Sunday, March 2, 2025
LES PRESENTO A MIS PADRES (ME FUI ANTES DE CONOCERLOS)
Mis viejos en la fase entrópica de sus existencias
cuándo las flores que cultivamos en el prometéico jardín
del Theatrum mundi dónde nos hicieron aparecer
se empiezan a marchitar.
Les presento a mis padres, ya varados en el espacio-tiempo que nos devora hasta hacernos seres fantasmales como si nunca hubiesemos nacido.
Todos procedemos de un macho y una hembra a los cúales llamamos padre y madre. Para mi mi viejo y mi vieja.
Nunca fueron jóvenes.
El trabajo no lo permitió.
La dura realidad no lo consitió.
Vengo de viejos.
Nací pureta.
El vino al mundo en Trigueros, Huelva, en 1901. Ella en Moguer, Huelva, en 1903. El, hijo de un maestro zapatero. Ella, hija de campesinos.
El mundo era Otro.
Pero las distancias entre humanos eran más cortas que los años-luz que nos separan y antagonizan hoy en día.
Mi padre, cuando nace, habia faroles de gas en las calles. Cuándo muere ya había un hombre, un americano, en la Luna. Mi madre, de niña, al aparecer los coches y el ruído de sus motores desbocaba a las bestias que acarreaban los carros, las gentes, con tal escándalo, se metían en casa y atracaban las puertas al grito de...¡El diablo..que viene el diablo!
Y el diablo llegó y se quedó.
Y hoy es santificado e indispensable en todos los altares.
Y los faroles de gas dejaron de alumbrar con los hombres que llegaron a la Luna que fueron inventando nuevos alumbrados bajo el que nos ensombrece este progreso que nos dicen que es para vivir mejor.
Nos engañan.
Nos engañamos.
Los padres no se eligen.
No elegimos nada.
Ni el sexo.
Ni cuándo nacemos.
Ni dónde nacemos.
Ni para qué nacemos.
Es decir: nuestro ser es impuesto,
no nos pertenece por elección.
Asi empezamos,
como sobre una tanatocresis
en la que nos metemos,
para sobrevivir,
en la concha que el destino nos ha dado.
Los padres, obviamente, son los seres mas influyentes de nuestras existencias; son como esos moldes de arena de la fundición dónde echan el líquido del metal al rojo vivo que toma la forma del contenedor dónde cae. Los llevamos en nuestro equipaje toda la vida.
Un servidor, ahora, de anciano ancianísimo, tirón telúrico de la placenta, los quiere, los aprecia
y los recuerda más que nunca.
(Quizás me esten llamando
desde esos entrelazamientos cuánticos
que son las pestañas que abren y cierran
los ojos por el que todos nos miramos)
Lo que pasa es que nos vamos de ellos antes de conocerlos para iniciar nuestros propios nidos y fabricar nuevos hijos que, a su vez, también se nos iran antes de conocernos a nosotros.
Y hoy, como todo pasa tan aprisa,
palimpsestos que, capa sobre capa,
borra el pasado para construir lo nuevo,
nos pasa como a esas cigüeñas
que emigran a sus antiguos nidos
y se los encuentran destruidos...
o, como en nuestro caso,
en el que nos encontramos un bloque
de trescientos pisos en la casita
que teníamos dónde por las noches
se oía al mochuelo y de día
el cacarear de las gallinas
en unos campos sin alambradas
dónde la infancia,
como mariposas aladas,
volaba libre dentro de sus fantasías...
Mis padres.
Me fui antes de conocerlos.
Todos nos conocemos a la comba del despues, cuando nuestra vaca existencial se tumba a rumiar y absorver los nutrientes que ha ido comiendo en los pastos a los que pudimos acceder.
Los Hijos de los Hijos de los hombres siempre concatenados y aglutinados en tener que repetir las mismas secuencias generacionales que hacen de la humanidad un ovillo ovillado y desovillado dónde todos, siempre, acabamos igual: llegamos, crecemos, y desaparecemos...como si nunca hubiesemos nacido.
Entónces -pregunta el díscolo metafísico-,
¿para qué nacer?
Pues...para -entre otras cosas- eso mismo:
para alcanzar a hacer esa pregunta
que nos pone, de rodillas y de profundis,
en el Mysterium Tremendum et Fascinans
al cúal obedecemos.
Porque nos posee la Vida,
el Mysterium. Somos, por eso,
los poseedores poseídos que un día
escribimos sobre nuestros padres...
a sabiendas de que dentro de poco
será como si nunca hubiesemos nacido...
Mis padres.
Me fui antes de conocerlos.
...¡Cuánto daría ahora
por decirles lo que no sabía
cuándo los tenía a mi lado!
Un Abrazo, viejos.
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