Saturday, July 22, 2017
EL BUDISMO ZEN (Hui-néng, el Sexto Patriarca)
La diferencia entre el Budismo
y el Budismo Zen es ésta:
Una vez le preguntaron a Buda quíen era,
qué representaba en realidad
Y, simplemente, respondió:
'Estoy despierto'
Pero el Budismo Zen dice:
El despierto, ronca.
El iluminado, ensombrece;
porque, por muy extraño que parezca,
en el Zen hay coincidencia
entre éstos opuestos,
Coincidentia oppositorum, C.O.
(El Budismo no admite
ésta Coincidentia;
no es dialéctico,
el Zen sí lo es)
Porque sin roncar y sin estar ensombrecidos
nunca podremos estar
ni despiertos ni iluminados.
Todo es un ojo,
que, primero,
pregunta,
busca,
estudia,
interroga y halla;
pero después hay que empujar
el ojo de lo hallado
para avanzar en el camino
dónde la C.O. establezca los parámetros
de la concomitancia de los contrarios
Solo, sólo entonces,
descansará el ojo que hemos empujado.
::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Cuando el monge Ming acudió a Hui-néng,
el Sexto Patriarca, para pedirle instrucción,
éste le dijo:
"Muestrame tu rostro original antes de que nacieras".
Ming no supo qué contestar.
El Maestro lo había desconcertado.
Se palpó el rostro,
bajo la mirada,
y se retiró en silencio
lo mismo que había venido.
Sin entender, algo había quedado grabado en su alma.
'Pensar en uno mismo antes de su nacimiento...absurdo',
se dijo.
Sólo la confianza en el Maestro le hacia no desechar
lo que le había preguntado y sugerido.
Asi ando Ming sus caminos,
palpándose el rostro,
cuestionándose a sí mismo,
sin hallar la salida,
pero no olvidándose nunca
del koan al cúal el Maestro le había inducido
Oyendo voces profundas que lo llevaban
a explorar paisajes a los que nunca había ido,
siempre sujeto al obstruso pasadizo
en el que su mente lo había metido.
Siempre palpándose el rostro,
con el que había nacido,
¿cómo imaginar otro rostro distinto?
'¿Qué cual era el rostro original
que tenía antes de haber nacido?'
A veces pensaba
'Pues ninguno'
'Lo no-existente no puede tener rostro,
no puede tener signo'
Pero todo ello le parecía demasiado simple,
demasiado lógico y racional
como para que el Maestro hubiera hecho de ello
algo mucho más profundo y distinto.
Asi ando Ming todos sus caminos,
palpándose el rostro,
pensando siempre en ello
como si todo fuese una pared a franquear
para ver que había al otro lado
y descifrar lo que el Maestro le había dicho.
Y asi fueron pasando los años,
los inviernos, los veranos,
las lluvias, los paisajes,
su vida, su destino
Y asi se fue haciéndo viejo,
palpándose el rostro,
ya arrugado,
descompuesto en tantas rayas
como reflexiones sobre el koan había tenido.
Y un día, palpándose el rostro,
comenzó a sentir que cada arruga,
cada raya de su cara
...le traía la imagen de aquel rostro
que, antes de nacer, había poseído.
'Voy a volver al rostro que antes de nacer he tenido
...y que nunca me ha abandonado
mientras he estado vivo'
Y quedó iluminado.
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