De mi abuelo materno, Manué, me dijeron, que, cuando estaba en el lecho de muerte, le insinuaron que si quería recibir a un sacerdote. Al oírlo, pareció resucitar; se incorporó en la cama y grito con todas sus fuerzas:
"-¡¡¡ Si me traeís un cura lo mato
...después de todo lo que han hecho con Franco !!!-"
Hoy está en el cielo a la diestra de la Diosa Madre y el Dios Padre, en la gloria infinita de los que supieron descubrir la verdad cuando vivía en ésta tierra de estafas, engaños y bandidos a sueldo.
Me contaron que decía: "-Yo no soy ateo porque no se puede negar lo que no existe-". Las gentes que lo oía salían corriendo. La Inquisicion aún vigilaba desde sus garitas al viento.
Yo lo conocí de muy pequeño, lo apodaban 'El Naranjero', cultivaba naranjas finas en su finca de "Almojafa". Era un puro anarquista anda-luz de grandes orejas y regazo generoso de arabescos de acero.
Me contaba mi madre que me sentaba en su regazo arabesco y me decía con voz de otros tiempos:
-"Éste será de los nuestros, un libertario de caminos abiertos"-
Mi madre se hacía la cruz desde la frente al pecho presagiando nada bueno.
Moribundo ya, mi madre me llevó a verlo. Nunca se me olvidará la imagen: tumbado en la cama, con calzoncillos blancos, largos hasta las rodillas, una naranja en su ojos aún abiertos, entrado ya en el cielo.
