Cuando el cine se hace negocio familiar.
La madre, el hijo y la hija.
A pesar de que se logra una Naturalidad,
el tópico coloquial sustituye a la profundidad
Y Amen.
Si, autenticidad, pero de barrio,
de vecindad,
de patrones vendibles bien interpretados
que se puedan adornar, vender y comprar.
La madre, el hijo, la hija,
la santa trinidad,
empresa comunal.
(Mientras el padre, en su vida personal,
renunciando a la fama familiar,
cava en su huerto
ajeno a la gloria del trio colateral)
Y al final
--cuando creíamos que la película
debía terminar entrando el ataud
en el ajustado hueco del nicho--,
para endulzar el producto
y convertirlo en rentable mercancía,
para alegrar éstos tres días locos
que vamos a vivir, la madre,
la central-matriarcal figura de la película,
compra a un negro
con una pieza dental de oro y platino
para acostarse con él y gozar
del poco tiempo que ya le quedaba de vida.
Y aqui es cuándo el trabajo
de naturalidad cinematográfica llevado a cabo
queda demolido y arruinado,
cuándo la madre, el hijo y la hija,
santa trinidad,
descorren el velo
de lo que realmente pretendían:
vender a buen precio el tópico
que tras la autenticidad se escondía.
Y aqui es dónde el producto natural
de ésta película ecológica
se nos descompone
en su último Amen.
PD:
He vuelto a ver la película.
Hay que repensarlo todo en ésta vida.
Y añadimos:
Carmina y Amen representa --también-- un mundo en descomposición --España-- reflejado en la psicopatología y dislocación de los personajes del film
Nos gusta la fuerza matriarcal que representa la mujer en el personaje de Carmina.
Una película que sólo ha podido surgir del pathos andaluz dónde la densidad de la muerte cubre espacios sin límites. Por ello la película empieza con un muerto y termina con él.
Las escena del cementerio son meridianas al respecto.