Monday, November 2, 2020
AQUI SIGMUND FREUD SE EQUIVOCO: CADA UNO DE NOSOTROS TIENE A TODOS COMO MORTALES MENOS A SÍ MISMO.
¿Se habrá equivocado aquí el Maestro?
¿Cómo es posible que el Inconsciente
no sea consciente de sí mismo,
de su propia muerte?
Dónde acertó totalmente fue en ésto:
"Recordemos el viejo apotegma:
"Si quieres conservar la paz
prepárate para la guerra"
Pero sería tiempo de modificarlo en:
"Si quieres soportar la vida
prepárate para la muerte"
Son dos preparaciones distintas para dos clases de guerra. Las dos requieren armas, un buen arsenal con el que combatir al enemigo. La primera es la guerra entre los hombres; la segunda es la guerra entre la vida y la muerte
Las dos requieren un gran preparación civico-militar, disciplinada, estratégica, táctica y logística.
En las dos nos jugamos la vida, aúnque, obviamente, en la segunda estamos destinados a ser derrotados, pero ésta derrota tiene que ser asimilida con rebeldía metafísica a la que nos ha ganado la partida, para "perderle el respeto", y la única ideología de guerra al respecto es hacer coincidir, en una coincidentia oppositorum, a los dos vectores del paralelogramo de fuerzas del que disponemos: consciente-inconsciente.
No podemos desconocer el contexto de guerra y muerte en el que Freud, en 1915, se pregunta, ¿qué es la muerte? En el fondo, según el Maestro, nadie cree en su propia muerte, o lo que es lo mismo, en el inconsciente cada uno de nosotros esta convencido de su inmortalidad. Cuesta creerlo hasta tal punto de que, como decimos, no nos parece muy real.
Dejemos al Maestro que nos lo explique a ver si nos puede convencer.
"En resumen: nuestro inconsciente es tan inaccesible a la idea de la muerte propia, tan sanguinario contra los extraños y tan ambivalente en cuanto a las personas queridas, como lo fue el hombre primordial.
¡Pero cuánto nos hemos alejado de este estado primitivo en nuestra actitud cultural y convencional ante la muerte!
No es difícil determinar la actuación de la guerra sobre esta dicotomía. Nos despoja de las superposiciones posteriores de la civilización y deja de nuevo al descubierto al hombre primitivo que en nosotros alienta.
Nos obliga de nuevo a ser héroes que no pueden creer en su propia muerte; presenta a los extraños como enemigos a los que debemos dar o desear la muerte, y nos aconseja sobreponernos a la muerte de las personas queridas.
Pero acabar con la guerra es imposible; mientras las condiciones de existencia de los pueblos sean tan distintas, y tan violentas las repulsiones entre ellos, tendrá que haber guerras.
Y entonces surge la interrogación. ¿No deberemos acaso ser nosotros los que cedamos y nos adaptemos a ella? ¿No habremos de confesar que con nuestra actitud civilizada ante la muerte nos hemos elevado una vez más muy por encima de nuestra condición y deberemos, por tanto, renunciar a la mentira y declarar la verdad? ¿No sería mejor dar a la muerte, en la realidad y en nuestros pensamientos, el lugar que le corresponde y dejar volver a la superficie nuestra actitud inconsciente ante la muerte que hasta ahora hemos reprimido tan cuidadosamente?
Esto no parece constituir un progreso, sino más bien, en algunos aspectos, una regresión; pero ofrece la ventaja de tener más en cuenta la verdad y hacer de nuevo más soportable la vida.
¿No sería mejor dejar a la muerte, en la realidad y en nuestros pensamientos, el lugar que por derecho le corresponde, y sacar a relucir un poco más nuestra actividad inconsciente hacia ella que hasta el presente hemos sofocado con tanto cuidado? Y soportar la vida es, y será siempre, el deber primero de todos los vivientes. La ilusión pierde todo valor cuando nos lo estorba. Recordamos la antigua sentencia si vis pacem, para bellum. Si quieres conservar la paz, prepárate para la guerra. Sería de actualidad modificarlo así: si vis vitam, para morten. Si quieres soportar la vida, prepárate para la muerte.
Lo que llamamos nuestro "inconsciente" --los estratos mas profundos de nuestra mente y alma compuestos por mociones pulsionales-- no conoce absolutamente nada negativo, ninguna negación y, por consiguiente, tampoco conoce la muerte propia a la que podemos darle un contenido negativo; entónces nada pulsional en nosotros solicita la creencia en la muerte"
"Nuestra Actitud ante la Muerte", 1915
Seguimos sin estar convencidos.
Hay algo que se nos escapa.
El 'rompitesta' parace tener piezas que no encajan.
Es que por mas esfuerzo que hacemos nos cuesta admitir que la larga parte sumergida del iceberg no conozca lo que de él hay afuera del agua.
Nos cuesta creer que esos estratos profundos de nuestras mociones y nociones pulsionales que nos comandan desde el puente de mando de nuestro barco...naveguen en la inopia de no saber el puerto adónde nos dirigimos...como si no tuvieran en su poder la carta de navegación del viaje donde vamos metido desde el nacer.
Porque, vamos a ver: ¿cómo vamos a prepararnos bien y efectivamente para la muerte --con el fín de soportar la vida-- si nuestro inconsciente no la reconoce, la desconoce?
Es absolutamente imposible.
Prepararse para la muerte tiene que ser llevado a cabo sobre el establecimiento de la mencionada coincidentia oppositorum entre consciente-inconsciente para que el interrelacionado conocimiento que existe entre ambos fluya y se nutra uno del otro.
El Maestro, para sustentarser, se apoya en lo negativo.
Citémoslo de nuevo: --el inconsciente-- no conoce absolutamente nada negativo, ninguna negación y, por consiguiente, tampoco conoce la muerte propia a la que podemos darle un contenido negativo. ¿Quíen ha dicho que el inconsciente no conoce absolutamente nada negativo y que, por lo tanto, al tener la muerte un contenido negativo el inconsciente no la puede reconocer? Absurdo.
Aqui Wilhelm Reich nos daría la razón porque él no creía en el instinto de muerte freudiano ni en la negatividad mencionada.
Por favor, don Seguismundo,
que el inconsciente no es estúpido.
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