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Primero, porque el hombre no tiene naturaleza debido a que no es --mentalmente-- un producto de ella, sino cultural: el hombre hace al hombre, y el habla --la comunicación-- es producto de ello-- (si al nacer se separa un niño de su grupo humano y logra sobrevivir, queda convertido en un caso teratológico: ni piensa, ni habla, ni posee ninguna de las características del "sapiens", por lo que, obviamente, no puede ser el resultado de una 'evolución natural') Pero esto, naturalmente, es incambiable, no podemos hacer retroceder la 'embriológica recapitulación' que tiene lugar en el vientre materno. Lo transcendental es en qué clase de mundo aparece la criatura humana, en qué clase de época y en qué tipo de sociedad. Y en la DEBACLE de nuestro PRESENTE histórico,
se nos hace fácil creer que la esperanza es lo primero que se pierde,. al ver, sentir, padecer y aprehender éste DESHUMANIZADO carnaval. |
Koestler llego a la misma conclusión
que Oscar Kiss Maerth
sin tener que recurrir al canibalismo:
Callejón sin salida o Aberración Biológica
Admitiendo que la evolución no es lineal ni contínua, Koestler pensaba que el hombre podía haber sido un callejón sin salida o una aberración biológica.
Los sacrificios humanos, la guerra, el genocidio, la tortura y la crueldad mostraban un permanente desfase entre la razón y la emoción que es capaz de pervertir todas las creaciones de la inteligencia.
Según Koestler, el crecimiento explosivo de la corteza cerebral era algo muy reciente en la evolución; la corteza pensante se enmarcaba en estructuras más arcaicas, que no llegaba a controlar.
El lenguaje, por ejemplo, --aprendizaje cultural-- no sólo le servía al hombre para canalizar el pensamiento; también le permitía matar en aras de una abstracción o le servía para crear barreras étnicas.
Para Koestler, hasta la dependencia de las crías humanas de los adultos, algo que suele ubicarse en el origen de la sociedad, era la raíz de esa devoción con que se justificaban los peores crímenes
Iba más lejos que Freud, quien en definitiva abogaba por darle más libertad al Yo racional mediante el psicoanálisis. Koestler, en cambio, parecía buscar el pecado original en la misma estructura del cerebro.
Había hecho suyo el modelo de Papez y MacLean, que es conocido como “cerebro triuno”, y fue su más decidido divulgador. Según MacLean, nuestro cerebro era algo así como un motor de Fórmula 1 montado sobre un chasis de Ford T, con la carrocería de un Citroën 2CV.
(Para Oscar Kiss, la analogía de los coches es sustituída por la sospecha que en sólo dos millones de años, en una evolución natural, no se puede haber pasado de 400-600 centímetros cúbicos de volumen cerebral al actual de 1.500. Solo la continua ingestión de cerebros pudo conducir a ello. Esta enorme masa cerebral se quedó comprimida en el contenedor oseo del craneo lo que produjo el corto-circuito del presente en nuestra especie...fácilmente de percibirse en nuestra historia y en nuestra actuación en el planeta)
El área más primitiva es el cerebro reptílico, el mismo que tenían los grandes saurios; sobre él está el cerebro límbico, que es propio de los mamíferos, y encima de todo el neocórtex, específicamente humano.
Koestler pensaba que éstos tres subsistemas no estaban integrados, y por momentos los niveles inferiores llegaban a imponerse sobre los superiores.
Ni callejon sin salida ni aberración biológica.
Pero lo que Koestler certeramente intuiyó es cuándo buscó el pecado original en la misma estructura del cerebro...porque esa original transgresión ancestral, en verdad, está en el mismo cerebro: en ese cerebro, en esa manzana que nos comimos y que colgaba del Arbol de la Ciencia del Bien y del Mal.
Pero, como decimos, ésto es incambiable.
Lo que si sería cambiable,
si nos dejaran los que controlan
y se benefician del carnaval,
es hacer un mundo al derecho
de este mundo al revés.
Y en esas vamos...