El sambenito era una prenda utilizada originalmente por los penitentes católicos para mostrar público arrepentimiento por sus pecados, y más adelante por la Inquisición española para señalar a los condenados por el tribunal del Santo Oficio por lo que se convirtió en símbolo de la infamia.
Originariamente se trataba de un saco de lana bendecido por el cura, de donde viene el nombre de saco bendito que da lugar a sambenito por asimilación fonética con San Benito. El sambenito ya fue usado por la inquisición pontificia medieval. En el Manual de Inquisidores (1378), Nicholas Eymerich lo describe como una túnica formada por dos faldones de tela, uno por delante y otro por detrás en forma de escapulario, sobre la que iban cosidas unas cruces rojas. El sambenito usado por la Inquisición española era una especie de gran escapulario con forma de poncho. Estaba hecho con una tela rectangular con un agujero para pasar la cabeza, que una vez puesta le llegaba al condenado hasta poco más abajo de la cintura por el frente y por la espalda.
Los sambenitos variaban según el delito y la sentencia. Los condenados a muerte, los relajados al brazo secular, llevaban un sambenito negro con llamas y a veces demonios, dragones o serpientes, signos del Infierno, además de una coroza roja. Los reconciliados con la Iglesia católica porque habían reconocido su herejía y se habían arrepentido llevaban un sambenito amarillo con dos cruces rojas de Santiago (según Henry Kamen, eran una o dos cruces diagonalepintadas sobre él) y llamas orientadas hacia abajo, lo que simbolizaba que se habían librado de la hoguera. Los sentenciados a recibir latigazos, como los impostores o los bígamos, llevaban atada una soga al cuello con nudos, que indicaban los centenares de latigazos que debían recibir. Los diferentes sambenitos y corozas se pueden apreciar en el siguiente relato de la procesión de la Cruz Blanca que inició el auto de fe celebrado en Madrid en 1680:
Tras ellos vinieron doce hombres y mujeres, con cuerdas alrededor de sus cuellos y velas en las manos, con caperuzas de cartón de tres pies de altura, en las cuales se habían escrito sus delitos, o representados de diversas maneras. Iban seguidos por otros 50, que también llevaban velas en sus manos, vestidos con un sambenito amarillo o una casaca verde sin mangas, con una gran cruz roja de San Andrés delante y otra detrás. Estos eran delincuentes, quienes (por haber sido ésta la primera vez que eran encarcelados) se habían arrepentido de sus delitos; son condenados generalmente a algunos años de cárcel o a llevar el sambenito, al que se tiene como la desgracia mayor que puede caer sobre una familia. Cada uno de estos delincuentes era llevado por dos familiares de la Inquisición. Seguidamente, venían veinte delincuentes más, de ambos sexos, que habían reincidido tres veces en sus anteriores errores y que eran condenados a las llamas. Los que habían dado muestras de arrepentimiento serían estrangulados antes de ser quemados; los restantes, por haber persistido obstinadamente en sus errores, iban a ser quemados vivos. Estos llevaban sambenitos de tela, en los que había pintados demonios y llamas, así como en sus caperuzas. Cinco o seis de ellos, que eran más obstinados que el resto, iban amordazados para impedir que profieran frases de doctrinas blasfemas. Los condenados a morir iban rodeados, además de los dos familiares, de cuatro o cinco frailes, que los preparaban para la muerte conforme iban andando.
Muchas veces llevaban escrito el nombre del condenado, como en el caso de los famosos sambenitos de la iglesia de Santo Domingo de Palma de Mallorca, que originaron el asunto de los chuetas (personas marginadas por ser familiares de los condenados). Los reos eran paseados por la ciudad descalzos, vistiendo el sambenito y con un gran cirio en la mano.
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El hispanista inglés Henry Kamen establece en su clásico trabajo "La Inquisición Eapañola" que ésta fue un arma de clase mediante la cual la aristocracia latifundista, la oligarquía clerical y la nobleza, establecieron y reinforzaron sus bases político-económicas para consolidar sus riquezas y poder. Hoy, la respuesta sanitaria de la globalidad de las clases dominantes a la "pandemia", con toda su parafernalia orwelliana, es otra arma de clase que, con su totalitarismo inquisitorial de proveedores y sambenitos heréticos, destina todas sus fuerzas y control a consolidar las riquezas y poder en una de las acumulaciones de çapital más grandes de la historia. Las dos necesitaron y necesitan herejes y excluídos. Las dos --con las consabidas distancias y parámetros en el tiempo y espacio-- montaron sus correspondientes sambenitos en función de sus necesidades historias.
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Post Data:
Hoy, nosotros, los relajados al brazo secular,los condenados a muerte, al confinamiento,
portamos un sambenito negro con llamas y demonios, dragones y serpientes, signos del Infierno,
además de una coroza roja...
llevamos con orgullo y honor
ese símbolo de la infamia
que se les pone a los irredimibles.