Friday, September 17, 2010
VIAJE A MEXICO
Bahia Kino Viejo. Al fondo, la isla de Alcatraz, reserva natural
Si, viaje a México, a Bahía Kino Viejo. (A)
"México, lindo y querido,
si muero lejos de ti,
que digan que estoy dormido
y que me traigan aqui"
Porque hay dos Kinos,
uno, el Nuevo,
el colonizado por los gringos,
apartheid del dinero y el violeta turismo,
y el otro, el real, el Viejo,
el de los buceadores
de almejas y callos de hacha,
el de los pescadores de redes
y curtidas atalayas,
el de las pangas,
motor fuera-borda
que corta el mar
en canales de plata.
Porque hay dos Kinos,
el Nuevo y, el otro, el del desempleo,
el de los chiriperos de playa,
el de los que viven esperando las pangas,
y ayudan a bajar la carga,
a traer la gasolina,
a colaborar en lo que haga falta,
y les pagan en camarones,
almejas, peces,
o lo que traíga la panga,
y, en tertulia, cerveza en mano,
-que nunca falte-
y un 'porro' que pasar
de mano en mano,
esperan mirando el mar
como miran los deshaucidos,
sin punto fijo,
en lontananza de tiempos
y destinos enyugados.
Uno de ellos,
con espadas en sus ojos,
me dice:
"-El presidente de México es un asesino,
el narcotráfico y la mafia es el gobierno-",
y los demas,
sin ganas de intervenir,
como si eso ya fuese requetesabido,
asientan con la cabeza
mirando el mar y la arena
como líquida y apagada respuesta.
"-Sabeís más que la televisión-",
digo desde el rincón
de mi condición.
Y sonríen sin energías,
cmo si ya, el humor,
a éstas alturas,
fuese un volcan apagado.
"-México es como Kino-",
prosigue el de las espadas en sus ojos,
"-hay uno de pobres,
el otro de ricos,
hambre y miseria
junto a ese Kino de los gringos;
si quieres te puedo llevar
ahí, ahí al lado,
dónde cientos de casuchas en las dunas
esperan todos los días
a comer algún pescado-";
los demás asienten
mirando el mar y la arena;
callos de hachas de piedra
surcan sus almas nuertas
dónde la suerte ya esta echada
sobre postigos cerrados.
Escapar es imposible.
El mundo es ya unas mandibulas
que los ha triturado.
"Mexico, lindo y querido,
si muero lejos de ti,
que digan que estoy dormido
y que me traígan aqui"
Paléchias.
Palechias es buzo,
desde un comprensor,
un extenso tubo de plástico
le lleva el aire que necesita
mientras está allá abajo;
tez curtida de soles,
luz y aminoácidos,
ácidos que la vida va acumulándo;
delgado, ágil, corazón callado,
hay en él una generodidad amordazada
que le surge por sus poros taponados;
va de anónimo por su mundo submarino
y por el de tierra que acoge sus pasos,
y, así, levanta los ojos al cielo, se persigna,
sumiso en sus paramos,
y dá a entender que todo está aceptado,
dios manda, hágase su voluntad,
todo esta determinado.
Mientras sus pulmones aguanten irá tirando,
nunca ha pasado de las primeras rayas,
pero en su semblante sigue el universo reflejado.
"-Ven, tengo unas almejas
que he sacado hoy en la panga de mi hermano.
Hoy hemos cogido cien kilos de almejas
y doscientos de callos-"
Bebera cerveza hasta la noche,
en la playa, con sus hermanos de destino
en éste cósmos dónde la indiferencia
y el embrutecimiento montan
la anestesia en todos los hipotálamos.
¿Hay algo más en su vida de buzo,
de hombre sumergido,
de lo que sus lacónicas palabras
nos traen al comunicarnos?
Yo lo aprecio mucho.
Una vez le mandé una postal de San Diego,
se sorprendió de que llegase a sus manos,
como si el correo en Kino Viejo
fuese un jeroglífico sin carteros
que asombrara a sus destinatarios.
Le digo que detrás de cada postal
hay siempre 'cloacas sin fotografiar',
y se ríe desafiándo la autoridad,
como si todos supíesemos de antemano
dónde está escondida la verdad.
Al írme le doy la mano.
La suya es fría y no aprieta la mía,
como si las profundidades marinas
se la hubiesen congelado.
Paléchias, cuídate:
¿hasta cuando podrás bajar al fondo del mar sin herirte?
"Mexico, lindo y querido,
si muero lejos de ti,
que digan que estoy dormido
y que me traigan aqui"
Fulgencio.
Tiene unos setenta años,
barba blanca,
cara negra,
vida roja,
palabras azules,
fondos de silencios y anonimatos.
Camina por la playa con un palo y un saco.
En el saco lleva una botella de vino,
se tira un trago,
guarda su botella,
y gesticula amarrado
a unos ojos que cruzaron la vida
desde caídos andamios:
"-Allí, donde vé usted, vivo yo;
es una casa vacía que cuído
a cambio de tener un lugar para dormir-"
La brisa marina se le enreda en su espíritu.
-"Mis hijos viven en Mazatlan,
pero yo quiero vivir y morir libre,
sin estorbar, ¿sabe usted?,
estorbar es lo peor que hay en la vida"-
La brisa se ha parado.
El mar ahora es un pozo
que se traga todos los naúfragos.
-"Yo trabajé de albañil de altura,
me casé, enviudé, ne volví a casar,
tuve muchos hijos, y ahora estoy solo,
todo pasó; en la vida todo pasa,
pero vivo sin estorbarle a nadie"-
La brisa se vuelve a levantar,
y la cara de Fulgencio,
tras su barba blanca,
tras su vida roja,
se ha hecho precaria eternidad.
-"Venga a visitarme,
no es muy lejos.
Allí, donde vé usted, vivo yo..."-
(Ni vé él,
ni veo yo,
pero no importa,
sólo cuenta la comunicación).
Y vuelve a gesticular amarrado
a unos ojos que cruzaron la vida
desde caídos andamios,
y se pierde andando sobre la playa desierta
sin que nadie perciba sus pasos.
Al cabo de un tiempo,
su silueta se hace tan sólo un bulto difuminado
que se va derritiendo camino de la casa vacía
que él dice está cuidándo.
La vida anónima de los seres humanos
que aparecemos y desaparecemos
sin que nadie ni nada
se dé cuenta de lo que ha pasado,
cómo un soplo de viento que se levanta
y se extingue antes de ser notado,
ahora,
la veo clavada,
como un puñal,
en aquella figura de Fulgencio
que se hace un bulto difuminado
que se aleja andando sobre la playa desierta
sin que nadie perciba sus pasos.
"Mexico, lindo y querido,
si muero lejos de ti,
que digan que estoy dormido
y que me traígan aqui"
Pinea.
Tiene...¿cuantos años-luz debe teber?
Vive en una casita cerca del mar.
Su mujer y sus hijos se fueron a los Estados Unidos.
pero él no ha querido ir.
-"Ya vendrán, ya vendrán.."-,
dice vengativamente como si dudara
de que para ese tiempo
el ya no estará aqui.
Dos únicos y largos dientes
le salen de su boca de anciano
como estileteses que nunca pudieron comer y digerir
y que, con el tiempo, han crecido,
como las raíces de árboles,
tratando de encontrar un alimento
que la dura existencia les negó adquirir.
Las arrugas de su cara es un mapa sin coordenadas
dónde se ubica la lucha por subsistir.
Sus palabras tienen un acento práctico
que el mar ha envuelto, con los años,
en ese flujo taimado que los polizones
adoptan en su escondite
para terminar la travesía sin ser arrestados.
-"Pase usted un día a visitarme. Estoy sólo.
Es mejor estar sólo, a fín de cuentas
es eso mismo lo que hacemos toda la vida, ¿no?"-
Sin embargo, hay quejas en sus palabras.
La soledad se queja mucho en sus contrarios.
La calor parece hacerle mas largos sus dientes.
-"Este pueblo es bueno. Mañana será el 'Grito';
el día de la independencia-"
-"¿No será la 'independencia' de tener que emigrar
a los Estados Unidos para ganarse el pan?-",
digo, no pudíendome aguantar,
poníendole un anzuelo dónde hacerlo picar.
Pero los largos y astutos dientes de Pinea
divergen hacia otra entidad.
-"¿Sabe usted? Es verdad.
Eso mismo pienso de mi familia:
ya volveran. Todos terminan regresando a México.
Sólo hay que esperar"-
El mar parece rehuírlo.
Pero está clavado allí cómo un pedestal,
en Bahía Kino Viejo,
tratándo de capear el temporal,
y en éstas artes marciales por la existencia
todo es legal.
"Mexico, lindo y querido,
si muero lejos de ti,
que digan que estoy dormido
y que me traigan aqui"
Unas gaviotas, ahora,
parecen cantarlo al pasar.
Tomo mi piragua y remo hasta la isla de Alcatraz.
Vuelvo.
Me meto en mi coche-cama
y me quedo escuchando,
cansado, en silencio,
la sinfonía rítmica de las olas del mar.
Ahora, cada nota de su musica
es un vibráfono dónde todas las piezas encajan
en un pentagrama ancestral:
lo único que no encaja
es el hombre,
ese río sin mar
siempre en meandros,
dando vueltas y revueltas,
sin poder desembocar, luchando,
entre los Kinos Viejos y Nuevos de su universo,
por hallar su curso natural...
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(A) Eusebio Francisco Kino, S. J. o Eusebio Francesco Chini (Segno, actual Taio, Italia, 10 de agosto de 1645 – Magdalena de Kino, Sonora, México, 15 de marzo de 1711), también llamado Padre Kino, fue un misionero jesuita italiano
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