¿Logrará pasar la limosina de los ricos el abismo que se abre ante la humanidad o el abismo es tan grande ya que nada ni nadie lo logrará pasar?
Tengo la concluyente impresión
que lo que lo que está viendo
el experimentadísimo ojo de Fidel,
ese mismo que señala su dedo índice,
no agrada mucho...que digamos;
vamos...que no tiene my "buena prensa"
ni en los altares del sacrosanto "progreso" burgués,
ni en las "Aleluyas" y "Te deums"
configurativos del subconscente colectivo
de los monaguillos y las amas de casa
...de ésta casa que se nos viene abajo,
claro.
al respecto lo que haya que hacer.
Jean-Paul Sartre lo llevó al podium del existencialismo:
'La esperanza de la desesperanza')
de las contundentes y probadas premisas
de Fidel, de sus empíricas observaciones
y los datos objetivos que se aportan
...pero...¡uy!...por ejemplo,
eso de "La marcha hacia el abismo",
para muchos, es harina de otro costal...
"Abismo"
¡Que palabra mas fea es esa para
la criatura hecha "A imagen de Dios"!
¿Porque como puede ser posible
que el ser mas inteligente
de la Tierra pueda estar cavándose
a sí mismo su propio abismo?
No puede ser.
Porque de ser asi sería,
en lugar del ser mas inteligente,
el más estúpido...y esto es inadmisible.
Y entonces, para defendernos
de tal "apocalíptica" y "derrotista" visión
--sin pararnos a Pensar, Estudiar
e Investigar si lleva con ello razón--,
se le adosa el San Benito de "fatalista",
"agorera", "pesimista", etc.,
que el vocabulario español es muy rico
en ésta clase de San Benitos.
Hay en los seres humanos,
tal vez debido a que el aparato psicológico
se mueve según la ley freudiana
de "reducción de tensiones"
--principio de Nirvana--,
una resistencia innata
--instinto de sobrevivencia--
a desnudar la realidad y verla
tal cómo es, porque, en verdad,
no es muy bella que digamos,
sobre todo en ésta epoca del "maletín nuclear"
y del colosal destrozo que se está haciendo
de las fuentes naturales que nos dan vida.
Y está muy bien.
Nos parece muy bien que nos agarremos
al lado bello de la estampita,
no hay nada de malo en ello,
máxime teniendo en cuenta
de que en la vida hay muchísimas
cosas hermosas y dignas.
Pero hay que tener mucho cuidado
porque, en este sentido,
podemos pasar muy fácilmente
del "Homo sapiens" al "Homo insipiens",
del 'Homo inteligente' al 'Homo estúpido'
...que es lo que, seguramente,
quiere el "status quo" que hagamos
para que lo dejemos en paz y no molestemos
con fidedignos análisis y deducciones lógicas
de éste aquelarre demencial y destructivo
en el que andamos metidos,
o, mejor, dicho,
en el que la Canibalística Tiranía de los Ricos (CTR)
--¡en nombre de la "democracia" y "libertad"!--
nos ha metido para que una pléyade
nade en el absurdo de una abundancia ya Sin Sentido.
Si.
La razón del pesi-mismo
y el pesi-mismo de la razón
no son lo mismo.
El primero es cuándo el Logos de la razón
sustituye al perjuicio pesimista
con la objetividad intrínseca
de los parámetros de sus axiomáticas premisas,
y entra de lleno, así, en el marco
del "Principium rationis sufficientis",
"el Principio de la razón suficiente" del "Homo sapiens",
y éste es el caso que nos describe Fidel
en "La marcha hacia el abismo".
Y el segundo, el pesi-mismo de la razón,
es cuándo aquel hipostasia a ésta
y la infesta y distorsiona
en aras superfluas de un opti-mismo coloquial
del "Homo estúpido", que es,
naturalmente,
el que más le conviene a la Dictadura Capitalista.
Gracias, Comandante,
Usted es de esos hombres
que se convirten en Faros
en la noche de tormenta,
en la noche de ésta "marcha hacia el abismo"
en un planeta, que, increíblemente,
como Usted muy bien dice,
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No hablo por supuesto de los que a lo largo de varios milenios convirtieron los asuntos públicos en instrumentos de poder y riquezas para las clases privilegiadas, actividad en la que verdaderos récords de crueldad han sido impuestos durante los últimos ocho o diez mil años sobre los que se tienen vestigios ciertos de la conducta social de nuestra especie, cuya existencia como seres pensantes, según los científicos, apenas rebasa los 180 mil años.
No es mi propósito enfrascarme en tales temas que seguramente aburrirían a casi el ciento por ciento de las personas continuamente bombardeadas con noticias a través de medios, que van desde la palabra escrita hasta las imágenes tridimensionales que comienzan a exhibirse en costosos cines, y no está lejano el día en que también predominen en la ya de por sí fabulosas imágenes de la televisión. No es casual que la llamada industria de la recreación tenga su sede en el corazón del imperio que a todos tiraniza.
Lo que pretendo es situarme en el punto de partida actual de nuestra especie para hablar de la marcha hacia el abismo. Podría incluso hablar de una marcha “inexorable” y estaría seguramente más cerca de la realidad. La idea de un juicio final está implícita en las doctrinas religiosas más extendidas entre los habitantes del planeta, sin que nadie las califique por ello de pesimistas. Considero, por el contrario, deber elemental de todas las personas serias y cuerdas, que son millones, luchar para posponer y, tal vez impedir, ese dramático y cercano acontecimiento en el mundo actual.
Numerosos peligros nos amenazan, pero dos de ellos, la guerra nuclear y el cambio climático, son decisivos y ambos están cada vez más lejos de aproximarse a una solución.
La palabrería demagógica, las declaraciones y los discursos de la tiranía impuesta al mundo por Estados Unidos y sus poderosos e incondicionales aliados, en ambos temas, no admiten la menor duda al respecto.
El primero de enero de 2012, año nuevo occidental y cristiano, coincide con el aniversario del triunfo de la Revolución en Cuba y el año en que se cumple el 50 Aniversario de la Crisis de Octubre de 1962, que puso al mundo al borde de la guerra mundial nuclear, lo que me obliga a escribir estas líneas.
Carecerían de sentido mis palabras si tuviesen como objetivo imputar alguna culpa al pueblo norteamericano, o al de cualquier otro país aliado de Estados Unidos en la insólita aventura; ellos, como los demás pueblos del mundo, serían las víctimas inevitables de la tragedia.
Hechos recientes ocurridos en Europa y otros puntos muestran las indignaciones masivas de aquellos a los que el desempleo, la carestía, las reducciones de sus ingresos, las deudas, la discriminación, las mentiras y la politiquería, conducen a las protestas y a las brutales represiones de los guardianes del orden establecido.
Con frecuencia creciente se habla de tecnologías militares que afectan la totalidad del planeta, único satélite habitable conocido a cientos de años luz de otro que tal vez resulte adecuado si nos movemos a la velocidad de la luz, trescientos mil kilómetros por segundo.
No debemos ignorar que si nuestra maravillosa especie pensante desapareciera transcurrirían muchos millones de años antes de que surja nuevamente otra capaz de pensar, en virtud de los principios naturales que rigen como consecuencia de la evolución de las especies, descubierta por Darwin en 1859 y que hoy reconocen todos los científicos serios, creyentes o no creyentes.
Ninguna otra época de la historia del hombre conoció los actuales peligros que afronta la humanidad. Personas como yo, con 85 años cumplidos, habíamos arribado a los 18 con el título de bachiller antes de que concluyera la elaboración de la primera bomba atómica.
Hoy los artefactos de ese carácter listos para su empleo ─incomparablemente más poderosos que los que produjeron el calor del sol sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki─ suman miles.
Las armas de ese tipo que se guardan adicionalmente en los depósitos, añadidas a las ya desplegadas en virtud de acuerdos, alcanzan cifras que superan los veinte mil proyectiles nucleares.
El empleo de apenas un centenar de esas armas sería suficiente para crear un invierno nuclear que provocaría una muerte espantosa en breve tiempo a todos los seres humanos que habitan el planeta, como ha explicado brillantemente y con datos computarizados el científico norteamericano y profesor de la Universidad de Rutgers, New Jersey, Alan Robock.
Los que acostumbran a leer las noticias y análisis internacionales serios, conocen cómo los riesgos del estallido de una guerra con empleo de armas nucleares se incrementan a medida que la tensión crece en el Cercano Oriente, donde en manos del gobierno israelita se acumulan cientos de armas nucleares en plena disposición combativa, y cuyo carácter de fuerte potencia nuclear ni se admite ni se niega. Crece igualmente la tensión en torno a Rusia, país de incuestionable capacidad de respuesta, amenazada por un supuesto escudo nuclear europeo.
Mueve a risas la afirmación yanki de que el escudo nuclear europeo es para proteger también a Rusia de Irán y Corea del Norte. Tan endeble es la posición yanqui en este delicado asunto, que su aliado Israel ni siquiera se toma la molestia de garantizar consultas previas sobre medidas que puedan desatar la guerra.
La humanidad, en cambio, no goza de garantía alguna.
El espacio cósmico, en las proximidades de nuestro planeta, está saturado de satélites de Estados Unidos destinados a espiar lo que ocurre hasta en las azoteas de las viviendas de cualquier nación del mundo. La vida y costumbres de cada persona o familia pasó a ser objeto de espionaje; la escucha de cientos de millones de celulares, y el tema de las conversaciones que aborde cualquier usuario en cualquier parte del mundo deja de ser privado para convertirse en material de información para los servicios secretos de Estados Unidos.
Ese es el derecho que va quedando a los ciudadanos de nuestro mundo en virtud de los actos de un gobierno cuya constitución, aprobada en el Congreso de Filadelfia en 1776, establecía que todavía los hombres nacían libres e iguales y a todos les concedía el Creador determinados derechos, de los cuales no les quedan ya, ni a los propios norteamericanos ni a ciudadano alguno del mundo siquiera el de comunicar por teléfono a familiares y amigos sus sentimientos más íntimos.
La guerra, sin embargo, es una tragedia que puede ocurrir, y es muy probable que ocurra; más, si la humanidad fuese capaz de retrasarla un tiempo indefinido, otro hecho igualmente dramático está ocurriendo ya con creciente ritmo: el cambio climático. Me limitaré a señalar lo que eminentes científicos y expositores de relieve mundial han explicado a través de documentos y filmes que nadie cuestiona.
Es bien conocido que el gobierno de Estados Unidos se opuso a los acuerdos de Kyoto sobre el medio ambiente, una línea de conducta que ni siquiera concilió con sus más cercanos aliados, cuyos territorios sufrirían tremendamente y algunos de los cuales, como Holanda, desaparecerían casi por entero.
Estados Unidos es hoy no solo el promotor de esas guerras, sino también el mayor productor y exportador de armas en el mundo.
Como es conocido, ese poderoso país ha suscrito un convenio para suministrar 60 mil millones de dólares en los próximos años al reino de Arabia Saudita, donde las transnacionales de Estados Unidos y sus aliados extraen cada día 10 millones de barriles de petróleo ligero, es decir, mil millones de dólares en combustible. ¿Qué será de ese país y de la región cuando esas reservas de energía se agoten? No es posible que nuestro mundo globalizado acepte sin chistar el colosal derroche de recursos energéticos que la naturaleza tardó cientos de millones de años en crear, y cuya dilapidación encarece los costos esenciales. No sería en absoluto digno del carácter inteligente atribuido a nuestra especie.
En los últimos 12 meses tal situación se agravó considerablemente a partir de nuevos avances tecnológicos que, lejos de aliviar la tragedia proveniente del derroche de los combustibles fósiles, la agrava considerablemente.
Científicos e investigadores de prestigio mundial venían señalando las consecuencias dramáticas del cambio climático.
En un excelente documental fílmico del director francés Yann Arthus-Bertrand, titulado Home, y elaborado con la colaboración de prestigiosas y bien informadas personalidades internacionales, publicado a mediados del año 2009, este advirtió al mundo con datos irrebatibles lo que estaba ocurriendo.
Con sólidos argumentos exponía las consecuencias nefastas de consumir, en menos de dos siglos, los recursos energéticos creados por la naturaleza en cientos de millones de años; pero lo peor no era el colosal derroche, sino las consecuencias suicidas que para la especie humana tendría. Refiriéndose a la propia existencia de la vida, le reprochaba a la especie humana: “…Te beneficias de un fabuloso legado de 4 000 millones de años suministrado por la Tierra. Solamente tienes 200 000 años, pero ya has cambiado la faz del mundo.”
No culpaba ni podía culpar a nadie hasta ese minuto, señalaba simplemente una realidad objetiva. Sin embargo, hoy tenemos que culparnos todos de que lo sepamos y nada hagamos por tratar de remediarlo.
En sus imágenes y conceptos, los autores de esa obra incluyen memorias, datos e ideas que estamos en el deber de conocer y tomar en cuenta.
En meses recientes, otro fabuloso material fílmico exhibido fue Océanos, elaborado por dos realizadores franceses, considerado el mejor film del año en Cuba; tal vez, a mi juicio, el mejor de esta época.
Es un material que asombra por la precisión y belleza de las imágenes nunca antes filmadas por cámara alguna: 8 años y 50 millones de euros fueron invertidos en ella. La humanidad tendrá que agradecer esa prueba de la forma en que se expresan los principios de la naturaleza adulterados por el hombre. Los actores no son seres humanos: son los pobladores de los mares del mundo. ¡Un Oscar para ellos!
Lo que motivó para mí el deber de escribir estas líneas no surgió de los hechos referidos hasta aquí, que de una forma u otra he comentado anteriormente, sino de otros que, manejados por intereses de las transnacionales, han estado saliendo a la luz dosificadamente en los últimos meses y sirven a mi juicio como prueba definitiva de la confusión y el caos político que impera en el mundo.
(......)
Fidel Castro RuzEnero 4 de 20129 y 15 p.m.
http://sisifocansado.blogspot.com/2012/01/la-razon-del-pesi-mismo-el-pesi-mismo_07.html