Oyendo en una entrevista a Eduardo Galeano, el jacobino metafísico uruguayo (tenemos muchas personalidades), me he acordado de Benedetti y de su atrayente e insinuador aforismo de arriba:
Entrevistadora:
La pregunta que yo le hacía cuándo lo leí en los setenta (Las venas abiertas de América Latina), cuándo se pensó que la respuesta a la opresión era la lucha armada, la revolución, y viéndo que ese camino ha fracasado, ¿qué respuesta hay hoy --en día-- dado que el problema parece que sigue siendo el mismo?
Eduardo Galeano:
No hay ninguna respuesta de veras válida para ninguna pregunta si la respuesta no es a su vez una pregunta.Yo no creo que la realidad pueda ser reducida a un esquema, asi...simplote, simplista, porque ella es una señora misteriosa, inasible, complicada, loca, huidiza; entonces, cada respuesta, cuándo es verdadera, de algún modo, de algún modo...es una nueva pregunta. Asi que es muy dificil decir el camino es éste o es aquel sin cometer un pecado de soberbia...o sea, estar indicandoles a los demás por dónde tienen que transitar. Yo soy completamente ajeno a ésta visión de las cosas; creo que las únicas certezas que valen la pena son las que desayunan dudas cada mañana.
https://youtu.be/mWgZ6l7bvD8
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Naturamente, ésto es pura metafísica discursiva sobre la concreta y demandante Realpolitik de la situación humana aqui en la tierra, en el mar y en el cielo, se esté dónde se esté.
Al otro lado, para Benedetti, cuándo tenemos respondida a la realidad, ésta, al cambiar --movimiento dialéctico de las cosas-- nos presenta otros desafios a superar, otras preguntas que tenemos que volver a contestar.
Para Galeano no hay ninguna respuesta de veras válida para ninguna pregunta si la respuesta no es a su vez una pregunta. Como vemos, ésto es un craso sofisma porque la respuesta no puede ser a su vez pregunta si con ella --con la respuesta-- se ha querido contestar adecuadamente a una determinada situación o problema; solo cuándo cambia la realidad a la que se respondió es cuándo surge el benedettiero 'cambiaron todas las preguntas', que, válidamente, tenemos que seguir respondiendo, claro.
Es la cadena dialéctica dónde cada sucesivo escalón es la negación del anterior, dónde se produce el cambio de todas las preguntas en el conocido proceso de tesis, antítesis y síntesis.
Ademas,
lo que no nos podemos explicar es como, don Eduardo, precisamente, el autor de 'Las venas abiertas de América Latina', libro en el que se plantea una específica denuncia con corolarios muy claros en sus concretas preguntas y con las determinadas respuestas implícitas en contestar la situación que se describe, nos pueda decir que no hay ninguna respuesta de veras válida para ninguna pregunta.
Lo que no podemos entender es que el autor de la empiríca y contundente realidad de esas "venas abiertas", con su pausada e impasible lógica, nos pueda decir que 'la realidad es una señora misteriosa, inasible, complicada y loca'...De ésta manera no nos extrañaría que Obama, al leer el citado libro que le dió Hugo Chávez (que en el Parnaso esté), hubiéra pensado, siguiendo la doctrina de don Eduardo, que la realidad de América Latina es también inasible, complicada y loca...y que su país no tiene nada que ver con todo ello...
Pero dónde don Eduardo, con su errónea ontología analítica, la caga es al expresar que, por lo tanto, 'es muy difícil decir el camino es éste o es aquel sin cometer un pecado de soberbia...o sea, estar indicandoles a los demás por dónde tienen que transitar'.
Entónces, todos los redentores,
revolucionarios,
guías,
líderes,
conductores,
maestros y faros de la humanidadad
han acarreado el pecado de la soberbia...
Toneladas de ésta soberbia nos hacen falta
más y más cada día.
¿Qué clase de olímpica burguesificación hermenéutica es ésta que, bajo el pecado capital de la arrogancia, nadie le puede indicar a los demás
por dónde transitar? ¿Que nadie nos indique el camino para quedarnos como estamos y a esperar? Pues suerte que, por ejemplo, Fidel, o Chávez, o tantísimos otros más, se lo indicaron a sus pueblos para poder llevar a sus respectivos navíos al puerto de la dignidad.
(Por eso, a pesar de ser amigo
del presidente Maduro y de Cuba,
don Eduardo nunca tuvo problemas
en conseguir el visado
para entrar en los USA
a vender sus libros)
¿ Que 'las únicas certezas que valen la pena
son las que desayunan dudas cada mañana'?
Nosotros decimos que las únicas certezas
que merecen la pena son las que desayunan,
almuerzan,
meriendan
y cenan,
evidencias,
determinaciones
y convicciones
para que, por si nos cambian las preguntas
los talabarteros de palacio
o los generadores de la dialéctica existencial,
sepamos extraer de esas convicciones,
con las que hacemos las cuatro comidas diarias,
las nuevas respuestas que vayan empedrando el camino que tenemos que recorrer
para que esas "venas abiertas",
en cualquier lugar,
en cualquier sitio,
se puedan algún día cerrar...