La vida se divide entre los que se quedan
en la seguridad de sus sigilos
y los que se marchan hacia el abismo,
ese flujo y reflujo que perpetua la vida
en sus afluentes y sus ríos.
Los que se quedan en el puerto de Palos
porque el mar es un misterio y riesgo
ante el cúal se quiebran sus designios
y los que reunen a sus carabelas
y se deciden a conocer lo desconocido,
sueños que doblan y abren postigos
Los que se quedan
nunca conoceran al Otro
que todos llevamos escondido,
ese pathos de Colón
sin el cual no existe la otra orilla
para la que hemos nacido,
esa transcendencia que sin ella
nunca subiremos a flote
para ver el horizonte
que la Historia fue forjando
y hacia el que deben caminar
los destinos...
Los que se van,
los que son empujados a marchar
(porque la Inercia es la fuerza original,
lo que tiende al reposo, a la tranquilidad)
saben que nunca más volveran
al puerto de su partida
porque en ésto la Tierra no es redonda;
es plana, plana y horizontal
dónde nada se puede circunvalar
y todo es un adelante,
un adelante del que nunca
se puede regresar...
(Aunque contínuos motines a bordo
se tienen constantemente que sofocar,
porque la tripulación que embarcamos
es siempre regresiva, tira a su tierra,
a la génesis, a sus ancestros,
a volver al vientre maternal,
y si al cabo de un tiempo no ve tierra
fácilmente se puede amotinar.
Aahora mismo se me está rebelando
para que termine de escribir
en ésta bitácora de abordo
dónde llevo las incidencias
de éste ya largo viaje
desde que salimos de Palos.
A ver como los calmo
para poder continuar.
Tengo que parar)