Aún no se sabe quien conectó los cables eléctricos que conducían las palabras de Rajoy, desde el micrófono dónde pronunciaba su discurso, a las alcantarillas de la ciudad.
La cuestión fue que, según la invasión de ratas que ha anegado Madrid, parece ser que ni los roedores lo han podido soportar y, dejando los subterráneos de sus madrigueras, se han lanzado, despavoridas, por toda la ciudad.
Se le ha pedido a Rajoy que rectifique para que las ratas puedan volver a su lugar, pero se ha negado rotundamente argumentando que la racionalidad de sus palabras y propuestas es lo que necesita España en éstos momentos en el que él y su partido tienen que cumplir con lo encomendado por Su Majestad.
La Casa Real ha pedido, previo pago, un voluntario que se ofrezca como Flautista de Hamelin para deshacerse de las ratas, oferta a la cúal se ha ofrecido Alberto Garzón, pero el rey la ha rechazado aduciendo que no sería conveniente para la política española, en éstos críticos momentos, que Garzón colgara en Instagram su posible hazaña llevándose a las alcantarillas de nuevo a las ratas.
Y en esas estamos, camaradas.