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Mi madre comenzó
de metafísica:
"Ay, que pena,
nacer para morir"
Y terminó
de mística:
"Ay, que pena,
morir para nacer"
Zurciendo el tiempo
paso por mis caminos,
llevando siempre
aguja e hilos,
huecos a rellenar,
rotos y vacíos a tapar
cuándo nos enfrentamos
a nosotros mismos,
sin presencias,
sin testigos,
esos jardines abandonados
donde un día sembramos
y nada ha crecido.
Y es entónces
cuándo cosemos las grietas
de nuestros vestidos
ya deshilachados
por la soledad
de nuestra interperie
que abre sus postigos.
Zurciendo el tiempo
pasamos por nuestros caminos,
a solas,
sin testigos
--cuándo los demás se han ido--,
cosiendo las ausencias
de nuestros cosmos sumergidos,
esos, que, invisibles,
se hacen tangibles al zurcirlos,
esos que hay que remendarlos
para sobrellevar
el fracaso de una civilización
que tirita de frío...
A solas,
siempre a solas,
sin presencias
sin testigos,
sin ese exterior teatral
dónde las máscaras
ya se han caído,
aqui,
aqui es dónde trabajan
las agujas y el hilo.
Zurciendo el tiempo
pasamos por nuestros caminos
tratando --inútilmente-- de ocultar
la fragilidad de nuestras ropas,
de nuestros vestidos,,
esos rotos
que de nuevas ropas
fingimos.