroeste de Sudamérica y el Caribe.
Se ha dado un paso adicional con el inicio de preparativos militares contra Venezuela, Bolivia y Ecuador, desde México, Colombia y lo que fue la Guayana británica. Esta coordinación es obra del equipo de la antigua Oficina Estratégica para la Democracia Global (Office of Global Democracy Strategy); unidad creada por el presidente demócrata Bill Clinton y mantenida por el vicepresidente republicano Dick Cheney y su hija Liz.

La existencia de esa oficina fue confirmada el actual director de la CIA, Mike Pompeo, lo cual llevó a que la prensa, y posteriormente el propio presidente Trump, hablaran de una opción militar estadounidense contra Venezuela.
Empeñado en salvar su país, el equipo del presidente Maduro no ha querido seguir el ejemplo del presidente sirio Assad. Según el análisis imperante en el seno de ese equipo, se trata de situaciones completamente diferentes. Estados Unidos, principal potencia capitalista, agrede a Venezuela para apoderarse de su petróleo, siguiendo un esquema que ya se ha visto muchas veces en 3 continentes. 
Ese punto de vista acaba de verse reafirmado por un reciente discurso del presidente boliviano Evo Morales.
Es importante recordar que el presidente iraquí Saddam Hussein, en 2003, y el Guía Muammar el-Kadhafi, en 2011, así como numerosos consejeros del presidente sirio Bachar al-Assad razonaban de esa misma manera. Estimaban que Estados Unidos agredía sucesivamente a Afganistán e Irak, y posteriormente a Túnez, Egipto, Libia y Siria sólo para derrocar los regímenes que se resistían a su imperialismo y controlar los recursos energéticos del Medio Oriente ampliado, o Gran Medio Oriente. 

Son numerosos los autores antiimperialistas que aún mantienen ese análisis, tratando, por ejemplo, de explicar la guerra contra Siria con la interrupción del proyecto de gasoducto qatarí.
Pero los hechos han echado abajo ese razonamiento. El objetivo de Estados Unidos no era derrocar los gobiernos progresistas –en los casos de Libia y Siria–, ni robar el petróleo y el gas de la región sino destruir los Estados, hacer retroceder sus pueblos a los tiempos de la prehistoria, a la época en que «el hombre era el lobo del hombre».
(Nosotros interpretamos ésto --volvemos sobre ello--, el detruír los Estados, en el sentido de arrancarle la mente y el alma a los pueblos que representa ese Estado; el general Maxwell Taylor, dijo después de la derrota imperialista en Vietnam que --la próxima vez-- el blanco sería la mente. Recordemos que ésto fue lo que pasó en España en 1936: Franco destruyó España, y para ésto ganó la guerra)

Los derrocamientos sucesivos de Saddam Hussein y de Muammar el-Kadhafi no dieron paso al restablecimiento de la paz. Las guerras continuaron a pesar de la instalación de un gobierno de ocupación en Irak y, en otros países de la región, de regímenes que incluían a colaboradores del imperialismo completamente contrarios a la independencia nacional. 

Esas guerras prosiguen actualmente, demostrando que Washington y Londres no aspiraban simplemente a derrocar regímenes, ni a defender la democracia sino a aplastar a los pueblos. Esta es una constatación fundamental que modifica por completo nuestra comprensión del imperialismo contemporáneo.
Esa estrategia, radicalmente nueva, comenzó a ser impartida como enseñanza por Thomas P. M. Barnett desde el 11 de septiembre de 2001. Fue dada a conocer y se expuso públicamente en marzo de 2003 –o sea justo antes de la guerra contra Irak– en un artículo de la revista estadounidense Esquire, y posteriormente en el libro tituado The The Pentagon’s New Map, pero parece tan cruel que nadie ha creído que pudiera llegar a aplicarse.
Para el imperialismo se trata de dividir el mundo en dos: una zona estable que goza de los beneficios del sistema y otra zona dónde el caos alcanza proporciones tan espantosas que nadie piensa ya en resistir sino sólo en sobrevivir, zona dónde las transnacionales pueden extraer las materias primas que necesitan sin rendir cuentas a nadie.



Según este mapa, extraído de un Powerpoint que Thomas P. M. Barnett presentó en 2003 durante una conferencia impartida en el Pentágono, los Estados de todos los países incluidos en la zona rosada deben ser destruídos. Este proyecto no tiene nada que ver con la lucha de clases en el plano nacional, ni con la explotación de los recursos naturales. Después de destruír el Medio Oriente ("Broader Middle East"), los estrategas estadounidenses se preparan para acabar con los Estados en los países del noroeste de Latinoamérica.

(In beginning to implement this strategy, President George Bush Jr. spoke of a "war without end". Indeed, it is no longer a question of winning wars and defeating opponents, but of making them last as long as possible, "a century" he said. In fact, this strategy has been applied in the "Broader Middle East" - an area stretching from Pakistan to Morocco and covering the entire CentCom theatre of operations and the northern part of the AfriCom theatre of operations. In the past, the IMs guaranteed US access to oil from the Persian Gulf (Carter doctrine). Today, they are present in an area four times larger and aim to overturn any form of order) 


Desde el siglo XVII y la guerra civil británica, Occidente se desarrolló temiendo siempre el surgimiento del caos. Thomas Hobbes enseñó a los pueblos de Occidente a someterse a la «razón de Estado» con tal de evitar el tormento que sería el caos. La noción de caos volvió a aparecer con Leo Strauss, después de la Segunda Guerra Mundial. Ese filósofo, que formó personalmente a numerosas personalidades del Pentágono, pretendía establecer una nueva forma de poder sumiendo una parte del mundo en el infierno. La experiencia del yihadismo en el Medio Oriente ampliado nos ha mostrado lo que es el caos.
Después de haber reaccionado ante los acontecimientos de Deraa –en marzo y abril de 2011– como se esperaba que lo hiciera, utilizando el ejército para enfrentar a los yihadistas de la mezquita al-Omari, el presidente Assad fue el primero en entender lo que estaba sucediendo. 

(Honor al Heroíco Pueblo Siro)

En vez de reforzar los poderes de los servicios de seguridad para enfrentar la agresión exterior, Assad puso en manos del pueblo los medios necesarios para defender el país.
Comenzó por levantar el estado de emergencia, disolvió los tribunales de excepción, liberó las comunicaciones vía internet y prohibió a las fuerzas armadas hacer uso de sus armas si con ello ponían en peligro las vidas de personas inocentes.
Esas decisiones, que parecían ir contra la lógica de los hechos, tuvieron importantes consecuencias. Por ejemplo, al ser atacados en la región de Banias, los soldados de un convoy militar, en vez de utilizar sus armas para defenderse, optaron por quedar mutilados bajo las bombas de los atacantes, e incluso morir, antes que disparar y correr el riesgo de herir a los pobladores que los veían dejarse masacrar sin intervenir para evitarlo.
Como tantos otros en aquel momento, yo mismo creí que Assad era un presidente débil con soldados demasiados leales y que Siria iba a ser destruida. Pero, 6 años más tarde, Bachar al-Assad y las fuerzas armadas de la República Árabe Siria han ganado la apuesta. Al principio, sus soldados lucharon sólos contra la agresión externa. Pero poco a poco cada ciudadano fue implicándose, cada uno desde su puesto, en la defensa del país. Y los que no pudieron o no quisieron resistir, optaron por el exilio. Es cierto que los sirios han sufrido mucho, pero Siria es el único país del mundo, desde la guerra de Vietnam, que ha logrado resistir la agresión militar externa hasta lograr que el imperialismo renunciara por cansancio.
En segundo lugar, ante la invasión del país por un sinnúmero de yihadistas provenientes de todos los países y poblaciones musulmanes, desde Marruecos hasta China, el presidente Assad decidió renunciar a la defensa de una parte del territorio nacional con tal de garantizar la posibilidad de salvar a su pueblo.
El Ejército Árabe Sirio se replegó en la «Siria útil», o sea en las ciudades, dejando a los agresores el campo y los desiertos. Mientras tanto el gobierno sirio velaba constantemente por el abastecimiento en alimentos de todas las regiones que controlaba. Contrariamente a lo que se cree en Occidente, el hambre ha afectado sólo las zonas bajo control de los yihadistas y algunas ciudades que se han visto bajo el asedio de esos elementos. Los «rebeldes extranjeros» –y esperamos que los lectores nos disculpen por lo que puede parecer un oxímoron–, con abundante abastecimiento garantizado por las asociaciones «humanitarias» occidentales, utilizaron su propio control sobre la distribución de alimentos para someter poblaciones enteras imponiéndoles un régimen de hambre.
El pueblo sirio comprobó por sí mismo que era el Estado sirio, la República Árabe Siria, quien le garantizaba alimentación y protección, no los yihadistas.
El tercer factor es que el presidente Assad explicó, en un discurso que pronunció el 12 de diciembre de 2012, de qué manera esperaba restablecer la unidad política de Siria. Resaltó específicamente la necesidad de redactar una nueva Constitución y de someterla a la aprobación del pueblo por mayoría calificada, para realizar después una elección democrática de la totalidad de los responsables de las instituciones, incluyendo –por supuesto– al presidente.
En aquel momento, los occidentales se burlaron de la decisión del presidente Assad de convocar a elecciones en medio de la guerra. Hoy en día, todos los diplomáticos implicados en la resolución del conflicto, incluyendo a los de la ONU, respaldan el plan Assad.
A pesar de que los comandos yihadistas circulaban por todo el país, incluyendo la capital, y asesinaban a los políticos hasta en sus casas y junto a sus familias, el presidente Assad estimuló a los miembros de la oposición interna a hacer uso de la palabra. 


Assad garantizó la seguridad del liberal Hassan el-Nouri y del marxista Maher el-Hajjar para aceptaran, al igual que él mismo, correr el riesgo de presentarse como candidatos en la elección presidencial de junio de 2014. A despecho del llamado al boicot que lanzaron la Hermandad Musulmana y los gobiernos occidentales, y desafiando el terror yihadista, a pesar de que millones de sirios habían salido del país, el 73,42% de los electores respondieron al llamado de las urnas.
Por otro lado, desde el principio mismo del conflicto, el presidente Assad creó un ministerio de Reconciliación Nacional, algo nunca visto en un país en guerra. Confió ese ministerio al presidente de un partido aliado, el PSNS, Alí Haidar, quien negoció y concluyó más de un millar de acuerdos de amnistía a favor de ciudadanos que habían tomado las armas contra la República, muchos de los cuales decidieron incluso convertirse en miembros del Ejercitó Árabe Sirio.
A lo largo de esta guerra, y a pesar de lo que afirman quienes lo acusan injustamente de haber generalizado la tortura, el presidente Assad no ha recurrido nunca a medidas coercitivas en contra de su propio pueblo. No ha instaurado ni siquiera un reclutamiento masivo o un servicio militar obligatorio. Todo joven tiene siempre la posibilidad de sustraerse a sus obligaciones militares y una serie de pasos administrativos permite a cualquier varón evitar el servicio militar si no desea defender su país con las armas en la mano. Sólo los exiliados que no han realizado esos trámites pueden verse en situación irregular en relación con esas leyes.
A lo largo de 6 años, el presidente Assad ha recurrido constantemente al respaldo de su pueblo, otorgándole responsabilidades, y ha hecho a la vez todo lo posible por alimentarlo y protegerlo. Y ha corrido siempre el riesgo de dar antes de recibir. Así se ha ganado la confianza de su pueblo y es por eso que hoy cuenta con su activo respaldo.
Las élites sudamericanas se equivocan al ver en la situación de hoy la simple continuación de la lucha de las pasadas décadas por una distribución más justa de la riqueza. La lucha principal ya no es entre la mayoría del pueblo y una pequeña clase de privilegiados. La opción que se planteó a los pueblos del Gran Medio Oriente, y a la que pronto tendrán que responder también los sudamericanos, no es otra que defender la Patria o morir.
Los hechos así lo demuestran. El imperialismo contemporáneo ya no tiene como prioridad apoderarse de los recursos naturales. Hoy domina el mundo y lo saquea sin escrúpulos. Ahora apunta a aplastar a los pueblos y destruir las sociedades de las regiones cuyos recursos ya explota hoy en día.
En esta nueva época de violencia, sólo la estrategia de Assad permite mantenerse en pie y preservar la libertad.
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La estrategia del caos dirigido

Estados Unidos y la OTAN siguen extendiéndose por el mundo mediante la estrategia ‎Rumsfeld/Cebrowski de destrucción de las estructuras del Estado en los países ‎no integrados a la globalización económica. Y en ese proceso están manipulando a ‎los europeos con la fábula de la «amenaza rusa», sin importarles alimentar el ‎peligro de guerra.

 | ROMA (ITALIA)
2019

odos contra todos. Esa es la imagen que proyectan los medios de difusión del caos que ‎se extiende a lo largo del sur del Mediterráneo, desde Libia hasta Siria. Hasta Washington ‎parece impotente ante esa situación. ‎
Pero la realidad es diferente. Washington no es un aprendiz de mago incapaz de controlar las ‎fuerzas que antes puso en marcha. Es más bien el motor de una estrategia –la estrategia del ‎caos– que, mediante la destrucción de Estados enteros, provoca una reacción en cadena de ‎conflictos que utiliza siguiendo la antigua estrategia: «divide y vencerás». ‎
Vencedores de la guerra fría, en 1991, Estados Unidos se autoproclamó «único Estado con una ‎fuerza, un alcance y una influencia multidimensionales –política, económica y militar– realmente ‎mundiales» y se propuso «impedir que cualquier otra potencia hostil domine una región –Europa ‎occidental, el este de Asia, el territorio de la antigua Unión Soviética y el Medio Oriente– cuyos ‎recursos bastarían para generar una potencia mundial». ‎
Desde entonces, Estados Unidos y la OTAN bajo sus órdenes han fragmentado y destruido uno ‎a uno mediante la guerra los Estados considerados como obstáculos para la realización de ‎su plan de dominación mundial –Irak, Yugoslavia, Afganistán, Libia, Siria y otros– mientras que ‎mantiene en su punto de mira a otros Estados más –como Irán y Venezuela. ‎
En esa misma estrategia se inscribe el golpe de Estado que Estados Unidos y la OTAN ‎orquestaron en Ucrania para provocar en Europa un regreso a la guerra fría destinado a aislar ‎a Rusia y a reforzar la influencia estadounidense en el continente. ‎
Mientras que la atención político-mediática se
concentra en el conflicto libio, se mantiene en la ‎sombra el escenario cada vez más amenazante de la escalada de la OTAN contra Rusia. ‎La reunión de los ministros de Exteriores de los 29 países miembros de la OTAN, realizada ‎en Washington el 4 de abril, para celebrar los 70 años de ese bloque militar, afirmó nuevamente –‎sin prueba alguna– que «Rusia viola el Tratado INF [1] desplegando en Europa nuevos misiles con ‎capacidades nucleares». ‎ ‎
Sólo una semana después, el 11 de abril, la OTAN anunció que «la actualización» del sistema ‎estadounidense AEGIS de «defensa antimisiles», con base en Deveselu (Rumania), tendrá lugar ‎este verano y aseguró que ese proceso «no aportará ninguna capacidad ofensiva al sistema». ‎
El hecho es que ese sistema, instalado en Rumania y Polonia así como en navíos, es capaz de ‎lanzar no sólo misiles antiaéreos sino también misiles nucleares. Moscú ya advirtió que ‎si Estados Unidos despliega misiles nucleares en Europa, Rusia tendrá que desplegar –en suelo ‎ruso– misiles similares que apuntarán a las bases europeas. El resultado de todo esto es un ‎crecimiento de los fondos que los países de la OTAN destinan al sector de la «defensa» y los ‎presupuestos militares de los miembros europeos de la OTAN, más Canadá, aumentarán en ‎‎100 000 millones de dólares en 2020. ‎
En su reunión del 4 de abril en Washington, los ministros de Exteriores de la OTAN ‎se comprometieron principalmente a «enfrentar las acciones agresivas de Rusia en el ‎Mar Negro» mediante la adopción de «nuevas medidas de apoyo a nuestros cercanos asociados, ‎Georgia y Ucrania». ‎
Al día siguiente, decenas de barcos de guerra y de cazabombarderos de Estados Unidos, Canadá, ‎Grecia, Holanda, Turquía, Rumania y Bulgaria iniciaron en el Mar Negro un ejercicio aeronaval de ‎la OTAN al borde de las aguas territoriales de Rusia, a partir de los puertos de Odesa (Ucrania) y ‎de Poti (Georgia). Simultáneamente, más de 50 cazabombarderos de Estados Unidos, Reino ‎Unido, Francia y Holanda emprendían simulacros de «misiones aéreas ofensivas de ataque contra ‎objetivos terrestres y marítimos» despegando desde un aeropuerto holandés y realizando ‎aprovisionamiento en vuelo. También se supo que la OTAN enviará varios cazabombarderos ‎‎Eurofighter italianos a realizar nuevamente misiones de patrullaje sobre la región báltica ante la ‎‎«amenaza» de los aviones rusos.‎
La cuerda está cada vez más tensa y puede romperse (o puede ocurrir que alguien la rompa) en ‎cualquier momento arrastrándonos a todos a un caos mucho más peligroso que el de Libia.

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En el libro La doctrina del shock  El auge del capitalismo del desastre, Naomi Klein  propone que las políticas económicas del Premio Nobel Milton Friedman y de la Escuela de Economía de Chicago han alcanzado importancia en países con modelos de libre mercado NEOLIBERAAALES no porque fuesen populares, sino a través de impactos en la psicología social a partir de desastres o contingencias, provocando que, ante la conmoción y confusión, se puedan hacer reformas impopulares

Para el imperialismo se trata de dividir el mundo en dos: una zona estable que goza de los beneficios del sistema y otra zona dónde el caos alcanza proporciones tan espantosas que nadie piensa ya en resistir sino sólo en sobrevivir, zona dónde las transnacionales pueden extraer las materias primas que necesitan sin rendir cuentas a nadie.




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