Los nomadas, los apatridas, los que vamos de polizón en el Barco de los Locos, en el Vaixell dels Bojos, y estamos ya en la etapa proutsiana de los temps retrouvé, rotulados --críticamente-- con los temps perdú, después de haber navegado por los océanos del mundo --en barcostop--, nos sentimos que somos de todos los sitios y de ningúno de ellos en particular, pero hay puertos y ensenadas que nos quedaron engachados al desembarcar:
Por ejemplo, Barcelona, Catalunya, esa nación pegada a España (con el crazy glue de los burgueses desaraígados) que espero que un día, bajo el empujón de su pueblo, sepa quitarse ese pegamento que se agrieta por momentos.
Llegaba de Al-Andalus, --homo andalusí-- de una tribu que comenzaba a desenlutarse poco a poco. Venía de la luz y del salitre, del geranio, del jazmín y la dama de noche, del corral, del olor a leña, a fuego, a calle abierta,
del Moguer blanco de Juan Ramón Jiménez,
y, a la vez, en diedros distintos,
del Valle de los Caídos,
soy hijo de Caídos,
todos estabamos Caídos,
para levantarme me tuve que ir de España,
al exilio, el voluntario...
¿el voluntario?;
no hay exilio voluntario:
solo existe el empujón.
Llevaba conmigo el confesionario,
el del purgatorio y del infierno,
el sangriento tricornio de la guardia civil
y el del militar,
el tricornio del miedo,
y el del fascismo de la sotana,
y el del uniforme azul oficial,
todo un terrorismo con otros nombres
con el que nos hacían comulgar
a hostias limpias,
o sucias,
dependiendo del arrepentimiento
que tuviera lugar.
Ni mis padres ni nadie me dijo que pasaba.
Sólo se percibian suspiros,
miradas furtivas,
iglesia, fetiches,
idolos a los que había que adorar,
y guantazos, los guantazos
que daba aquella "paz",
los años contados de la "victoria"
que había que aguantar.
Nadie decía lo que pasaba.
No se podía hablar.
El verbo era tragar.
Yo más tarde lo tuve que averiguar,
desde lejos,
desde la otra orilla,
safada la memoria del cinturón
y del candado, pero ya llevaba
un cocktel arremolinado
que por mucho que lo movíera
siempre me iría a condicionar.
Pero como la infancia es murmullo de fuentes
y la adolescencia es el tamiz
que lo criba en sus balcones abiertos,
todo aquel luto y terror quedaron diluídos
para poder continuar.
Y asi, un día de velas alzadas
soplo el viento y me sacó de Al-andalus,
y empecé a navegar.
Son las circunstancias en la arcana estancia
que ocupamos de la que no nos podemos separar.
Asi, el dolce tempo della prima etade
--el dulce tiempo de la primera edad,
como lo llamaba Petrarca--,
se fue quedando atrás,
y vacío ya de éste equipaje
llegué a Barcelona...asustado,
queriendo volver atrás.
Asustado, si.
Aún sigo así,
no he cambiado,
pero ahora conozco los motivos,
conozco a los enemigos,
que es una forma didáctica de anularlos.
Siempre nos asusta la existentia.
El comenzar a ser por nuestros propios pasos.
Pero el cordón umbilical
--y los otros-- hay que romper
Y salir afuera.
Tratar de nacer plenamente.
La diosa Abeona, el going out
El transcender.
El Viaje Colombino sin saber si hallaremos tierra
o naufragaremos para nunca más volver.
Nunca podemos volver.
Y poco a poco
(todo pasa en la vida poco a poco,
proceso infinito sin reloj en la pared),
allí se fue abriéndo un nuevo cosmos barcelonés
dónde aquella España de la que venía,
allá en el sur in-sur-gente amordazado
en latifundios y falangismos
que cortaban sus ríos y su amanecer,
fuí desaguando --poco a poco-- hacia deltas
que es lo que en mi subconsciente
venía esperando para crecer,
para llegar a esa existentia
"to appear", "to arise", "to become":
aparecer para comenzar a ser.
Y que coincidencia
(el misterio no es solamente coincidentia,
es también coincidentia oppositorum),
como si se cumpliera a rajatabla
el anakuklosis de los griegos
(todos son destinos de remolinos
que retornan al viento primigenio),
nuestro hijo Miguel,
después de la cagundia
del kronos de cincuenta años,
está ahora en las mismas coordenadas geodésicas,
Barcelona, en las que yo empecé,
desarrollando también el ovillo de su existentia,
que, aúnque en otros moldes,
sigue teniéndo aquel idéntico pathos
que ahora recuerdo entre los hilvanes
y zurcidos del tiempo de esas ropas
que nos vamos cosiendo
para poder vivir y transcender.
Avui m'he aixecat de catalá,
hoy me he levantado de catalan,
ayer lo hice de español,
en algunos momentos de norteamericano,
cuándo toco el borde dónde vivo,
de mexicano,
anteayer de hawayano,
el otro día de hindú,
muchas veces de latinoamericano,
nunca de israelí,
aúnque allí también me abrí,
--muros y crimenes
me separaron de allí--;
y siempre anda-luz,
ahora ya anda-penumbra
por los mares, cielos y tierras que he cruzado
de polizón en el Vaixell dels Bojos
del que realmente nunca podemos bajarnos,
porque por encima del toldo local,
que en cualquier lugar cubre al ser humano,
pertenecmos a lona universal del homo sapiens,
esa criatura con conciencia
de aparecer por accidente en un sitio,
con su kultur, su lengua, sus regla y reglazos,
y desaparecer --por el mismo accidente--
sin que nada ni nadie nos haya consultado.
(Somos un accidente no muy bien estudiado)
Aúnque dentro de todo ello hay un especial status,
el mencionado, el de polizón,
ese viajero que no ha pagado
(navega en barcostop);
ese Man from Nowhere, que, Now-here,
por los vientos y empujones
que nos van llevando,
y las fuerzas cinéticas que escapan
a la volutad del interesado,
ha quedado --en parte, claro--
afuera del campo gravitacional
de cualquier punto y lugar
dónde todos oradamos,
y no tiene mas remedio
que, para resistir,
pedir refugio ontológico y político
en el único país que engloba
a todos sus desperdigados hermanos:
Ese país se llama Hominum,
Humanidad,
Humanitat,
Humanity.
Erich Fromm lo sabe expresar:
"En la medida en que una persona --por su propio desarrollo intellectual y spiritual-- siente su solidaridad con la humanidad, puede tolerar mas el ostracismo social y a la inversa. La capacidad de actuar de acuerdo con la propia conciencia depende del grado en que se haya transcendido los limites de la propia sociedad y se haya convertido uno en ciudadano del mundo, en 'cosmopolita' "
Y hoy, el polizón, en el cuaderno de bitácora
(los polizones también lo llevamos
porque el capitan nunca cuenta
todo lo que pasa),
ha escrito lo dicho:
Avui m'he aixecat de catalá.