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PEDRO SANCHEZ RECULA ANTE EL FASCISMO

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ESTE "GAZA" LLEGA DEL CIELO POR LOS MISMOS QUE LO HACEN LLEGAR DESDE TIERRA

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ESTE ES EL CUADRO DE HIENAS Y CHACALES DE LA "CIVILIZACION OCCIDENTAL" POR EL QUE VOTAN LAS GENTES:


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LAS NEUROCIENCIAS ATACAN LA LUCHA DE CLASES

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ESPAÑA: EL GRAN HISTORICIDIO

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EL PAPA 'FRANCISCO' SE CONFIESA

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BOTELLAS HECHAS DE OTRAS BOTELLAS, HUMANOS HECHOS DE OTROS HUMANOS

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LOS DERECHOS HUMANOS BAJO LOS ESCOMBROS ESTAN MAS DERECHOS

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ISRAEL ATACA EL CONSULADO DE IRAN EN DAMASCO

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EL TERRORISMO IMPERIALISTA ACERCANDONOS AL ABISMO-Pinchar en la Imagen y SCROLL DOWN

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ATILIO BORÓN ANALIZA LAS ELECCIONES EN RUSIA SACANDONOS DEL BURDO ENGAÑO


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SI OMITIERAMOS ESTOS HORROROSOS CRIMENES, PARTICIPARIAMOS EN ELLOS, "PARTICEPS CRIMIS"

"NOT FOUND"... ¡MENTIRA!...ES QUE NO QUEREIS QUE VEAMOS EL INFINITO DOLOR QUE ESTAIS CAUSANDO! ARRIBA, PINCHAR EN ESTO: pic.twitter.com/XGlL5BYLTt Y DESPUES: View

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GAZA: ARCOIRIS APAGADO: LA LUZ HAN ASESINADO

¿Quedará todo Impune y nunca más podrán los pájaros volar? "Facit indignation versum"

FREE WORLD TOUR AND COLLAGE

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EL GRAN INFANTICIDIO

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AL GRANO: THE "AMERICAN LEADERSHIP" TIENE QUE SER PARADO O "LOS DAÑOS COLATERALES" SERAN EL COLAPSO

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LOS DAÑOS COLATERALES DE UNA GUERRA NUCLEAR SON LA HUMANIDAD


Fidel leyéndoselo a Michel Chossudovsky cuándo se entrevistaron en La Habana en el 2010

...¿SOMOS AUN CURABLES? NO, POR ESTO:

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¿DONDE EMPIEZA AUSCHWITZ? RESPUESTA: EN GAZA

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POR QUÉ ASESINÓ EL FRANQUISMO A LORCA

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"La situación del capitalismo hoy en día no es solamente una cuestión de crisis económica y política, sino UNA CATASTROFE DE LA ESENCIA HUMANA que condena, meramente, cada reforma económica y política a la futilidad e incondicionalmente DEMANDA UNA TOTAL REVOLUCION" Herbert Marcuse, 1932 (Acotado de: "Marx, Freud, and the Critique of Everyday Life", Bruce Brown; p. 14.) ¿Qué hubiese dicho hoy, 89 años después?

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¿HACIA LA IZQUIERDA O HACIA EL "SPREADING FREEDOM AROUND THE WORLD" DE LA DERECHA?




"UN SISTEMA ECONÓMICO CRUEL


AL QUE PRONTO HABRÁ

QUE CORTARLE EL CUELLO"

Federico García Lorca ('Poeta en Nueva York')

¡ QUÉ GRAN VERDAD !
PORQUE FUÉ ESE MISMO
SISTEMA ECONÓMICO CRUEL,
PRECISAMENTE,
¡ EL QUE LE CORTÓ EL CUELLO A ÉL !


Monday, September 6, 2021

ASI CONSTRUYE EL IMPERIALISMO A SUS GANGSTERS: ASHRAF GHANI...--SEGUNDA PARTE

Sentados frente a sus teclados en sus oficinas de Washington, durante dos décadas, los expertos con insignia de salón ayudaron a proporcionar la justificación política e intelectual para la continua ocupación militar de Afganistán. 

Los equipos de análisis que los emplearon parecían ver la guerra como una misión civilizadora neocolonial para promover la democracia y la ilustración entre un pueblo “atrasado”.

Fue en esta torre de marfil de universidades y equipos de análisis estadounidenses políticamente interconectados, durante sus 24 años en Estados Unidos, de 1977 a 2001, donde nació el político Ghani.

La poderosa Brookings Institution se encaprichó con Ghani. En un artículo del Washington Post de 2012, el director de investigación de política exterior del equipo de análisis, Michael E. O’Hanlon, de tendencia liberal-intervencionista, calificó a Ghani de “mago de la economía”. Pero la principal organización que ha promovido el ascenso de Ghani ha sido el Consejo Atlántico, el equipo de análisis de facto de la OTAN en Washington.

Las influencias y los patrocinadores de Ghani son claramente evidentes en su cuenta oficial de Twitter, donde el presidente afgano sólo sigue a 16 perfiles. Entre ellos, la OTAN, su Conferencia de Seguridad de Múnich y el Consejo Atlántico.

La colaboración de Ghani con el equipo de análisis se remonta a casi 20 años atrás. En abril de 2009, Ghani concedió una entrevista a Frederick Kempe, presidente y director general del Consejo Atlántico. Durante la entrevista, Kempe reveló que los dos hombres eran amigos y colegas desde 2003.

“Cuando llegué al Atlantic Council”, recordó Kempe, “creamos un consejo asesor internacional formado por presidentes y directores generales de empresas mundiales, así como por miembros del gabinete -ex miembros del gabinete de cierto renombre- de países clave. En aquel momento, no estaba tan decidido a que Afganistán estuviera representado en el consejo asesor internacional, porque no todos los países del sur de Asia están representados. Pero estaba decidido a tener a Ashraf Ghani”.

Kempe reveló posteriormente que Ghani no sólo era miembro del Consejo Asesor Internacional, sino que también formaba parte de un influyente grupo de trabajo del Consejo Atlántico denominado Grupo de Asesores Estratégicos. Además de Ghani, el comité incluía a ex altos funcionarios gubernamentales y militares occidentales, así como a dirigentes de importantes empresas estadounidenses y europeas.

Sin objetivos a largo plazo

Como miembro del Grupo de Asesores Estratégicos del Consejo Atlántico, Kempe dijo que él y Ghani ayudaron a dar forma a la estrategia del gobierno Obama para Afganistán. “Fue en este contexto en el que hablé por primera vez con Ashraf, y hablamos de que los objetivos a largo plazo no se conocían realmente. A pesar de todos los recursos que estábamos invirtiendo en Afganistán, los objetivos a largo plazo no estaban claros”, explicó Kempe.

En aquel momento, teníamos la idea de que debía haber un marco de diez años para Afganistán. Poco sabíamos que estábamos desarrollando una estrategia de campo. Pero de repente tuvimos un plan de Obama para dejar atrás esta estrategia de campo. Ghani publicó esta estrategia en el Atlantic Council en 2009, con el título “Un marco de diez años para Afganistán: ejecución del plan Obama… y más allá”.

En 2009, Ghani también fue candidato a las elecciones presidenciales afganas. Para ayudarle a dirigir su campaña, Ghani contrató al consultor político estadounidense James Carville, conocido por su papel de estratega en las campañas presidenciales demócratas de Bill Clinton, John Kerry y Hillary Clinton.

En su momento, el Financial Times describió favorablemente a Ghani como “el más occidental y tecnócrata de todos los candidatos a las elecciones afganas”. Pero el pueblo afgano no estaba tan convencido. Ghani fue finalmente aplastado en la carrera, quedando en un pésimo cuarto lugar con menos del 3% de los votos.

Cuando el amigo de Ghani, Kempe, le invitó a una entrevista en octubre de ese año, después de las elecciones, el presidente del Consejo Atlántico insistió: “Algunos dirían que hiciste una campaña fallida; yo diría que fue una campaña exitosa, pero no ganaste”. Kempe se deshizo en elogios hacia Ghani, describiéndolo como “uno de los funcionarios públicos más capaces del planeta” y “conceptualmente brillante”.

Kempe también señaló que el discurso de Ghani “debería hacer reflexionar a la administración Obama”, que se apoya en el Consejo Atlántico para ayudar a configurar sus políticas. “Antes de las elecciones, usted tenía doble nacionalidad estadounidense y afgana, pero uno de los sacrificios que hizo para presentarse a las elecciones fue renunciar a su nacionalidad estadounidense, por lo que me horroriza saber que entró aquí en Estados Unidos con un visado estadounidense-afgano”, añadió Kempe. “Así que el Consejo Atlántico va a trabajar en este asunto, ciertamente tenemos que rectificar esta situación”.

Ghani siguió colaborando estrechamente con el Consejo Atlántico en los años siguientes, realizando constantemente entrevistas y organizando actos con Kempe, en los que el presidente del equipo de análisis dijo en una ocasión: “En aras de una total transparencia, tengo que declarar que Ashraf es un amigo, un querido amigo”.

Hasta 2014, Ghani siguió siendo un miembro activo del Consejo Asesor Internacional del Consejo Atlántico, junto a numerosos ex jefes de Estado, el planificador imperialista estadounidense Zbigniew Brzezinski, el apóstol económico neoliberal Lawrence Summers, el multimillonario oligarca libanés-saudí Bahaa Hariri, el magnate derechista de los medios de comunicación Rupert Murdoch y los directores ejecutivos de Coca-Cola, Thomson Reuters, el Grupo Blackstone y Lockheed Martin.

Pero ese año, la suerte llamó a su puerta y Ghani vio su máxima ambición al alcance de la mano. Estaba a punto de convertirse en presidente de Afganistán, y de desempeñar el papel para el que las instituciones liberales estadounidenses de élite le habían entrenado durante décadas.

La historia de amor de Washington con el ‘reformista tecnócrata’

El primer dirigente de Afganistán después de los talibanes, Hamid Karzai, se señaló inicialmente como un fiel títere de Occidente. Sin embargo, al final de su gobierno en 2014, Karzai se había convertido en un “duro crítico” del gobierno de Estados Unidos, como dijo el Washington Post, “un aliado convertido en adversario en los 12 años de su presidencia.“

Karzai empezó a criticar abiertamente a las tropas de Estados Unidos y la OTAN por haber matado a decenas de miles de civiles. Estaba enfadado por la forma en que se le controlaba y buscaba más independencia, y se lamentaba: “Los afganos murieron en una guerra que no es suya”.

Washington y Bruselas tenían un verdadero problema. Habían invertido miles de millones de dólares a lo largo de una década en crear un nuevo gobierno a su imagen y semejanza en Afganistán, pero la marioneta que habían elegido empezaba a tirar demasiado de sus hilos.

Desde el punto de vista de los gobiernos de la OTAN, Ashraf Ghani era el sustituto perfecto de Karzai. Era la viva imagen de un tecnócrata leal, y sólo tenía un pequeño defecto: Los afganos lo odiaban. Cuando obtuvo menos del 3% de los votos en las elecciones de 2009, Ghani se presentó abiertamente como el candidato del consenso de Washington. Sólo contaba con el apoyo de unas pocas élites en Kabul.

Así que cuando llegó la carrera presidencial de 2014, Ghani y sus titiriteros occidentales adoptaron un enfoque diferente, vistiendo a Ghani con ropas tradicionales y salpicando sus discursos con un lenguaje nacionalista.

El New York Times insistió en que finalmente había dado en el clavo: “De tecnócrata a populista afgano, Ashraf Ghani se transforma”. El periódico relataba cómo Ashraf Ghani había pasado de ser un “intelectual prooccidental” que hablaba en “lenguaje tecnocrático (con frases como ‘procesos consultivos’ y ‘marcos de cooperación’)” a una mala copia de “populistas que hacen tratos con sus enemigos, se ganan el apoyo de sus rivales y apelan al orgullo nacional afgano”.

Aunque esta estrategia de “cambio de marca” permitió a Ghani quedar en segundo lugar, fue derrotado ampliamente en la primera vuelta de las elecciones de 2014. Su rival, Abdullah Abdullah, obtuvo el 45% de los votos frente al 32% de Ghani. Eso fue casi un millón de votos menos.

Sin embargo, en la segunda vuelta de junio, las tornas cambiaron repentinamente. Los resultados se retrasaron, y cuando se finalizaron tres semanas después, mostraron que Ghani había ganado por un asombroso 56,4% frente al 43,6% de Abdullah.

Abdullah afirmó que Ghani había robado las elecciones mediante un fraude generalizado. Sus acusaciones no eran ni mucho menos infundadas, ya que había pruebas sustanciales de irregularidades sistemáticas.

Para resolver la disputa entre Ghani y Abdullah, el gobierno de Obama envió al Secretario de Estado John Kerry a Kabul.

La mediación de Kerry dio lugar a la creación de un gobierno de unidad nacional en el que el presidente Ghani había aceptado, al menos inicialmente, compartir el poder con Abdullah, que ocuparía un papel de nueva creación, cuyo nombre reflejaba de forma transparente la agenda neoliberal de Washington: Director General, o “CEO de Afganistán”.

El secretario de Estado estadounidense John Kerry negociando con los candidatos presidenciales afganos Abdullah Abdullah (izquierda) y Ashraf Ghani (derecha) en julio de 2014.

Un informe publicado en diciembre por los observadores electorales de la Unión Europea concluyó que las elecciones de junio estuvieron efectivamente marcadas por el fraude generalizado. Más de dos millones de votos, más de una cuarta parte del total de votos emitidos, procedían de colegios electorales con claras irregularidades.

No estaba claro si Ghani había ganado realmente la segunda vuelta. Pero había llegado a la meta, y eso era lo único que importaba. Fue presidente. Y sus jefes en Washington se apresuraron a barrer el escándalo bajo la alfombra.

El Washington oficial alaba a Ghani a pesar del fraude y las meteduras de pata

Las elecciones aparentemente amañadas de 2014 apenas habían empañado la imagen de Ashraf Ghani en los medios occidentales. La BBC lo caracterizó con tres términos: “reformista”, “tecnócrata” e “incorruptible”. Estas palabras se convertirían en las descripciones favoritas de la prensa de un presidente que finalmente abandonó su país con el rabo entre las piernas y 169 millones de dólares robados.

The New Yorker, por ejemplo, describió a Ghani como “incorruptible”, y lo aclamó como un “tecnócrata visionario que piensa a veinte años vista”.

En marzo de 2015, Ghani voló a Washington para su último momento de gloria. Tras pronunciar un discurso ante una sesión conjunta del Congreso de Estados Unidos, el nuevo presidente afgano fue celebrado como un héroe que desvelaría la magia del libre mercado y salvaría a Afganistán de una vez por todas.

Los equipos de análisis y sus amigos de la prensa rebosaban de entusiasmo por Ghani. En agosto de ese año, el director de programas de la organización para el cambio de régimen financiada por el gobierno estadounidense, Jed Ober, publicó un artículo en Foreign Policy que reflejaba el amor de Washington por su hombre en Kabul.

Cuando Ashraf Ghani fue elegido Presidente de Afganistán, muchos en la comunidad internacional se alegraron. Sin duda, un antiguo funcionario del Banco Mundial con reputación de reformista era el hombre ideal para resolver los problemas más graves de Afganistán y restaurar la posición del país en la escena internacional. No había mejor candidato para introducir a Afganistán en una nueva era de buen gobierno y comenzar a ampliar los derechos y libertades que con demasiada frecuencia se han negado a muchos de los ciudadanos del país.

Sin inmutarse por las denuncias documentadas de fraude electoral, el Consejo Atlántico honró a Ghani en 2015 con su “Premio al Liderazgo Internacional”, celebrando su “desinteresado y valiente compromiso con la democracia y la dignidad humana”. El Consejo Atlántico señaló con entusiasmo que Ghani “aceptó personalmente el premio, que le fue entregado por la ex Secretaria de Estado Madeleine Albright el 25 de marzo en Washington, D.C., ante una audiencia de dirigentes, embajadores y generales de la OTAN”.

Albright, que había defendido públicamente la matanza de más de medio millón de niños iraquíes a causa de las sanciones estadounidenses, aplaudió a Ghani como un “brillante economista” y dijo que “ha dado esperanza al pueblo afgano y al mundo”.

La niña es artista en Nueva York

La ceremonia oficial del Consejo Atlántico tuvo lugar más tarde, en abril, pero Ghani no pudo asistir, y su hija Mariam recibió el premio en su nombre. Nacida y criada en Estados Unidos, Mariam Ghani es una artista afincada en Nueva York que encarna a la perfección todas las características de una hipster radlib que vive en un lujoso loft de Brooklyn. La cuenta personal de Instagram de Mariam presenta una combinación de arte contemporáneo minimalista y expresiones políticas seudo-radicales.

Con un estatus de élite dentro de la comunidad de activistas por el cambio de régimen de la “izquierda”, Mariam Ghani participó en 2017 en una mesa redonda en la Universidad de Nueva York titulada “Arte y refugiados: confrontación del conflicto con elementos visuales”, junto a la ilustradora belicista Molly Crabapple. Crabapple es miembro de la New America Foundation, una entidad financiada por el Departamento de Estado de Estados Unidos, en la que está apadrinada por el multimillonario y ex director general de Google Eric Schmidt. Ella y Mariam Ghani también han aparecido en una recopilación de artistas de 2019.

En la ceremonia del Consejo Atlántico de 2015 en Washington, D.C., mientras Mariam Ghani aceptaba orgullosa el máximo honor del equipo de análisis militarista de la OTAN para su padre, sonreía junto a otros tres galardonados: un alto general estadounidense, el director general de Lockheed Martin y el cantante de country de extrema derecha Toby Keith, que se había hecho famoso por gritar amenazas musicales ultranacionalistas contra árabes y musulmanes, prometiendo “meterles una bota en el culo” porque “así es el estilo americano”.

La comercialización del Presidente Ghani por parte del Consejo Atlántico se intensificó tras la ceremonia. En junio de 2015, el equipo de análisis publicó un post en su blog “New Atlanticist” titulado “FMI: Ghani ha demostrado que Afganistán está abierto a los negocios”. En él, el máximo responsable del Fondo Monetario Internacional en Afganistán, el jefe de la misión Paul Ross, se congratulaba de que Ghani había “señalado al mundo que Afganistán está abierto a los negocios y que la nueva administración está comprometida con nuevas reformas”.

El burócrata comenzó su intervención diciendo que el FMI era “optimista sobre el largo plazo” bajo el liderazgo de Ghani. De hecho, Ghani y su régimen títere tenían una especie de puerta giratoria con el Consejo Atlántico. Su embajador en Emiratos Árabes Unidos, Javid Ahmad, también era un miembro de alto nivel del grupo de expertos. Ahmad aprovechó su sinecura para publicar artículos de opinión en los principales medios de comunicación que describían a su jefe como un reformista moderado que pretendía “restaurar el debate civil en la política afgana”.

Foreign Policy había prestado a Ahmad un espacio en su revista para publicar un anuncio de campaña poco disimulado para Ghani en junio de 2014. El artículo cantaba sus alabanzas como “una alternativa intelectual, pro-occidental y altamente educada al viejo sistema de corrupción y señores de la guerra de Afganistán”.

En ese momento, Ahmad era coordinador del programa de Asia en el German Marshall Fund of the United States, un grupo de presión de la Guerra Fría financiado por los gobiernos occidentales. Al parecer, los editores de Foreign Policy no se dieron cuenta de que el artículo propagandístico de Ahmad incluía pasajes casi copiados al pie de la letra de la biografía oficial de Ghani.

En la cumbre de la OTAN de 2018, el Consejo Atlántico había organizado otra entrevista aduladora con Ghani. Alabando sus supuestos “esfuerzos de reforma”, el presidente afgano había insistido en que “el sector de la seguridad está experimentando una transformación, como parte de los esfuerzos contra la corrupción”. Y añadió: “Hay un cambio generacional en nuestras fuerzas de seguridad, y en el país en su conjunto, que creo que representa realmente una transformación”.

Estas afirmaciones jactanciosas no han envejecido bien.

El periodista que realizó la entrevista fue Kevin Baron, editor del sitio web Defense One, respaldado por la industria armamentística. Aunque la corrupción sistémica y la naturaleza ineficiente y brutal del ejército afgano eran bien conocidas, Baron no recogió estas observaciones.

En esta ocasión, Ghani rindió homenaje al equipo de análisis que le ha servido de fábrica de propaganda personal durante tanto tiempo. Al rendir homenaje al Director General del Consejo Atlántico, Fred Kempe, Ghani dijo: “Ha sido un gran amigo. Siento una gran admiración tanto por su erudición como por su gestión.

El idilio del Consejo Atlántico con Ghani continuó hasta el funesto final de su presidencia.

En 2019, Ghani fue invitado de honor en la Conferencia de Seguridad de Múnich (MSC), apoyada por el Consejo Atlántico y patrocinada por el gobierno alemán. Allí, el plutocrático presidente afgano pronunció un discurso que haría sonrojar hasta al más cínico pseudopopulista, declarando: “La paz debe centrarse en los ciudadanos, no en las élites”.

El Consejo Atlántico recibió a Ghani por última vez en junio de 2020, en un acto patrocinado por el Instituto de la Paz de Estados Unidos, vinculado a la CIA, y el Rockefeller Brothers Fund. Tras los elogios de Kempe como “voz líder de la democracia, la libertad y la inclusión”, el ex director de la CIA, David Petraeus, elogió a Ghani, señalando “el privilegio que ha supuesto trabajar con [él] como dirigente en Afganistán”.

Tras el atraco, el Consejo Atlántico da media vuelta

Sólo cuando Ghani robó abiertamente y huyó de su país en desgracia en agosto de 2021, el Consejo Atlántico se volvió finalmente contra él. Tras casi dos décadas de promoción, relaciones estrechas y admiración por él, el grupo de expertos reconoció finalmente que era un “sinvergüenza desbocado”.

Fue un giro dramático, de un equipo de análisis que conocía a Ghani mejor que cualquier otra institución de Washington. Pero también se hizo eco de los intentos desesperados por salvar la cara de muchas instituciones de élite estadounidenses que habían convertido a Ghani en su sicario económico neoliberal.

Hasta los infames últimos días de Ghani, Washington mantuvo su fe en él

La ilusión de Ashraf Ghani como genio tecnócrata continuó hasta el final de su desastroso mandato.

El 25 de junio, unas semanas antes de la caída de su gobierno, Ghani se reunió con Joe Biden en la Casa Blanca, donde el presidente estadounidense aseguró a su homólogo afgano el apoyo inquebrantable de Washington. “Vamos a estar a su lado”, dijo Biden. “Y vamos a hacer todo lo posible para que tengas las herramientas que necesitas”.

Un mes después, el 23 de julio, Biden repitió a Ghani en una llamada telefónica que Washington seguiría apoyándole. Pero sin los miles de tropas de la OTAN que protegían su seudo-régimen, los talibanes avanzaron rápidamente, y todo se derrumbó como un castillo de naipes en pocos días.

El 15 de agosto, Ghani huyó del país con bolsas de dinero robado. Fue una refutación surrealista de la narrativa, repetida hasta la saciedad por la prensa, de que Ghani era, como todavía decía Reuters en 2019, “incorruptible y erudito”.

Las élites de Washington no podían creer lo que estaba ocurriendo, negando lo que veían con sus propios ojos. Incluso el legendario activista progresista contra la corrupción, Ralph Nader, lo negó, refiriéndose a Ghani en términos cariñosos como un “ex ciudadano estadounidense incorruptible”.

Pocas personalidades han resumido mejor la podredumbre moral y política de los 20 años de guerra de Estados Unidos en Afganistán que Ashraf Ghani. Pero su historial no debe considerarse un ejemplo aislado.

Son el Washington oficial, su aparato de equipos de análisis y su ejército de turiferarios mediáticos los que han convertido a Ghani en lo que es. Este es un hecho que él mismo reconoció en una entrevista de junio de 2020 con el Atlantic Council, cuando dijo: “Permítanme primero rendir homenaje al pueblo estadounidense, a las administraciones estadounidenses, al Congreso de Estados Unidos y, en particular, al contribuyente estadounidense por sus sacrificios en sangre y dinero”.

Ben Norton https://thegrayzone.com/2021/09/02/afghanistan-ashraf-ghani-corrupt/

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Gracias mpr21
Gracias por habernos dado éste trabajo de Ben Norton
al que nosotros hemos títulado en nuestra "bitácora":
"Asi construye el imperialismo a sus gangsters"

Hemos preferido ésto a llamarlo "pelele" dado
que lo que realmente constituye Ghani es una pieza más del sofisticado y bien trabajado engranaje de la
Red Internacional del Crimen Organizado, RICO,
que es con lo que, eufemismos aparte, siempre nos
encontramos como el 'alma mater' de la funcionabilidad imperialista --el actual IV Reich-- en 
cualquier lugar del mundo.

Este segunda parte termina con estas líneas que reflejan, a su final, la naturaleza de lo que decimos:
"Pocas personalidades han resumido mejor la podredumbre moral y política de los 20 años de guerra de Estados Unidos en Afganistán que Ashraf Ghani.
Pero su historial no debe considerarse un ejemplo aislado"

Exáctamente:
"Pero su historial no debe considerarse un ejemplo aislado". La nauseabunda cloaca moral excede a Ghani. Y los records históricos --que aquí no vamos a detallar--, aparte de solipsismos y hermenéuticas personales, evidencian, una vez más, que Ghani es tan sólo una pieza más de la mencionada RICO del imperialismo en el mundo. 

¿Que no hay moderación en nuestra apreciación?
No solamente que no la hay, sino que nos quedamos cortos. Porque al respecto compartimos el sentir de Ernesto Guevara que en una carta a su madre, desde Mexico, el 15 de Julio de 1956, le escribió:
"No sólo no soy moderado
sino que trataré
de no serlo nunca,
y cuándo reconozca en mí
que la llama sagrada
ha dejado lugar
a una tímida lucecita votiva,
lo menos que pudiéra hacer
es ponerme a vomitar
sobre mi propia mierda".

Para los interesados en conocer 
más a Ben Norton 
(que escribe en inglés y español)
aquí falicitamos su blog: 

ASI CONSTRUYE EL IMPERIALISMO A SUS GANGSTERS: ASHRAF GHANI, EL HUIDO EX-PRESIDENTE DE AFGANISTAN--PRIMERA PARTE

Cómo se fabrica un pelele: 

el caso del Presidente afgano 

Ashraf Ghani 

(Primera Parte)


El antiguo Presidente pelele de Afganistán, Ashraf Ghani, es un ejemplo típico de las élites neoliberales que el imperio estadounidense selecciona, cultiva e instala en el poder para servir a sus intereses. Antes de robar 169 millones de dólares y de huir de su estado en desgracia, Ghani fue educado en universidades de élite de Estados Unidos, se le concedió la ciudadanía estadounidense, fue formado en economía neoliberal por el Banco Mundial, fue aplaudido en los medios de comunicación como un tecnócrata “incorruptible” y fue entrenado por poderosos equipos de análisis de Washington, como el Atlantic Council.

Ningún individuo es más emblemático de la corrupción, la criminalidad y la decadencia en el corazón de la ocupación estadounidense de Afganistán durante los últimos 20 años que el presidente derrocado Ghani.

Cuando los talibanes se hicieron con el control de su país el pasado mes de agosto, avanzando con el ímpetu de una bola de bolos rodando colina abajo, capturando muchas ciudades importantes sin disparar un solo tiro, Ghani huyó en desgracia.

Al parecer, el dirigente pelele apoyado por Estados Unidos huyó con 169 millones de dólares que robó de las arcas públicas. Amontonó el dinero en cuatro coches y un helicóptero antes de volar a Emiratos Árabes Unidos, que le concedió asilo por supuestos motivos “humanitarios”.

La corrupción del presidente ya se había revelado antes. Se sabía, por ejemplo, que Ghani había negociado acuerdos dudosos con su hermano y con empresas privadas vinculadas al ejército estadounidense para explotar las reservas minerales de Afganistán, estimadas en un billón de dólares. Pero su huida de última hora fue un paso más en la traición.

El chivo expiatorio

Los principales ayudantes y funcionarios de Ghani se volvieron rápidamente contra él. Su ministro de Defensa, el general Bismillah Mohammadi, escribió en Twitter indignado: “Nos han atado las manos a la espalda y han vendido la patria. Maldito sea el rico y su banda”.

Si la destitución de Ghani destaca como una brutal metáfora de la depravación de la guerra de Estados Unidos y la OTAN en Afganistán -y de cómo ha hecho muy, muy ricos a un puñado de personas-, la podredumbre se remonta mucho más atrás. Su ascenso al poder fue cuidadosamente gestionado por algunos de los más estimados y bien dotados equipos de análisis e instituciones académicas de Estados Unidos.

De hecho, los gobiernos occidentales y sus taquígrafos de los medios de comunicación dominantes tuvieron un verdadero romance con Ashraf Ghani. Era el chico del cartel de la exportación del neoliberalismo a lo que había sido territorio talibán, su Milton Friedman afgano, fiel seguidor de Francis Fukuyama, que pegó con orgullo su comentario en la contraportada del libro de Ghani.

Washington estaba encantado con la presidencia de Ghani en Afganistán porque por fin había encontrado una nueva forma de aplicar la agenda económica de Augusto Pinochet, pero sin el coste de relaciones públicas de torturar y masacrar a multitudes de disidentes en los estadios. Por supuesto, es la ocupación militar extranjera la que ha sustituido a los escuadrones de la muerte de Pinochet, los campos de concentración y los asesinatos con helicóptero. Pero la distancia entre Ghani y sus patrones neocoloniales ha ayudado a la OTAN a presentar a Afganistán como un nuevo modelo de democracia capitalista, exportable a otras partes del Sur.

Como versión sudasiática de los Chicago Boys, Ghani, que se había educado en Estados Unidos, creía profundamente en el poder del libre mercado. Para impulsar su visión, fundó un grupo de reflexión con sede en Washington, el Instituto para la Eficacia del Estado, cuyo lema era “Enfoques del Estado y el mercado centrados en el ciudadano”, que se dedicaba expresamente a hacer proselitismo de las maravillas del capitalismo.

Ghani expuso su visión dogmática neoliberal en un libro premiado y cómicamente titulado “Fixing Failed States” (el tomo de 265 páginas menciona asombrosamente la palabra “mercado” 219 veces).

No se puede exagerar la ironía del colapso del Estado que presidió personalmente, sólo unos días después de la retirada militar de Estados Unidos.

La instantánea y desastrosa desintegración del régimen títere de Estados Unidos en Kabul hizo que los gobiernos occidentales y los periodistas de los principales medios de comunicación entraran en pánico. Mientras buscaban frenéticamente a los culpables, Ghani surgió como un conveniente chivo expiatorio.

Lo que no se dijo es que esos mismos Estados miembros de la OTAN y los medios de comunicación habían elogiado durante dos décadas a Ghani como un tecnócrata desinteresado que luchaba valientemente contra la corrupción. Durante mucho tiempo fueron entusiastas patrocinadores del presidente afgano, pero lo abandonaron cuando dejó de ser útil, y finalmente reconocieron que Ghani era el fraude de siempre.

El caso es instructivo porque Ashraf Ghani es un ejemplo típico de las élites neoliberales que el imperio estadounidense selecciona, cultiva e instala en el poder para servir a sus intereses.

‘Made in USA’

No hay un punto en el que acabe Ashraf Ghani y empiece Estados Unidos; son imposibles de separar. Ghani es un producto político orgullosamente “Made in USA”.

Ghani nació en una familia rica e influyente de Afganistán. Su padre había trabajado para la monarquía del país y tenía buenas conexiones políticas. Pero dejó su país natal por Occidente cuando era joven.

En el momento de la invasión estadounidense en octubre de 2001, Ghani había vivido la mitad de su vida en Estados Unidos, donde había hecho carrera como académico y burócrata.

Ciudadano estadounidense hasta 2009, Ghani sólo decidió renunciar a su ciudadanía para presentarse a la presidencia del Afganistán ocupado por Estados Unidos.

Un vistazo a la biografía de Ghani muestra cómo se formó en un caldo de cultivo de las principales instituciones estadounidenses.

La cultura estadounidense de Ghani comenzó cuando estaba en la escuela secundaria en Oregón, donde se graduó en 1967. A continuación, estudió en la Universidad Americana de Beirut, donde, según el New York Times, Ghani “disfrutó de las playas del Mediterráneo, fue a bailar y conoció” a su esposa libanesa-estadounidense, Rula.

En 1977 Ghani regresó a Estados Unidos, donde pasó los siguientes 24 años de su vida. Obtuvo un máster y un doctorado en la elitista Universidad de Columbia, en Nueva York. ¿Su campo? La antropología, una disciplina profundamente infiltrada por las agencias de espionaje estadounidenses y el Pentágono.

En la década de los 80, Ghani encontró enseguida trabajo en las mejores escuelas: la Universidad de California, Berkeley y Johns Hopkins. También se había convertido en un habitual de los medios de comunicación estatales británicos, estableciéndose como uno de los principales comentaristas de los servicios Dari y Pachto de la BBC, vinculados a las agencias de inteligencia. Y en 1985, el gobierno estadounidense concedió a Ghani su prestigiosa beca Fulbright para estudiar las escuelas islámicas de Pakistán.

En 1991 Ghani decidió dejar el mundo académico y entrar en el mundo de la política internacional. Se incorporó a la principal institución encargada de imponer la ortodoxia neoliberal en todo el mundo: el Banco Mundial. Como ha ilustrado el economista político Michael Hudson, esta institución ha servido como brazo virtual del ejército estadounidense.

Ghani trabajó en el Banco Mundial durante una década, supervisando la aplicación de devastadores programas de ajuste estructural, medidas de austeridad y privatizaciones masivas, principalmente en el Sur, pero también en la antigua Unión Soviética.

Tras su regreso a Afganistán en diciembre de 2001, Ghani fue rápidamente nombrado ministro de Finanzas del gobierno títere creado por Estados Unidos en Kabul. Como ministro de Economía hasta 2004 y, finalmente, como presidente de 2014 a 2021, utilizó las maquinaciones que había desarrollado en el Banco Mundial para imponer el consenso de Washington en su país.

El régimen que Ghani ayudó a construir a Estados Unidos era tan caricaturescamente neoliberal que creó un puesto de alto funcionario llamado “Director General de Afganistán”.

‘Cómo reconstruir un Estado fallido’

En la década de 2000, con el apoyo de Washington, Ghani ascendió gradualmente en la escala política. En 2005, recibió un rito de paso tecnocrático al dar una charla TED, prometiendo enseñar a su audiencia “cómo reconstruir un Estado fallido”.

La charla ofreció una visión transparente de la mente de un burócrata formado en el Banco Mundial. Ghani retomó el argumento del “fin de la historia” de su mentor Fukuyama, insistiendo en que el capitalismo se había convertido en la forma incuestionable de organización social en el mundo. Según él, la cuestión ya no es qué sistema quiere un país, sino “qué forma de capitalismo y qué tipo de participación democrática”.

En un dialecto neoliberal apenas comprensible, Ghani dijo: “Tenemos que repensar la noción de capital” e invitó a la audiencia a debatir “cómo movilizar diferentes formas de capital para el proyecto de construcción del Estado”.

Ese mismo año, Ghani pronunció un discurso en la Conferencia de la Red Europea de Ideas, en calidad de nuevo presidente de la Universidad de Kabul, en el que explicó con más detalle su visión del mundo.

Elogiando al “centro-derecha”, Ghani dijo que las instituciones imperialistas como la OTAN y el Banco Mundial deben fortalecerse para defender “la democracia y el capitalismo”. Insistió en que la ocupación militar estadounidense de Afganistán era un modelo que podía exportarse a todo el mundo como parte de un “esfuerzo global”.

Durante la entrevista, Ghani también habló con cariño de su época de aplicación de la “terapia de choque” neoliberal de Washington en la antigua Unión Soviética: “En los años 90 […] Rusia estaba preparada para convertirse en democrática y capitalista y creo que el resto del mundo la defraudó. Tuve el privilegio de trabajar en Rusia durante cinco años en esa época”.

Ghani estaba tan orgulloso de su trabajo con el Banco Mundial en Moscú que, en su biografía oficial en el sitio web del gobierno afgano, se jactaba de haber “trabajado directamente en el programa de ajuste de la industria rusa del carbón”, es decir, de haber privatizado las enormes reservas de combustibles fósiles del gigante euroasiático.

Mientras Ghani se jactaba de sus logros en la Rusia postsoviética, UNICEF publicaba en 2001 un informe en el que se afirmaba que la década de privatizaciones masivas impuestas a la nueva Rusia capitalista había provocado un asombroso exceso de 3,2 millones de muertes, había reducido la esperanza de vida en cinco años y había sumido a 18 millones de niños en una profunda pobreza, con “altos niveles de desnutrición infantil”. La destacada revista médica Lancet también descubrió que el programa económico impuesto por Estados Unidos había aumentado la tasa de mortalidad de los hombres adultos rusos en un 12,8%, en gran parte debido a la asombrosa tasa de desempleo del 56,3% que había creado entre los hombres.

Teniendo en cuenta este odioso historial, tal vez no sea sorprendente que Ghani haya dejado Afganistán con unos índices de pobreza y miseria muy elevados.

El académico Ashok Swain, profesor de Investigación sobre la Paz y los Conflictos en la Universidad de Uppsala y titular de la Cátedra UNESCO de Cooperación Internacional en materia de Agua, señaló que durante los 20 años de ocupación militar de Estados Unidos y la OTAN, “el número de afganos que viven en la pobreza se duplicó y las zonas de cultivo de adormidera se triplicaron”. Más de un tercio de los afganos no tiene comida, la mitad no tiene agua potable, dos tercios no tienen electricidad”.

La amarga poción de libre mercado que el presidente Ghani ha hecho tragar a Afganistán ha tenido exactamente el mismo éxito que la terapia de choque neoliberal que él y sus colegas del Banco Mundial impusieron a la Rusia postsoviética.

Pero el humo y los espejos económicos de Ghani encontraron una audiencia entusiasta en la llamada comunidad internacional. Y en 2006, su perfil mundial había alcanzado tales cotas que se le consideró un posible sustituto del Secretario General Kofi Annan en las Naciones Unidas.

Mientras tanto, Ghani recibía grandes sumas de dinero de los Estados de la OTAN y de fundaciones respaldadas por multimillonarios para crear un think tank cuyo nombre será siempre cómico.

El campeón de los administradores de estados fallidos asesora a las élites sobre cómo “arreglar los estados fallidos”.

El Instituto para la Eficacia del Estado

En 2006 Ghani aprovechó su experiencia en la aplicación de políticas “proempresariales” en la Rusia postsoviética y en su propio país para cofundar un grupo de reflexión llamado Instituto para la Eficacia del Estado (ISE).

El ISE se presenta con un lenguaje que podría haber salido directamente de un folleto del FMI: “Las raíces del trabajo del ISE se encuentran en un programa del Banco Mundial de finales de los años 90 que pretendía mejorar las estrategias nacionales y la ejecución de los programas. Se centró en la creación de coaliciones para la reforma, la aplicación de políticas a gran escala y la formación de la próxima generación de profesionales del desarrollo.

El eslogan del equipo de análisis suena hoy como una parodia de un cliché tecnocrático: “Por unos enfoques del Estado y el mercado centrados en el ciudadano”.

Con sede legal en Washington, el Instituto para la Eficacia del Estado está financiado por un grupo de financieros de think tanks: gobiernos occidentales (Gran Bretaña, Alemania, Australia, Países Bajos, Canadá, Noruega y Dinamarca), instituciones financieras internacionales de primer orden (el Banco Mundial y la OCDE) y fundaciones empresariales multimillonarias vinculadas a los servicios de inteligencia occidentales (Rockefeller Brothers Fund, Open Society Foundations, Paul Singer Foundation y Carnegie Corporation of New York).

La cofundadora de Ghani era Clare Lockhart, una entusiasta del libre mercado, ex banquera de inversiones y veterana del Banco Mundial, que había pasado a ser asesora de la ONU para el gobierno afgano creado por la OTAN y a formar parte del consejo de la Fundación Asia, respaldada por la CIA.

La visión centrada en el mercado de Ghani y Lockhart se encapsuló en una asociación formada en 2008 entre su ISE y el Instituto Aspen, otro equipo de análisis neoliberal. Como parte de este acuerdo, Ghani y Lockhart dirigieron la Iniciativa de Construcción de Mercados de Aspen, que, según ellos, “crea diálogo, marcos y un compromiso activo para ayudar a los países a construir economías de mercado legítimas” y “pretende construir las cadenas de valor subyacentes y las instituciones e infraestructuras creíbles que permitan a los ciudadanos participar en los beneficios de un mundo globalizado”.

Cualquiera que pretendiera satirizar a un equipo de análisis de Washington podría haber sido acusado de caricatura si hubiera copiado y pegado la jerga de Ghani y Lockhart tal cual.

Ghani y Lockhart detallaron su visión tecnocrática del mundo en un libro de 2008 titulado “Fixing Failed States: Un marco para reconstruir un mundo fracturado”.

La exportación del modelo de los Estados fallidos

Además de su papel en la promoción de las reformas neoliberales en Afganistán, el ISE ha llevado a cabo programas similares en 21 países, como Timor Oriental, Haití, Kenia, Kosovo, Nepal, Sudán y Uganda. En estos países, el equipo de análisis dijo haber creado un “marco para entender las funciones del Estado y el equilibrio entre los gobiernos, los mercados y las personas”.

El primer texto que aparece en el interior es una nota introductoria del guía ideológico de Ghani, Francis Fukuyama, el experto que declaró célebremente que con el derrocamiento de la Unión Soviética y el bloque socialista, el mundo había llegado al “fin de la historia”, y que la sociedad humana se perfeccionaría bajo el orden democrático capitalista liberal dirigido por Washington.

Tras los elogios de Fukuyama se encuentra un elogioso respaldo del economista liberal peruano de derechas Hernando de Soto, autor del folleto “El misterio del capital: por qué el capitalismo triunfa en Occidente y fracasa en todas partes” (anticipo: de Soto insiste en que el problema no es el imperialismo). Este Chicago Boy había desarrollado la terapia de choque neoliberal para el régimen dictatorial peruano de Alberto Fujimori.

La tercera reseña sobre el libro de Ghani fue escrita por el vicepresidente de Goldman Sachs, Robert Hormats, quien insistió en que el libro “proporciona un análisis brillantemente elaborado y extraordinariamente valioso”.

El primer texto es de Fukuyama: “Ashraf Ghani es un profesional convertido en teórico. Basándose en su experiencia como primer ministro de finanzas de Afganistán después de los talibanes, desarrolla con Clare Lockhart un marco global para entender el problema de la construcción del Estado. Sostiene de forma convincente que este problema será el reto central que sustente el orden mundial en la era de la globalización, y ofrece soluciones prácticas para ello” – Francis Fukuyama, autor de State-Building: Governance and World Order in the 2 ISt Century

Fixing Failed States es una lectura insoportablemente aburrida, esencialmente una reiteración de 265 páginas de la tesis de Ghani: que la solución a prácticamente todos los problemas del mundo reside en los mercados capitalistas, y que el Estado existe para gestionar y proteger esos mercados.

En un largo y aburrido capítulo, Ghani y Lockhart escriben: “El establecimiento de mercados funcionales ha conducido a la victoria del capitalismo sobre sus competidores como modelo de organización económica al aprovechar las energías creativas y empresariales de un gran número de personas como actores de la economía de mercado.“

Los lectores de este festival neoliberal podrían haber aprendido lo mismo hojeando cualquier folleto del Banco Mundial.

Además de utilizar 219 veces variaciones de la palabra “mercado”, el libro utiliza 159 veces las palabras “invertir”, “inversión” o “inversor”. También está lleno de pasajes torpes, repetitivos y robóticos como éste:

Emprender estos caminos de transición ha requerido esfuerzos para superar la idea de que el capitalismo es necesariamente explotador y que la relación entre el gobierno y las empresas es inherentemente conflictiva. Los gobiernos de éxito han forjado asociaciones entre el Estado y el mercado para crear valor para sus ciudadanos; estas asociaciones son rentables desde el punto de vista financiero y sostenibles desde el punto de vista político y social.

Subrayando su celo ideológico, Ghani y Lockhart llegaron a afirmar una “incompatibilidad entre el capitalismo y la corrupción”. Por supuesto, Ghani demostró entonces lo absurdo de esta afirmación vendiendo su país a empresas estadounidenses en las que habían invertido miembros de su familia, proporcionándoles acceso exclusivo a las reservas minerales de Afganistán, y huyendo después a una monarquía del Golfo con 169 millones de dólares de fondos públicos robados.

Pero entre las élites de Washington, este risible libro ha sido calificado de obra maestra. En 2010, “Fixing Failed States” les valió a Ghani y Lockhart un codiciado 50 puesto en la lista de los 100 mejores pensadores del mundo de Foreign Policy. La revista de la élite empresarial describió su Instituto para la Eficacia del Estado como “el grupo de expertos en construcción del Estado más influyente del mundo”.

Silicon Valley también ha sido conquistado. Google invitó a los dos fundadores a sus oficinas de Nueva York para presentar las conclusiones del libro.

Ben Norton https://thegrayzone.com/2021/09/02/afghanistan-ashraf-ghani-corrupt/

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