Sunday, March 14, 2010
LA AMISTAD, ESA MAGICA AVE QUE VIENE Y VA
Los amigos.
Todos tenemos amigos.
Amigos de todas las clases,
temporarios,
coyunturales,
de pasada por los cañaverales,
de raíces provisionales,
verdes,
azules y amarillos,
colores de un espectrum que cambia
según los ombligos;
naves que, al cruzar el mar,
dejan unas estelas que se borran
detras del barco al pasar.
Hay tambien otros,
los del 'in illo tempore',
dónde el esmeril del tiempo, al labrar,
monta en los surcos anímicos
un campo magnético particular:
geometría condensada,
larguísimos paísajes
dónde la memoria se anega al recordar,
y como se mueve -como todo-
buscando deltas para desaguar
hacia su realización dialéctica global,
un día, plaf, se va todo al carajo,
y ya está.
Diferencias que se van acumulando
en distintos parámetros para anidar,
y al construírse esos nidos
con desigual material
surgen polluelos que van naciendo
con susceptibilidades que han ido galopando
entre esas resistencias y barricadas
que todos montamos
para defendernos del temporal,
o, tal vez, es esa 'voluntad de poder'
que a todos nos permeabiliza
hasta el tuetano visceral...
...en fin, que un día,
sin maniqueísmos ni tramoyas de la abuela,
la cuerda se rompe y cada uno sigue
el camino que el destino nos traza sin parar.
Nada nuevo bajo el Sol.
Y nos conformamos con el aleluya
mas implacable de la vida y la Humanidad:
"que todo tiene su principio y final,
su alfa, su desarrollo, y su omega cabal.
Bueno.
Conformarse es pactar.
Y pactar, para no naufragar,
es el gran truco para poder caminar.
Y pasa el tiempo,
y el cruel Cronos que devora
tan apetitosamente a sus hijos e hijas
con el deleite del que pide el menu en el restaurant,
sienta las premisas del silogismo 'crono-logico'
del engranaje del tiempo circular.
Y todo está terminado.
Y todo, claro, vuelve a empezar.
Que es la ley de la vuelta del manubrio,
el ovillo, el circulo que nos ha de grabar.
Pero, un día, de pronto,
por el misterio de la evolución espontanea,
como se desenvuelve a veces lo orgánico y las telarañas,
se dice (uno a si-mismos) lo mismo
que cuando vamos a tomar el avión
en un importante viaje:
"-Voy a confirmar el vuelo-"
A pesar de que se conoce todo:
aeropuerto, line aérea,
día, hora y número de vuelo,
pero, de todas formas,
(porque el viaje es transcendental
y se tiene que estar seguro y nada pude fallar),
se quiere con-firmar.
Se sabe de antemano que todo esta finalizado,
que aqella amistad de 'in illo tempore',
alfa y omega de la ecuación ancestral,
esta acabada como agua pasada
que molino no moverá,
pero aquí, amigos mios,
(digamos lo que digamos),
"no venimos a oler la flor sino a regar la planta",
(esperando que no hayan sequías),
y no es 'poesía', es realidad diedra, plana y molida.
Y, a pesar de todo,
se resucita uno a sí mismo con la eterna cantata:
"no se pierde nada con confirmar".
Y asi se hace.
Se le manda al viento con dirección dada,
una palabra, tres letras,
un 'aqui estoy', nada, simple:
un fino anzuelo por si el pez,
al otro lado,
sigue interesado en picar la carnada.
Tan sólo para "confirmar el vuelo final a tomar,"
nada mas.
Es que a veces,
en cierta clase de Viajes,
antes de partir definitivamente,
tenemos que estar seguros
de 'confirmar' el 'vuelo a tomar',
porque una vez que dejemos el aeropuerto atrás
nunca mas podremos regresar.
Y asi se hace, porque, ¿quíen sabe?,
a veces los empleados de éstas clases de aerolienas
se equivocan al vendernos el ticket,
a veces las amistades se descomponen de manera distinta
a como nuestros conscientes
(siempre hacíendonos trampas)
lo aprehenden y lo interpretan;
a veces ocultamos lo mejor de nosotros
(en términos del Cristo verdadero)
bajo penachos y máscaras, que,
con el paso reflexivo de los días
y el balsamo derretidor de las horas,
se desmoronan y sacan a la superficie unos periscópios
ansiosos de ver el horizonte de manera distinta,
pero, por orgullo (esa navaja de doble filo tan afilada),
no nos atrevemos a "confirmar ninguna clase de vuelo"
por esa (describamos de nuevo) nube negra del 'Atman'
a la que siempre le cuesta agachar la cresta,
a la que siempre le cuesta
doblar su rostro cúbico para tratar de ganar
el 'tour de force' de esa guerra civil
con nosotros mismos en la que siempre andamos metidos:
y renunciamos, así, al Tan Necesario Armistício
que necesitamos siempre para mantener
bien preparadas las tropas de la salud mental y espiritual.
Y aparte de todo ello, que, mientras estemos
en el extrañísimo oficio de estar vivos,
sería de orden estética
que cuánto mas livano y lígero sea el equipaje
que llevemos con nosotros al ataud,
mas llevadera sera la cruel partida,
porque para este 'último viaje'
...ni la "confirmación del vuelo podremos realizar",
así que es mejor salir con sucinto equipaje:
ni un gramo mas, ni un gramo menos.
Ya sobre estos puntales mineros,
nos decimos en confesión:
'Por mi parte que no quede'
Es un salmo muy bonito,
nos enjuaga como un bautizo
y nos hace entrar en el reino de la limpieza.
Es como un 'lavarse las manos pilatosiano'
dónde sólo se pretende
que, pase lo que pase,
sea cual fuese el crucificado,
que la sangre que caíga no nos salpique
nuestras vestimentas y sudarios.
Y asi, sin la ocre culpa ya guillotinada,
en el desacanse en paz de los vivos sin lápidas,
subimos las escalinatas del palacio elegido.
Y dicho y hecho.
Y se envía la "confirmación del vuelo".
Y el "vuelo es confirmado".
(como estaba esperado, claro)
Y así, confirmado, rubricado y sellado,
ya sin ninguna clase de cartesianas dudas metódicas,
subimos a nuestro medio de transporte
con el áurea bien plantada
de los que llevan la conciencia en su sitio,
en los surcos de dónde vendimiamos cosechas y granos,
azules y olímpicos pétalos,
éticamente prolongados,
y entramos, diáfanamente,
en el Gran Viaje
en el que cada uno tiene que valorar
la impecabilidad de lo sagrado:
'regar la planta'...sin esperar ver los resultados.
Es el higíenico límite de nuestras auroras y ocasos
para que nuestros días y horas
compongan ese 'rompitesta'
dónde cada pieza armonice con lo realizado.
Lo demás no es nuestro.
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