ignora el misterio de la espiga,
ignora el gemido de la parturienta...
dirá: amor, amor, amor,
aclamado por millones de moribundos...
dirá: paz, paz, paz,
entre el tirite de cuchillos
y melones de dinamita...
(Federíco García Lorca, 'Grito hacia Roma')
La Civilización Occidental,
esa sobre la cúal Ernesto Guevara
decía que esconde tras su vistosa fachada
un cuadro de hienas y chacales,
es muy particular,
muy particluar;
esconde cuadros
tras su fachada
difíciles de imaginar
y Sumos Pontífices
que bendicen crimenes
bajo melones de dinamita
que explotan cuándo
la mano que los detona
ya lejos está...
Esa Civilización que ahora
dice protegernos
para que no nos coma
el lobocorona global
que ahora asola
a los pueblos y rearma
un 'Nuevo Orden Mundial',
esa que ahora
nos tiene arrestados
--por nuestro bienestar--
soltandonos a cuenta gotas
para sopesar la obediencia
con la que aceptamos
la mordaza desde los pastos
al redil dónde nos ordeñaran,
esa cuyo Pastor, por connivencia,
sacraliza a los verdugos
de éste descuartizante carnaval.
Esa misma en la cúal,
su Santo Padre,
ese hombre vestido de blanco
que ignora el misterio de la espiga,
que ignora el gemido de la parturienta...
ese viejo de las manos traslucidas,
que dice: amor, amor, amor,
aclamado por millones de moribundos...
y paz, paz, paz,
entre el tirite de cuchillos
y melones de dinamita...
seguirá siendo el Ejecutivo Espiritual
de una colapsada civilización,
que, en su momento de privacidad,
recordando lo que esconde
como símbolo del mundo
que representa en su intimidad...
aún sigue sin creérselo:
que haya salido de Videla y Massera,
de aquella orgía de terror,
para verse ahora de Papa
como si nada hubiése pasado
y todo fuesen aspas de molino
que giranse siempre, siempre,
para olvidar el viento
y las huellas de su dirección...
A nosotros,
en otra clase de privacidad
que recoge lo colectivo
que llevamos dentro,
nos pasa lo mismo:
aún no lo creemos.