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a derecha en España se resquebraja. La emergencia de Vox, encarna el nacional-catolicismo renovado y la esencia del franquismo sociológico. Hagamos historia.
Tras la muerte del dictador (1975), la reforma política (1976-1978) se impuso entre quienes habían prestado su apoyo al régimen. Para legitimar la reforma se ideó un relato ad-hoc dividiendo el país en tres opciones:
a) bunker involucionista, b) fuerzas reformistas de derecha e izquierda y c) la ultraizquierda republicana y rupturista.
La involución y el continuismo, se adjudica al bunker. Era la derecha fascista, nostálgica del pasado, atrincherada en el franquismo. Su representante Blas Piñar y Fuerza Nueva. Denostados por unos y otros, obtuvo un escaño en las elecciones generales de 1979. Sus banderas: la unidad de España, un estado confesional católico, la defensa de la familia patriarcal y una monarquía continuista. Contrarios a las autonomías, la ley del divorcio y el estado aconfesional. Hoy Vox retoma estas banderas, pero ya no es un bunker.
La reforma política recae en la suma de las derechas e izquierdas acotadas por detractores del franquismo y la izquierda legalizada, PSOE y PCE. Actúan en sincronía: todos contra el bunker. Ambos se deshacen de su pasado bajo el consenso por el cambio. Ni república, ni ruptura, ni democracia, ni franquismo ni nacionalcatolicismo. Monarquía parlamentaria. La izquierda rupturista fue tipificada como ultraizquierda, una opción residual poco realista, se dirá.
Así, la derecha se bifurca. Alianza Popular y Unión de Centro Democrático (UCD) encarnan la reforma.
La primera, en torno al dirigente más carismático del franquismo tardío, Manuel Fraga Iribarne. Ministro de la dictadura, hombre de confianza de las fuerzas armadas y poderes facticos. La segunda, bajo un presidente de gobierno electo por el rey, Adolfo Suarez, último secretario general del movimiento.
Lidera una amalgama de liberales, democristianos, falangistas tardíos, conservadores, socialdemócratas e independientes. UCD duró hasta el triunfo del PSOE en 1982. El abanico del poder legislativo se completa con los partidos de la derecha nacionalista y formaciones efímeras de coyuntura.
Franquistas, conservadores, democristianos, social-liberales, comparten objetivo, desplazar al PSOE del gobierno y refundar lo que pasará a denominarse centro derecha
. Todo confluye en el Partido Popular. La unidad de todas las derechas. Manuel Fraga cede su liderazgo. Una joven promesa y hombre de confianza de Fraga, asume el poder del partido, José María Aznar, cuya frase ¡Váyase señor González! le catapulta al éxito electoral en 1996.
Aznar promete regeneración política. La transición había concluido. Patria, familia, dios, rey son de su propiedad. Nada en sus extramuros. Una sola derecha. Con Aznar se inicia un proceso de involución política.
La ley del divorcio, el aborto, la ley de extranjería o la sanidad universal sufren recortes. Las negociaciones y pactos son a resultas de la pérdida de la mayoría absoluta de los dos partidos hegemónicos.
Los atentados terroristas de 2004 en la estación de Atocha y la mala gestión del PP le hacen perder las elecciones. El PSOE recupera el gobierno. Ley de memoria histórica, igualdad de género, minorías sexuales, cambios en educación y profundización del Estado de las autonomías, el consenso se rompe.
La crisis en 2008, afecta la percepción del país. El paro, la reforma laboral, el aumento de la pobreza, la corrupción y el descrédito político aumenta. El PSOE se enroca, y un sector se desgaja, surge UPyD.
La derecha vuelve al gobierno en 2011. Mariano Rajoy y el Partido Popular continúan la contrarreforma. España no es la misma. La inmigración de los cinco continentes cambia el paisaje cotidiano. Despierta un racismo adormecido e incubado en la idea de una España, grande y libre.
Cuarenta años de tiranía configuran una cultura autoritaria difícil de extinguir sin una voluntad política que la propicie. Y esa voluntad no existió. El nacionalcatolicismo y la patria siguen siendo un valor político electoral. La indignación y la protesta crecen dentro y fuera de los partidos. Una España en ciernes se atisba. Luego vendrán Ciudadanos, Podemos y Vox.
En 2013 surge Vox. Su Secretario General, Santiago Abascal, hasta ese momento diputado en el Parlamento Vasco y concejal del PP desde 1999, director de la Agencia de Protección de datos de la Comunidad de Madrid con el PP, bajo la presidencia de Esperanza Aguirre (2010-2012) se yergue como el defensor de la España que se desintegra. Abandona el partido. El PP pierde el patrimonio de los valores patrios. De sus entrañas son los dirigentes de Vox. Los casos de corrupción del PP, la cárcel para ex ministros, presidentes de comunidades y los escándalos de financiación ilegal, le hacen vulnerable. Vox recoge el testigo como partido de orden y progreso. Los doce escaños en las elecciones autonómicas de Andalucía son el espaldarazo para su proyecto. ¿Pero cuál? Esa es la otra parte de la historia donde no valen etiquetas ni descalificaciones.
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Roitman, después de trazarnos la clara epigénesis política de VOX, termina su artículo preguntandose sobre cúal será su proyecto de tal partido...bueno, dado el Dios, patria, familia y rey que componen sus entretelas --más los otros accesorios que pertenecen a los ya clásicos tópicos de su fascistoide arsenal discursivo--, no creemos que haya que ser un lince en ciencias políticas para saberlo.
Creemos que Vox seguirá subiéndo porque la publicidad que ha logrado arrancarle al régimen lo catapultará a ciertas cotas, pero es una organización a trastiempo histórico cuyo único atractivo real son los emigrantes que vienen a robarnos nuestros trabajos, la sanidad y las escuelas, algo que no le conviene mucho a la clase social dominante porque representa un ataque a su mano de obra barata, y sólo ésto les importa a sus miembros porque lo demás, eso de que vengan a robarnos nuestros trabajos...etc., etc., se las trae floja porque ellos tienen asegurados sus trabajos, su sanidad y sus escuelas. Asi que VOX, una vez pasada la novedad de su triunfo, quedará reducido a esos domésticos que en las carreras ciclistas trabajan tan sólo para los líderes del tête de peloton que en la burguesía siempre es la misma clase oligarca poseedora del çapital, y a la cúal el ángulo de alzada del brazo fascistoide, si es demasiado vertical, en éstos tiempos, acaba siendo un mal negocio plusvalia-tico. Eso si, lo que ocurrirá, en el plano de las alianzas con otros partidos del aquelarre capitalista, es que podran influenciar a que los discursos políticos se vean obligados a tener que responder a nuevas carnadas a la hora de pescar a sus votantes. Un lío. Como si no tuviésemos bastante con los que ya tenemos.