Un presunto homicida en serie por imprudencia profesional o negligencia culposa, ambas figuras delictivas contempladas en el Código Penal español, responsable político en estos momentos (más adelante tendrán que hablar los jueces) de la muerte de más de trece mil ciudadanos españoles (dentro de unos días, de varios miles más) no puede seguir, a pesar del espeluznante escenario sanitario, político y social en el que se debate actualmente la sociedad española, ni un minuto más al frente del Gobierno de este país. Todas las fuerzas políticas y sociales de esta España herida en la que nos ha tocado vivir deberían unirse con suma urgencia para desalojarlo ipso facto de su poltrona (un muy elevado rango de poder que en sus manos es sinónimo de destrucción masiva) si quieren que esta nación sobreviva con dignidad y respeto propio a la desgraciada prueba de fuego a la que nos ha sometido en las últimas semanas en relación con la pandemia del Covid-19.
Y es que, amigos/as, España en estos momentos, con un Gobierno como el actual, incompetente, abúlico, sectario, prepotente, indeciso, presunto culpable de lesa sociedad, compuesto de auténticos “descerebrados y descerebradas” presuntos homicidas en serie, camina en rumbo irreversible hacia un auténtico colapso sanitario, económico, político y social que puede llevarla en las próximas semanas o meses a su desaparición como gran nación europea o a verse inmersa en una degradación imparable de su estatus democrático. Sí, sí, sin pelos en la lengua, sin eufemismos… hablo de una auténtica nueva dictadura militar o de distinto signo autocrático pero en todo caso con sus valores democráticos bajo cero.
No quiero entrar, obviamente, en estas apresuradas líneas salidas de lo más profundo de mi perplejidad, mi sorpresa vital, mi experiencia de muchos años afrontando toda suerte de circunstancias adversas personales y corporativas, incluidas las muy duras de la guerra con la obligada asunción de pérdida de múltiples vidas humanas, pero en las que nunca, ni por asomo, llegué a atisbar la demencial debacle humanitaria que en estos momentos encara la sociedad española en su conjunto a manos de una caterva de políticos indocumentados y falaces que en el paroxismo de sus insensateces, ocurrencias, tonterías, palos de ciego, decisiones apresuradas e inconexas, opiniones rocambolescas, manifestaciones ridículas, enseñanzas infantiloides pero sobre todo imprevisiones, imprudencias y negligencias dolosas, han llevado a este país ¡que desgracia! a una de las mayores crisis de toda su historia.
Pero ¿y por qué ha ocurrido esto? ¿Por qué una pandemia nueva y de origen todavía cuestionado a día de hoy ha podido causar el destrozo humanitario mayor de toda la historia de España incluyendo toda suerte de guerras y derrotas militares más o menos sangrientas? Porque, obviamente, otras muchas naciones, la mayoría de ellas por debajo de nuestro país en cultura, historia, riqueza, existencia de profesionales de valía, espíritu democrático…etc, etc, han sabido implementar desde el principio de la insidiosa ofensiva viral dada a conocer en China en los últimos coletazos del sinestro año 2019, con la debida inteligencia, previsión, solidaridad y trabajo de sus dirigentes políticos, estrategias urgentes de operatividad y eficacia para parar y minimizar, si no destruir, al poderoso enemigo invisible que amenazaba la salud y la vida de millones de personas.
¿Cómo es posible si no que países como Corea del Sur, uno de los primeros atacados, haya vencido al nefasto virus con un peaje mortal de apenas 177 fallecidos dentro de una incidencia de 10.156 afectados? ¿Y cómo es posible que Irán, con el doble de población que España, haya hecho lo propio con apenas 2.700 muertos y 38.400 contagiados? ¿Y que Israel, haya contabilizado la exigua cifra de 15 víctimas mortales dentro de 3.865 casos de afectación vírica? ¿Y que en todos los países del Medio Oriente en su conjunto, excluyendo a Irán, se hayan contabilizado 9.000 positivos y sólo 105 muertos? Y así podríamos seguir hablando de decenas y decenas de países que han conseguido, con unos muy limitados daños propios, doblegar la proliferación del enemigo número uno del mundo en estos momentos.
España, desgraciadamente no solo no ha sabido enfrentar y luchar contra la maldita pandemia sino, todo lo contrario, la desidia, la imprevisión, la imprudencia y la negligencia de un Gobierno inepto, dirigido por un líder prepotente y arrogante, el autoproclamado “general en jefe Sánchez” ( a este hombre se le llena la boca cada vez más con sus eslóganes y proclamas castrenses) han llevado a este país a sufrir una de las mayores tragedias de su historia en vidas humanas con miles y miles de muertos (de momento 13.000 fallecidos y 135.000 infectados a 6 de abril de 2020). Escalofriantes cifras que podrían haberse evitado casi en su totalidad si, dejándose de sectarismos, electoralismo, prepotencia y minusvaloración del peligroso enemigo, este Ejecutivo hubiera tomado las oportunas medidas a tiempo.
Y cuando hablo de una de las mayores tragedias de la historia de España, no lo hago a humo de pajas ni para afirmar espuriamente algo difícilmente comprobable. Es algo real y al alcance de cualquier estudioso de la historia. ¿Sabe el lector con cuantas víctimas mortales se saldó la guerra de Ifni que en los años 1957-58 se vio obligada a enfrentar nuestro país contra activistas del partido Istiqlal de Marruecos y que finalizó con la retrocesión de ese territorio al reino alauita diez años después? Pues con 300 muertos y 80 desaparecidos. ¿Y una de las mayores tragedias bélicas de las armas castellanas en 1385 luchando contra el ejército portugués del rey Juan I en la batalla de Aljubarrota y que España siempre ha querido mantener en el mayor de los secretos?: Con 9.000 muertos (4.000 en la batalla y 5.000 en la retirada). ¿Y la sangrienta batalla del Ebro durante la guerra civil, el choque más brutal de toda la contienda y que generaría el hundimiento del frente republicano?: Pues con 10.000 soldados caídos fieles a la República y 6.500 del bando rebelde. ¿Y el famoso “Desastre de Annual” en 1921, en plena guerra del Rif, una de las derrotas más sangrientas de la historia militar española?: Con 9.000 muertos. Y la idolatrada por los británicos victoria de Trafalgar sobre la Escuadra franco/española el 21 de octubre de 1805: Con 3.240 marineros españoles y franceses muertos.
¿Es pues o no una gran tragedia esta debacle actual española en la lucha contra el coronavirus por culpa de un Gobierno inepto y culpable? Pues lo es y todos sus componentes, y sobre todo las ministras feminoides que dirigen la casi totalidad de sus nefastas carteras, con su cabecilla/general Sánchez al frente (a lo largo de la historia mundial casi todos los caudillos ineptos, tras la batalla perdida han pagado con sus vidas su incompetencia) deberán comparecer en su día ante la justicia como presuntos culpables de la enorme mortandad auspiciada por su imprudencia profesional o negligencia culposa.
Pero antes de eso, amigos/as, tenemos que vencer todavía al virus que se ha enseñoreado de nuestros campos y ciudades. Y a estas alturas y tal como va la desigual lucha, dudo mucho que podamos vencerlo en el corto medio plazo si seguimos liderados por los incompetentes políticos que nos gobiernan, por mucha propaganda que lance al espacio radioeléctrico el Gobierno del indolente Sánchez estos últimos días a cargo, sobre todo, de las dóciles televisiones de este país. Por ello, a pesar de los consabidos dichos populares que alertan una y otra vez sobre la inconveniencia de cambiar de capitán del barco en medio de la tormenta o de general en jefe en plena batalla, estoy totalmente convencido de que España debe cambiar con toda urgencia de dirigencia política si no quiere que los que actualmente la ocupan lleven a este país al desastre más absoluto y con él a su posible desaparición física como nación soberana y democrática. A estas alturas del desastre humano y del económico, político y social por venir Sólo un Gobierno de Concentración o Salvación nacional formado por expertos y profesionales cualificados amantes de su patria y deseosos de dejarse la piel por ella, dirigidos por un “hombre bueno” (políticos abstenerse) con autoridad y prestigio indiscutibles, puede encarrilar este país por un tiempo prudencial (un par de años) hasta que sean posibles y necesarias nuevas elecciones.
Porque además ahora, con la que está cayendo , a este “loco carioco” que nos gobierna, que a todas luces arrastra una depresión de caballo y lleva tiempo en “modo pánico” (cada día, cuando lo veo en la televisión en una de sus habituales charlas de predicador sonado, me recuerda cada vez más el careto que gastaban los reclutas de mi Batallón Expedicionario en Ifni cuando, tras el tiroteo de rigor a las cuatro de la mañana a cargo de los noctámbulos guerrilleros del Istiqlal, recorría las trincheras para comprobar daños y bajas) le ha dado un “subidón castrense” de campeonato y se cree “el comandante en jefe”, el Rommel, el “zorro del desierto” el “Alejandro Magno” del ejército de profesionales que luchan con total honestidad y valentía contra nuestro enemigo común, al que puede vencer con un solo tajo de su flamígera espada. Con su espada y volviéndonos locos a todos los ciudadanos/as españoles a cuenta de hacernos cartujos de por vida.
Y es que esa es otra. El decreto de alarma, que, evidentemente, él se ha pasado por el foro de sus cataplines elevándolo al de “excepción” (y yo diría que al de “sitio”) es propio de locos o, por lo menos, de analfabetos funcionales: ¿Por qué un perro puede salir a pasear y echar su meadita, acompañado, eso sí, de su dueño o dueña y un niño de dos años, por ejemplo, no lo puede hacer a la vera de su señor padre o madre? ¿Y por qué un señor o señora puede salir de su casa a pasear al susodicho can y un deportista que lleva cincuenta años corriendo todas las tardes unos cuantos kilómetros para mantenerse en forma y cuidar su salud (es mi caso, vanidad aparte) no puede salir de su domicilio para, sin acercarse a nadie obviamente, realizar su deporte favorito? Como por otra parte permiten todas las naciones que en mayor o menor medida luchan contra el coronavirus.
Termino. Esto es demencial, amigos/as, Estamos en manos de incompetentes, indocumentados, imprevisores, estúpidos y locos. ¡Dios no coja confesados, si salimos de esta!
Fdo: Amadeo Martínez Inglés
Coronel. Escritor. Historiador