Sunday, October 15, 2017
SON LAS DOCE Y CINCO MINUTOS DE LA NOCHE...
Son las doce y cinco minutos de la noche.
Ladra un perro.
Ladra el Universo.
Extrañas nubes tapizan el cielo.
El zumbido de la nevera es un barco de hielo.
También cantan y lloran los grillos
en sus escondites camineros.
Todo se ha detenido.
--Incluso el pensamiento--
Nada se mueve.
Descansa la locura
que siempre mantenemos.
Apuntalando lo eterno en el aquí y ahora
que, aunque todo parado,
sigue en movimiento.
--No se mueve ni una hoja
del árbol de los sueños--
Y nos hacemos la pregunta de preguntas
que siempre, siempre, nos está carcomiendo:
¿Qué es el hombre?
¿Qué somos?
¿Qué hemos hecho con nuestros Vientos?
Comenzamos golpeando una piedra
para hacer una herramienta
--¿por qué--
y llegamos a fotografiar una galaxia
a trece mil cuatrocientos millones años-luz
de distancia de nosotros
--¿para qué?--
y no sabemos como comportarnos
con nuestros semejantes
a un metro de distancia de nosotros
--¿cómo es posible éste desconcierto?--
Ladra el perro insistentemente
Quizás él sepa la respuesta y nos advierte;
también el Universo,
las nubes,
la noche,
el zumbido de la nevera,
los grillos...
todos saben la respuesta y nos advierten
de que tenemos que fotografiarnos
a nosotros mismos antes de que no podamos
revelar los negativos de nuestras perturbadas mentes
que giran desorientadas sin hallar lo que queremos.
¿Adónde va todo ésto,
que propósito y sentido tiene todo éste carnaval
de cimas y corrientes
que comenzamos tallando una piedra
para después fotografiar lejanías
que no nos conciernen
en lugar de acercarnos a nosotros mismos
y construir un mundo mas racional,
decente y ajustado a nuestros genuínos deseos?
¿Qué es el hombre?
¿Qué somos en la cima de todas éstas pendientes
por dónde rodamos y caemos sin saber
qué carajo es ésta extraña especie
cada vez más insatisfecha y sin con-suelos?
Son las doce y media de la noche
--el reloj no perdona;
la noche tampoco--
En contra tenemos el tiempo.
Tendremos que darnos prisa
en fotografiar lo que nos queda hasta el Big-Bang,
hasta nuestros comienzos,
antes de que el final se nos revuelva
y nos pida cuentas del fracaso
de todo lo que hemos hecho.
¿Cómo es posible que sepamos tanto
y seamos tan estúpidos?
¿Cómo es posible que hayamos ido tan lejos
y necesitamos muletas para dar tres pasos de ciegos?
¿Cómo es posible que sigamos siendo
un tabú para nosotros mismos
sin querer conocernos?
¿Cómo es posible que con tantos espejos
como tenemos sigamos sin vernos?
¿Es que presentimos que no será de nuestro agrado
lo que en la luna de nuestros escaparates reflejemos
y nos veremos obligados a borrar todos los cuentos
con los que nos hemos dormido estando despiertos?
Son las doce y cuarenta minutos de la noche.
Ladra un perro.
Ladra el Universo.
Y sigue retumbando la misma pregunta
que llevamos colgada al cuello:
¿Qué es el hombre?
¿Qué somos?
¿Adónde va todo ésto?
¿A fotografiar una galaxia
a trece mil cuatrocientos millones años-luz de distancia
con una cámara que nos trae los mismos portentos
que aquí estamos destrozando?
Son las doce y cincuenta minutos de la noche.
Ladra un perro.
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