Vengo del médico
Una agradable experiencia porque siento que no he visitado al médico, sino a un hombre con una bata blanca con el que he charlado coloquial y amigablemente sin esa intimidante relación de paciente-doctor, y aúnque profesionalmente conlleva la carencia de que si es algo serio mejor sería que la experiencia no fuese tan gradable, la cuestión es que nos lo pasamos mejor asi: visitando, no a un médico, sino a un paisano con bata blanca.
Es más relajante.
Huele menos a tánatos.
Fui por una tontería
Pero en la sala de espera, sum ergo cogito, pensaba en que en esa misma circunstancia --ambulatorios, clínicas, hospitales-- se puede dar el caso de ir para no volver a casa jamás porque la muerte, esa docella con corona de laurel que nos invita a pasar para no regresar, puede aparecer y hacernos desaparecer.
Aparecer y desaparecer
El cogollo metafísico y materialista de la muerte
...Que poco pensamos, rumiamos, sentimos, elucubramos sobre la muerte.
¿Represión?
¿Tabú?
¿Elemento cultural?
Es como algo que si, que esta ahí, pero que no nos pertenece.
Le pertenece al otro, a aquel, a aquello,
pero no a nosotros
Es esa lejanía que establecemos
con el fin no ver su cercanía.
Es como si nunca fuésemos a desaparecer
Es como si siempre fuésemos a estar aquí
Es com si solo creyesemos y admitiésemos
nuestra inmortalidad, nuestra eternidad,
y lo efímero, lo temporal,
solo fuesen ecuaciones de nuestro cortex cerebral.
Que extraño...
Tal vez sea un mecanismo defensivo para poder lidiar con el toro de la existencia; si, puede ser, pero también pudiera ser que, por arcanos pasadizos aún no estudiados, conllevamos una resistencia endocrina y atávica a admitir nuestra desaparición
¿Cómo puedo yo, yo, vivito y coleando ahora, con todos mis equipajes, sentimientos, emociones, ideas, sueños, deseos, paisajes, amores, instintos, curiosaidades, energias, luces, sombras, latidos, relaciones, esperanzas, decepciones...flores y soles de una plena galaxia existencial de pulsos y luchas y caminos...llegar un día, plaf, que lo perdamos todo,
todo,
todo,
todo...
y quedar como si nunca hubiesemos nacido?
No
No pude ser
Todo eso es mentira
No puede ser.
¿Cómo se proyecta en nuestra vida diaria, esa resistencia, esa insurrección, esa inaceptación de nuestra desaparición?
Callandonos esa resistencia?
Olvidándonos de esa inserruccion?
Estrangulando esa inaceptación?
Transferenciando esa negación de la muerte
a terrenos sublimatorios para podernos engañar
sin notar que nos engañamos?
Como lidia el homo sapiens con su muerte?
Si, se dirá que todo depende de en qué cultura
y en qué momento histórico aparecemos,
bien, muy bien
...pero, pero...la respuesta puede cambiar
pero no la cuestion a la que tenemos que contestar
que es una sola:
¿Cómo torear al bicho de nuestra próxima desaparición
sin hacer desaparecer también esta misma cuestión
para poder vivir en ésta aparición?
Es algo que --entendiendolo-- sigo sin entender:
la muerte.
La ontología no puede hacer nada
La ontología solo puede dilucidar
las sombras que proyectamos sobre la pared
Es algo que sigo sin desenredar:
el aparecer y el desaparecer
El maestro Zen le dice a su alumno:
Si quieres alcanzar la iluminación
tráeme aquí el rostro que tenías
entes de haber nacido.
"¡El siguiente!"
La voz de la enfermera me saca de mi desaparición
y vuelvo a aparecer en la sala de espera
Tal vez la muerte sea eso.
Una voz que, de pronto, nos llama,
¡el siguiente!
Lo que no sabemos es si para meternos
o para sacarnos,
si para hacernos desaparecer
o para que aparezcamos en otro estado
Tal vez todo sea menos serio de lo que pensamos:
un juego de manos
del que aún no nos hemos enterado...
O quizás sea que el hombre solo cumple con seriedad las leyes de la naturaleza cuándo se siente obligado a subordinarse a ellas aceptando su propia muerte.
Pero esto es tan solo un lado del complejo polígono de nuestra geometría existencial porque el rebelde metafísico, el rebelde humano, para emerger con sus potencialidades, para crecer y desarrollarse, nunca podrá quedar totalmente subordinado a esas leyes, de lo contrario el sentido de la vida se desmoronaría en el abismo del absurdo. Y esto sería incluso peor que no ser llamado por la enfermera...
"¡El siguiente!"
Me llegó mi turno
Que bien...