Es posible que muchas personas que se atreven a buscar más allá de lo que repite la propaganda oficial, se hayan asombrado e indignado al comprobar la colaboración directa de la UE y EEUU con el golpe fascista de Ucrania en 2014, que supuso la inclusión de las milicias nazis en el ejército y la policía, y que inició las masacres cotidianas en el Donbass que acabaron con la vida de 14.000 personas, según datos oficiales.
Como ocurrió con la pandemia Covid, construir un relato – exactamente el mismo en la mayor parte de los países – y repetirlo machaconamente por todos los medios de comunicación, aliñándolo oportunamente con la censura de posiciones discordantes y con la represión – es clave para no despertar al pueblo que pudiera hartarse de pagar con sus condiciones de vida las consecuencias de sus aventuras militares y, sobre todo, de hacer de «carne de cañón».
En el caso de Ucrania, desvelar que los aliados de las «potencias democráticas» exhiben cruces gamadas junto a la bandera de la OTAN, que persiguen la limpieza étnica de la población de cultura rusa, gitana, judía, o de raza «no ucraniana», que están usando de forma reiterada a la población como escudo y que exhiben en las calles, medio desnudos, con una bola en la boca, envueltos en plásticos y atados a señales de tráfico a quienes resisten, rompería en pedazos la propaganda oficial. Se desplomaría el discurso preñado de mentiras y medias verdades destinadas a justificar la política imperialista de la OTAN, y de una UE plenamente sometida a EE.UU, aún a costa de sus propios intereses.
¿No vería la opinión pública la situación en Ucrania de otra manera si se dijera que quienes están recibiendo las armas, el entrenamiento y el apoyo militar directo sobre el terreno – por ejemplo de un destacamento de la BRIPAC española – son los herederos directos de quienes colaboraron con Hitler en la gigantesca matanza llevada a cabo en la misma Ucrania, en Bielorrusia y en Rusia, que costó a la URSS 27 millones de muertos (la mayor parte población civil)? ¿Y si además se supiera que hay una Ucrania antifascista que resiste con las armas1 – que aún recuerda a sus familiares que vinieron a España a luchar contra el fascismo en las Brigadas Internacionales – y que miles de refugiados que huyen del fascismo armado y entrenado por la OTAN se refugian en Bielorrusia y Rusia?
Y, finalmente, ¿no cambiaría la percepción de la gente, no sólo de la situación en Ucrania, sino también de la naturaleza de los gobiernos y la gran mayoría de las fuerzas políticas de la UE, si se supiera que no sólo se trata de las nazis ucranianos, sino que los gobiernos de la UE, EE.UU y la OTAN llevan colaborando desde inmediatamente después de la II Guerra Mundial con los grupos nazis que han perpetrado los atentados terroristas más sangrientos en Europa?.
Los ejércitos secretos de la OTAN
En 2005, Daniele Ganser, historiador suizo, experto en relaciones internacionales y profesor de la universidad de Basilea, publica un libro con el mismo título2, resultado de un extenso trabajo de investigación sobre las relaciones entre la OTAN, las redes de organizaciones fascistas y los servicios secretos de multitud de países – muchos de ellos europeos – con el conocimiento y la colaboración de sus gobiernos. El resultado ha sido un listado enorme de atentados terroristas destinados a la desestabilización de gobiernos y, en general, a la «lucha contra el comunismo».
El elemento desencadenante de su investigación fue la confirmación realizada en 1990 por Giulio Andreotti, Primer Ministro de Italia, ante una Comisión de Investigación del Parlamento italiano, de la existencia de la Red Gladio. En ella, los servicios secretos italianos actuaban bajo las órdenes de la OTAN. Señaló además que la Red continuaba activa y que existían redes semejantes en muchos otras países.
En su informe Andreotti acreditó que la Red Gladio poseía una gran cantidad de armamento, facilitado por la CIA, que se escondía en 139 lugares, situados en bosques, campos, iglesias y cementerios y que incluía: «armas portátiles, municiones, explosivos, granadas de mano, cuchillos, dagas, morteros de 60 milímetros, fusiles sin retroceso calibre .57, fusiles con mirillas telescópicas, transmisores de radio, prismáticos y otros tipos de equipamiento diverso”.
Estas armas fueron utilizadas en atentados que sistemáticamente se atribuían a las Brigadas Rojas y que daban lugar a numerosas detenciones y medidas represivas entre las organizaciones obreras.
Loa terribles atentados de la Piazza Fontana de Milán, de la estación de Bolonia, de la PIazza de la Loggia de Brescia y varios más, que ocasionaron la muerte de 491 personas y heridas y mutilaciones a otras 1.891, junto a los asesinatos de jueces y periodistas que trataron de investigarlos, mostraron la autoría de la organización fascista Ordine Nuovo, en colaboración estrecha con la OTAN, la CIA y los servicios secretos italianos, con la connivencia de los gobiernos de turno.
En el marco de grandes movilizaciones obreras y populares contra la guerra del Vietnam, el objetivo de los atentados era, en palabras de un terrorista arrepentido, «presionar al gobierno italiano para que declarara el Estado de Emergencia y promover un régimen autoritario en Italia».
Ferdinando Imposimato, presidente honorario del Tribunal Supremo de Casación, análogo al Tribunal Supremo, resume los resultados de las investigaciones realizadas por él, en las cuales establece el papel de la OTAN, de Ordine Nuovo y de los servicios secretos militares en las masacres que ensangrentaron Italia. Transcribo sus palabras, que pueden consultarse aquí3 : «En el curso de las investigaciones que he realizado sobre las tragedias que han asolado Italia, desde los atentados de la Plaza Fontana, al del tren Italicus Express que enlaza a Roma con Munich, a la de la Plaza de la Loggia en Brescia, a la tragedia de Bolonia, y en el curso de cuyas investigaciones han sido asesinados mis colegas Giovannni Falcone, Paolo Borsellino y otros, se ha confirmado que el explosivo utilizado procedía de las Bases de la OTAN. (…) Todo ésto lo he escrito en un libro y nadie lo ha desmentido. En estas bases se reunían «terroristas negros», junto a representantes de la OTAN, mafiosos, políticos italianos y masones en la víspera de los atentados. Todo esto ha sido confirmado por testigos directos y se ha producido de forma ininterrumpida. (…) El problema es que el silencio de la prensa impide a la opinión pública conocer esta tremenda verdad: es la Operación Gladio, la que amenaza la paz y la seguridad y la que amenaza con desencadenar una gran guerra».
El listado de actuaciones de los llamados stay-behind, formula utilizada para establecer la citada colaboración entre la OTAN, los servicios secretos y las organizaciones fascistas locales para llevar a cabo acciones terroristas, en muchos casos consumadas, con el objetivo general de lucha contra el comunismo y la desestabilización de gobiernos, es larga: Francia, Austria, Suecia, Alemania, Noruega, Turquía, Argelia, Italia, Portugal, Grecia, Mozambique, Dinamarca, España (masacre de los abogados laboralistas de Atocha), Holanda, Bélgica, Suiza4.
Daniele Genser destaca que la primera intervención en una masacre popular tuvo lugar en Grecia todavía durante la II Guerra Mundial. La resistencia antifascista griega, al igual que en Francia e Italia – destaca Daniele Ganser – estaba impulsada por los comunistas. Tras haber derrotado definitivamente a las tropas fascistas, en 1944 se convocó una gran manifestación pacífica, preludio de una huelga general, en apoyo del poder popular victorioso. Las fuerzas armadas británicas, junto a la policía y los derechistas masacraron la manifestación con decenas de muertos y heridos. Tras ella, Churchil impuso la monarquía de la familia de la reina Sofía que fue expulsada definitivamente de Grecia tras el referéndum popular de 1974.
La OTAN, organización terrorista
Sirvan estas líneas para documentar la colaboración de la OTAN con organizaciones fascistas y con los servicios secretos de las potencias «democráticas» para impedir, precisamente, que organizaciones que legítimamente representan la soberanía popular, puedan acceder al poder. La dominación del capital y el imperialismo es su objetivo y para conseguirlo utilizan cualquier alianza que sirva a sus intereses.
El fascismo no es más que la forma concreta que utiliza el capital para someter a los pueblos. Como se decía en la película Novecento, «los fascistas no son como los hongos, que nacen así en una noche, no. Han sido los patronos los que han plantado a los fascistas».
Efectivamente, el imperialismo es el terrorismo. Sólo quienes no tengan memoria pueden pasar por alto, que tras la caída de la URSS, las guerras de destrucción perpetradas directamente por la OTAN o por sus países miembros camuflados en lo que llaman «coalición internacional» se han multiplicado dejando tras de sí millones de muertos, países destruidos y múltiples organizaciones terroristas que actúan a sus órdenes y a quienes financian, arman y entrenan.
La lista del horror es larga: Iraq (1991), Yugoslavia (1991 – 2001), Afganistán (2001), Iraq (2003), Libia (2011), Siria (2011), Yemen (2014). Gobiernos de países con una trayectoria criminal, como Colombia e Israel, que no ha dejado de masacrar al pueblo palestino desde 1948, actúan como miembros de facto de la OTAN5.
A esto hay que añadir la participación directa o encubierta de EEUU y las potencias europeas en multitud de golpes de Estado, instigación de guerras civiles, desestabilización de países, sanciones y bloqueos que han ocasionado la muerte de millones de personas, el hambre y la enfermedad en América Latina, África y Oriente Próximo.
En esta criminal historia de masacres hay que destacar la destrucción perpetrada por a OTAN, siendo su secretario general el dirigente del PSOE, Javier Solana, de la República Federal de Yugoslavia6. La participación directa de la UE, en alianza con los EE.UU de Bill Clinton, y con la OTAN contó con la participación sobre el terreno de los fascistas de Croacia, los Ustachis, aliados de Hitler y apoyados por los servicios secretos de la RFA desde 19797. Así mismo , la triple alianza occidental, se apoyó en una organización criminal, el Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) vinculada con todas las redes del narcotráfico de heroína procedentes de Afganistán y Turquía, para instalar la base militar de EE.UU mayor del mundo, Camp Bondsteel, bajo mando de la KFOR, es decir, de la OTAN.
Finalmente, tras el infame anuncio del Gobierno PSOE – Unidas Podemos de reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara, se informaba de la realización de prospecciones petrolíferas en aguas saharauis y de Canarias por empresas israelíes y del reino alahuita. Inmediatamente después se producía una «histórica» reunión de Israel, EE.UU, Egipto, Marruecos, Emiratos Árabes y Baréin (país que acoge a la V Flota de EE.UU), precisamente en el kibutz donde vivió Ben Gurión, el Primer ministro sionista que perpetró las más terribles masacres contra el pueblo palestino. En esta reunión, la primera que alía Estados árabes con Israel y EE.UU, se decidió crear una alianza militar, una mini – OTAN – según sus palabras – para enfrentar al Eje de la Resistencia, que con principios antiimperialistas y antisionistas agrupa a la resistencia palestina, Hezbolah y otras organizaciones marxistas y nacionalistas libanesas, Yemen, Siria e Irán.
Antimperialismo y antifascismo
La historia de la OTAN, y su alianza una vez más, con las más brutales organizaciones fascistas en Ucrania, nos marca el camino. Cuando un gobierno «progesista», miembro de la OTAN tras vulnerar todas y cada una de las condiciones del Referéndum de 1986, es el primer adalid de la misma y vende una propaganda de guerra que, además, está afectando directamente las condiciones de vida de la clase obrera y las clases populares no cabe otra respuesta que vincular la lucha antifascista y la lucha antiimperialista.
El apoyo militar de la UE, EE.UU y la OTAN a las organizaciones nazis que están masacrando a la Ucrania antifascista, a las mismas que colaboraron decisivamente con el fascismo alemán asesinando a millones de personas y que hoy practican los mismos métodos criminales contra la población civil ucraniana, debe ser enfrentado por las organizaciones antifascistas, y en general, por el movimiento obrero.
Es indispensable desmontar el discurso oficial de que las legítimas movilizaciones contra las gravísimas repercusiones sobre las capas populares de su opción belicista, como las sanciones a Rusia, son producto de la extrema derecha8. Son los gobiernos de la UE, incluido el nuestro, quienes son los responsables del sufrimiento del pueblo y quienes favorecen objetivamente el crecimiento de posiciones fascistas9. Son ellos, la OTAN, la UE y EE.UU quienes están armando y organizando a los nazis ucranianos contra la Ucrania antifascista.
Es hora de que nos apropiemos de nuestra historia, de la lucha general internacionalista y antifascista, que tantas raíces tiene en nuestra lucha obrera y popular, para rescatarla de quienes nos engañan y la usurpan para entregarla, precisamente, a los enemigos de cualquier proyecto de emancipación.
Hoy, como hicieron generaciones anteriores otras veces en nuestra historia, es preciso vincular la lucha obrera y popular en defensa de sus condiciones de vida, con la lucha antiimperialista, y contra quiénes se apoyan en organizaciones fascistas para llevar a cabo sus planes de dominación. Hoy, más que nunca, el lema es: Socialismo o barbarie.
* Ángeles Maestro es militante de la Coordinación de Núcleos Comunistas
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