In Memoriam
de Jesús Vázquez González,
36 años, carpintero.
La noche del velatorio
de un hombre vivo
es interminable
en el sufrimiento
y en el dolor.
El preso escribe y fuma,
pasan por su mente cuantas
cosas imaginables puedan figurarse;
las primeras horas son de una entereza
y de una hombría gallarda y desmedida.
Hay como dos corrientes
en punta y centrífugas a medida
que avanza la noche
hacia la madrugada
y la hora se acerca al fatídico final;
los nervios se quiebran,
y el Yo ya no se haya en el hombre,
hay como una nube de piedras
que le quiebra la respiración
y cubre a todo
su compuesto humano.
Se llega siendo,
pero no se es.Antes de la muerte,
el Yo ha muerto.
¿Cúantas miles de veces,
en la oscuridad
agónica de la soledad,
la noche del velatorio
de un hombre vivo,
que va a morir llevando razón,
ha debido ser la sentencia
que más nos quiebra
el alma y el corazón
sacandonos todo el espíritu
de nuestro Yo...y reduciendonos
a esa nube de piedras
que nos quiebra la respiración
y cubre a todo su compuesto humano...
dónde el cuerpo,
el animal que nos pose,
se olvida de la Dignidad
por la que se luchó,
y en el anonimato
de lo que nunca se sabrá,
un Yo cualquiera,
en un lugar cualquiera,
esperando la sentencia,
muere sin testigos
absorviendo su tragedia?
¿Cuántas miles de veces
habrá asistido el Universo
a esta indescriptible escena?
¿Hay Dolor más grande
que el de la INJUSTICIA
cuándo la muerte nos espera?
Aúnque son otros tiempos,
España, históricamente,
es un país de Yos muertos.
Cadáveres a desenterrar
que siguen en nuestras fosas,
cunetas y cementerios,
y una amnesia
que, pot terror y miedo,
sigue perdurando
como huellas arquetípicas
del temor innato
que llevamos dentro.
Tal vez llegue un día,
cuándo, cansados del silencio,
nuevas generaciones
revisen nuestro pasado
y resucitemos los Yos
que, ante la "saca"
que los llevó al cementerio,
nos rediman del trauma
que portamos sin saberlo...
