Thursday, May 22, 2025
DIOSES BENEVOLOS QUE NOS AYUDAN A CRUZAR A LA OTRA ORILLA...
Escultura del Dios Nereo encontrada en Carmona, Sevilla
Caronte, el Barquero mitológico, llevandonos a la Otra Orilla.
(Del Poema Sinfónico de Rachmaninoff, La Isla de los Muertos
¿Por qué no iban haber Dioses benévolos si también los hay monstruosos y de mala leche que se dedican a crear mundos para equivocarse y sentir que tendran que rectificar lo que han hecho porque de su obra no se benefició nadie?
Los dioses benévolos son deidades que, en diversas mitologías y creencias, son percibidas como amables, compasivas y protectoras hacia la humanidad. A menudo se los considera guardianes de la armonía, la justicia y la bondad, y se los venera por su ayuda y guía; si; lo sabemos, son raros, y cada día más, pero ahí estan.
Uno de ellos era Nereo, la estatua que encontraron en Carmona. En la mitología griega, Nereo era un antiguo y benévolo dios marino. Se dice que era el mayor de los cinco póntidas, esto es, hijos de Ponto, el dios del mar. Una lo imaginaba como hijo del Océano. Lo cierto es que tenía poder sobre las olas de los mares pues se lo vincula con los remolinos que acaecen durante las tormentas. Nereo es denominado, ya desde la épica arcáica, con el epíteto de "anciano del mar", y era considerado por ser un buen consejero de sabias palabras.
Pero los Dioses Benévolos tienen una contradicción muy particular, una paradoja dialéctica que no tienen los dioes corrientes de mala leche.
Y consiste en que si, nos hacen la vida agradable, pero, ya a punto de embarcar con Caronte, cuándo nuestro cuerpo se empieza a escacharrar, Nereo se vuelve aún más inteligente, y para hacernos el resto que nos queda de vida mas agradable nos la hace mas desagradable para que nos cueste menos llegar al final; total, nos decímos: "para vivir escacharrados mejor es llegar al final y que se acaben los 'fardos que cargamos' ".
Ay, que bien, Dioses Benevolentes,
dialécticos y penitentes,
que nos ayudáis
haciéndonos la existencia
agradablemente desagradable
para soportar mejor
las decadencias de lo isoportable:
la entropía física y cognitiva
de la vejez implacable.
Y todo esto a colación de lo que expresó Sigmund Freud, ya achacoso, con el maxilar mecánico que le habían puesto despues de ser operado:
"Detesto mi maxilar mecánico porque la lucha con este aparato me consume mucha energía preciosa. Pero prefiero esto a no tener ningún maxilar. Aún así prefiero la existencia a la extinción. Tal vez los dioses sean benévolos con nosotros, tornándonos la vida más desagradable en medida que envejecemos. Por fín, la muerte nos parece menos intolerable que los fardos que cargamos"
Si.
Don Sguismundo tiene razón.
Una razón universal que se incrusta
en el instinto de sobrevivencia
que todos acarreamos
para conjuntar el ying-yang
de Vida y Muerte,
o como Don Seguismundo lo ponía,
Eros y Tanatos.
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