Friday, March 12, 2010
1.- SALIR DE LA MADRE BIOLOGICA-CULTURAL: EL "TRAUMA DE NACIMIENTO", NO: EL TRAUMA DE QUEDARSE DENTRO
Yo, saliendo un poco después de los nueve meses. (Foto tomada por mi padre)
Otto Rank fue uno de los primitivos discipulos de Freud y componente fundador del circulo de Viena que destacó por la publicación de un texto sobre mitología y psicoanálisis que es en la actualidad un clásico sobre el tema y que se titula “El mito del nacimiento del héroe” que serviria de base para que más tarde Joseph Campbell escribiera aquella obra maestra que se conoce con el nombre del “Héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito“, un texto fundacional entre la psicologia jungiana y la mitografia. Tanto Campbell como premonitoriamente hiciera Rank proponían una lectura del mito a la luz de las teorias psicoanalíticas las más conocidas de las cuales tienen en el mito edípico un punto de confluencia.
Pero Rank publicó en 1923 un libro que le puso contra las cuerdas de la crítica de su maestro, el libro “El trauma del nacimiento” vino a conmover las teorias freudianas acerca del complejo de Edipo hasta el punto que le valió “caer en desgracia” en el movimiento psicoanalítico que por aquel entonces mantenía una enorme intransigencia frente a las disidencias de los discípulos más aventajados y creativos de Freud.
Jung, Reich, Tausk y otros siguieron la misma senda que Rank: fueron expulsados o se distanciaron del psicoanálisis y de Freud causa de sus discrepancias con el maestro.
La idea de Rank era que el trauma más importante en la vida de una persona no era el complejo de Edipo sino el nacimiento, el momento del parto. Hoy algunos autores como Stanislav Grof tienden a pensar en términos perinatales y plantean que aunque el momento del nacimiento es una experiencia cercana a la muerte que indudablemente debe dejar alguna huella en el psiquismo humano, la idea debe extenderse al ambiente uterino inicial. La tendencia es a pensar el trauma desde el punto de vista del entorno que circunda al embrión y al feto durante todo el embarazo y los sucesos que acaecen en la madre durante este tiempo.
...............................................................................................
Hay quienes siempre han luchado y luchan por salir.
Somos los que, al revés de lo que nos dice Otto Rank en su 'trauma de nacimiento', el 'trauma' no es el salir: el trauma es el 'quedarse dentro'.
Es entonces cuando el salir se convierte en liberación.
El 'trauma' no es el acto de ser parido, el trauma es el encierro de quedarse atrapado y no encontrar la salida.
Pero se tiene que puntualizar que se está bien en la placenta.
Calentito,
sin hacer nada,
sin trabajar,
flotando en el océano interno maternal,
tan sólo esperando que el cuerpo que nos contiene
coma para poder almozar.
La vida intrauterina es uno de los mejores recuerdos que podemos llevar.
Y es por eso que la mayoría no sale nunca de aqui.
Y se entiende.
Son los que se acostumbran a la seguridad intrauterina, a la inercia de 'quedarse' en lugar de ariesgarse a 'salir'.
Pero se crece.
Se siguie creciendo pasando por todos los capitulos
de la recapitulacion desde el pez hasta el mono,
y, tarde o temprano,
la bolsa marsupial que nos acoje se queda muy reducida
para contener nuestro desarrollo personal
y no podemos crecer como es debido.
Y entonces surge el impulso irrefrenable de salir,
de dejar atras la oscura cueva que nos constriñe
cada vez mas y mas,
cada vez mas estrecha,
y ya no se cabemos en ella,
y empezamos a dar patadas,
a llamar a una puerta que no se abre,
y comezamos a ahogarnos,
y se nos despierta una incontrolable pulsión por salir,
por querer salir,
salir,
y cada vez con mas desesos y fuerzas,
con mas perentoriedad.
Y el salir se convierte en angustia,
en ansiedad.
A este 'salir' los fisicos lo llaman Velocidad de Escape
(Esta es la génesis de los fúturos nómadas,
los apátridas, los sin lugar,
los, como dice el Budismo Zen,
"Sin una teja sobre la cebeza,
sin un ladrillo bajo los pies".
O, como dice Cristo:
"Las aves del cielo tienen sus guaridas
y las aves del cielo sus nidos,
pero el hijo del hombre no tiene donde apoyar su cabeza"
...Y todo por querer salir...)
En mi caso particular las cosas se complicaron porque pasado ya el tiempo raglamentario aun luchaba por salir a la luz solar. Yo salí tarde.
Nunca lo podré olvidar.
Cuando me parieron ya era mayorcito,
pasado los nueves meses de marras,
habia rebasado, con mucho,
el tiempo normal en la talega de mamá.
Pertenezco a esa pleyade de los que lucharon
por mucho mas tiempo con la necesidad
de ver la Luz ancestral.
Por eso, para mi,
salir se convirtió en la cosa mas fundamental
que tenía que alcanzar.
Tanto fue asi que, cuando, al seguir creciendo,
al seguir desarrollándome
en la otra placenta social de la tribu donde vivia,
también fuí sintiendo que se me iba quedando corta, inadecuada, y empecé a dar las mismas patadas
que cuando estaba atrapado en la morada intrauterina,
y, naturalmente,
tambien comencé a axfisiarme en ella.
(Siempre termina uno axfisiandose en todas las placentas)
Y fue entonces cuando me dije a mi mismo:
"Esta vez sera diferente, esta vez no voy a sobrepasar el tiempo reglamentario para 'salir', esta vez, a la primera oportunidad salgo de aquí".
Y dicho y hecho.
Y salí
Y corte el subsiguente cordon umbilical.
Cuesta, cuesta mucho, no es fácil,
pero, "mutatis mutandi",
son escalones que debemos ir subiendo
si queremos navegar,
si queremos realmente 'salir' de la fuerza de gravedad,
('velocidad de escape', la llaman los fisicos)
y no quedarnos varados
en los arrecifes de crisálidas y capullos
donde nuestra quilla existencial
toca fondo y nos quedamos inmovilizados
en la infantil seguridad de la bolsa marsupial.
Y me fuí por el ancho y ajeno mundo,
dejándo atrás el lastre de la rutina carcelaria
de quedar en el restringido y agobiante
cubículo tribal marcando el paso con los demas.
¿Hay otra manera de tirar lastre y ascender
hacia nuevos espacios que nos hagan transcender?
Y salí.
Y ayer, al ver el billete de salida del cacharro volador
que tengo sobre la mesa, me dije:
'La felicidad es tener un billete de salida',
salir de la noria,
de la Rutina que nos encajona,
que nos encojona,
salir de las vueltas y revueltas
del unísono y monocorde con-cierto habitual,
salir de la Repeticion y la cotidianidad,
del 'sisifocansado',
del pleonasmo del pedo existencial,
siempre oliendo lo mismo,
siempre saliendo por el mismo orificio
que nunca podemos tapar.
Salir para viajar,
conocer,
comparar,
(el espiritu se agranda 'por comparacion')
experimentar,
llenar,
llenarse y enriquecerse con las diferentes ramas
del Arbol de la Humanidad
...salir del vientre uterino
donde se atrofiaba la espiral dinamica
de nuestra personalidad...
Y aqui esta mi confluencia con Dino:
los dos estabamos usando "el billete de salida"
cuando nos conocimos.
Desde entonces muchas salidas se han producido,
y ahora, en las corrientes del "rio sidhartiano"
("Sidharta", Heman Hess)
donde todos vamos corriente abajo,
este 'billete de salida' (sobre la mesa)
abre todas las compuertas
que siempre venimos aplazando,
las mismas que un dia,
en el vientre maternal,
para salir afuera,
pateabamos con tanta intensidad.
Otto Rank se equivocó:
el trauma no es el del nacimineto,
el de ser paridos y arrojados al mundo,
el trauma es el de ser concebidos
y quedarse, comprimidos y oprimidos,
en una estrecha concavidad maternal
en la que nunca nacemos de forma total.
El trauma es no salir.
Otto Rank fue uno de los primitivos discipulos de Freud y componente fundador del circulo de Viena que destacó por la publicación de un texto sobre mitología y psicoanálisis que es en la actualidad un clásico sobre el tema y que se titula “El mito del nacimiento del héroe” que serviria de base para que más tarde Joseph Campbell escribiera aquella obra maestra que se conoce con el nombre del “Héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito“, un texto fundacional entre la psicologia jungiana y la mitografia. Tanto Campbell como premonitoriamente hiciera Rank proponían una lectura del mito a la luz de las teorias psicoanalíticas las más conocidas de las cuales tienen en el mito edípico un punto de confluencia.
Pero Rank publicó en 1923 un libro que le puso contra las cuerdas de la crítica de su maestro, el libro “El trauma del nacimiento” vino a conmover las teorias freudianas acerca del complejo de Edipo hasta el punto que le valió “caer en desgracia” en el movimiento psicoanalítico que por aquel entonces mantenía una enorme intransigencia frente a las disidencias de los discípulos más aventajados y creativos de Freud.
Jung, Reich, Tausk y otros siguieron la misma senda que Rank: fueron expulsados o se distanciaron del psicoanálisis y de Freud causa de sus discrepancias con el maestro.
La idea de Rank era que el trauma más importante en la vida de una persona no era el complejo de Edipo sino el nacimiento, el momento del parto. Hoy algunos autores como Stanislav Grof tienden a pensar en términos perinatales y plantean que aunque el momento del nacimiento es una experiencia cercana a la muerte que indudablemente debe dejar alguna huella en el psiquismo humano, la idea debe extenderse al ambiente uterino inicial. La tendencia es a pensar el trauma desde el punto de vista del entorno que circunda al embrión y al feto durante todo el embarazo y los sucesos que acaecen en la madre durante este tiempo.
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Hay quienes siempre han luchado y luchan por salir.
Somos los que, al revés de lo que nos dice Otto Rank en su 'trauma de nacimiento', el 'trauma' no es el salir: el trauma es el 'quedarse dentro'.
Es entonces cuando el salir se convierte en liberación.
El 'trauma' no es el acto de ser parido, el trauma es el encierro de quedarse atrapado y no encontrar la salida.
Pero se tiene que puntualizar que se está bien en la placenta.
Calentito,
sin hacer nada,
sin trabajar,
flotando en el océano interno maternal,
tan sólo esperando que el cuerpo que nos contiene
coma para poder almozar.
La vida intrauterina es uno de los mejores recuerdos que podemos llevar.
Y es por eso que la mayoría no sale nunca de aqui.
Y se entiende.
Son los que se acostumbran a la seguridad intrauterina, a la inercia de 'quedarse' en lugar de ariesgarse a 'salir'.
Pero se crece.
Se siguie creciendo pasando por todos los capitulos
de la recapitulacion desde el pez hasta el mono,
y, tarde o temprano,
la bolsa marsupial que nos acoje se queda muy reducida
para contener nuestro desarrollo personal
y no podemos crecer como es debido.
Y entonces surge el impulso irrefrenable de salir,
de dejar atras la oscura cueva que nos constriñe
cada vez mas y mas,
cada vez mas estrecha,
y ya no se cabemos en ella,
y empezamos a dar patadas,
a llamar a una puerta que no se abre,
y comezamos a ahogarnos,
y se nos despierta una incontrolable pulsión por salir,
por querer salir,
salir,
y cada vez con mas desesos y fuerzas,
con mas perentoriedad.
Y el salir se convierte en angustia,
en ansiedad.
A este 'salir' los fisicos lo llaman Velocidad de Escape
(Esta es la génesis de los fúturos nómadas,
los apátridas, los sin lugar,
los, como dice el Budismo Zen,
"Sin una teja sobre la cebeza,
sin un ladrillo bajo los pies".
O, como dice Cristo:
"Las aves del cielo tienen sus guaridas
y las aves del cielo sus nidos,
pero el hijo del hombre no tiene donde apoyar su cabeza"
...Y todo por querer salir...)
En mi caso particular las cosas se complicaron porque pasado ya el tiempo raglamentario aun luchaba por salir a la luz solar. Yo salí tarde.
Nunca lo podré olvidar.
Cuando me parieron ya era mayorcito,
pasado los nueves meses de marras,
habia rebasado, con mucho,
el tiempo normal en la talega de mamá.
Pertenezco a esa pleyade de los que lucharon
por mucho mas tiempo con la necesidad
de ver la Luz ancestral.
Por eso, para mi,
salir se convirtió en la cosa mas fundamental
que tenía que alcanzar.
Tanto fue asi que, cuando, al seguir creciendo,
al seguir desarrollándome
en la otra placenta social de la tribu donde vivia,
también fuí sintiendo que se me iba quedando corta, inadecuada, y empecé a dar las mismas patadas
que cuando estaba atrapado en la morada intrauterina,
y, naturalmente,
tambien comencé a axfisiarme en ella.
(Siempre termina uno axfisiandose en todas las placentas)
Y fue entonces cuando me dije a mi mismo:
"Esta vez sera diferente, esta vez no voy a sobrepasar el tiempo reglamentario para 'salir', esta vez, a la primera oportunidad salgo de aquí".
Y dicho y hecho.
Y salí
Y corte el subsiguente cordon umbilical.
Cuesta, cuesta mucho, no es fácil,
pero, "mutatis mutandi",
son escalones que debemos ir subiendo
si queremos navegar,
si queremos realmente 'salir' de la fuerza de gravedad,
('velocidad de escape', la llaman los fisicos)
y no quedarnos varados
en los arrecifes de crisálidas y capullos
donde nuestra quilla existencial
toca fondo y nos quedamos inmovilizados
en la infantil seguridad de la bolsa marsupial.
Y me fuí por el ancho y ajeno mundo,
dejándo atrás el lastre de la rutina carcelaria
de quedar en el restringido y agobiante
cubículo tribal marcando el paso con los demas.
¿Hay otra manera de tirar lastre y ascender
hacia nuevos espacios que nos hagan transcender?
Y salí.
Y ayer, al ver el billete de salida del cacharro volador
que tengo sobre la mesa, me dije:
'La felicidad es tener un billete de salida',
salir de la noria,
de la Rutina que nos encajona,
que nos encojona,
salir de las vueltas y revueltas
del unísono y monocorde con-cierto habitual,
salir de la Repeticion y la cotidianidad,
del 'sisifocansado',
del pleonasmo del pedo existencial,
siempre oliendo lo mismo,
siempre saliendo por el mismo orificio
que nunca podemos tapar.
Salir para viajar,
conocer,
comparar,
(el espiritu se agranda 'por comparacion')
experimentar,
llenar,
llenarse y enriquecerse con las diferentes ramas
del Arbol de la Humanidad
...salir del vientre uterino
donde se atrofiaba la espiral dinamica
de nuestra personalidad...
Y aqui esta mi confluencia con Dino:
los dos estabamos usando "el billete de salida"
cuando nos conocimos.
Desde entonces muchas salidas se han producido,
y ahora, en las corrientes del "rio sidhartiano"
("Sidharta", Heman Hess)
donde todos vamos corriente abajo,
este 'billete de salida' (sobre la mesa)
abre todas las compuertas
que siempre venimos aplazando,
las mismas que un dia,
en el vientre maternal,
para salir afuera,
pateabamos con tanta intensidad.
Otto Rank se equivocó:
el trauma no es el del nacimineto,
el de ser paridos y arrojados al mundo,
el trauma es el de ser concebidos
y quedarse, comprimidos y oprimidos,
en una estrecha concavidad maternal
en la que nunca nacemos de forma total.
El trauma es no salir.
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