La puerta abierta al jardín;
desde dentro de casa,
vergel,
las plantas, calladas,
las macetas, tierra confinada.
Los árboles, centinelas hacia el cielo,
sienten con sus raíces dentro.
Todos me hablan.
Eucalíptos altísimos,
contra el universo,
recortan siluetas y pensamientos.
La caída de la tarde de nubes
y jazmines blancos
sella el día sin saberlo.
Tiempo de Parménides,
cesado el movimiento
en el ancla cotidiano.
Unas coordenadas en La Tierra,
solaz urbano,
penetra una Hora Cero de cera.
Caída de hojas
en la inercia del "hic et num",
Ramillete de brisas
descansan
en la reversibilidad del Tiempo.
Hay agua en los desiertos
que no son oasis,
son puertas abiertas al jardín
que está al otro lado del espejo
dónde la imagen es techo.
Y el jardín pregunta y advierte:
¿En qué punto del atardecer entra la noche?
¿En qué concreta frontera
la oscuridad desplaza al arcoíris
del ocaso que se destrenza?
¿En qué línea se separan la luz y las sombras,
el ser y la nada,
el día y las estrellas,
el deseo y sus estelas,
la mirada y el ojo,
el gozo de la pena?
El jardín pregunta y nadie contesta.
Porque todo es un proceso
dónde todo acaba,
dónde todo empieza,
y no podemos determinar
dónde ubicar lo que sale y lo que entra,
lo que aparece y desaparece.
Hay una 'party' de los vecinos afuera,
sobre el cesped,
bajo árboles que esperan.
Voces, risas, música,
humanos que escapan de la epopeya.
Pero yo sigo
con la puerta abierta al jardín,
desde dentro de casa,
"hit et num",
cuándo el pendulum del reloj,
quieto, fijo en sus esmeraldas,
ya no cuenta el tiempo que nos falta...
