Hay un augurio
de luciérnagas caídas
por el temporal,
luces que fueron a parar al suelo,
a la tierra,
al desierto,
al mar,
dónde ahogaron
sus últimas esquelas
para no levantarse jamás
Las aves marinas lo saben,
pero no pueden hablar
Hay una canción que desangra
como una herida abierta
que no podemos cerrar
y mariposas sin alas
que su vuelo
no pueden levantar
Las aves marinas lo saben,
pero no pueden hablar
Hay una distancia infinita
que cada vez se se agranda más
entre el horizonte
y el deseo que lucha por llegar,
por no ser la sombra
de ese estorbo
que hay que apartar
Las aves marinas lo saben,
pero no pueden hablar
Hay los mismos túneles,
los mismos puentes y galerías,
por dónde tenemos que pasar
...a pesar de que nos llevaran
al mismo sitio,
al mismo lugar,
una y otra vez,
sin parar,
sin parar,
sin parar...
Las aves marinas lo saben,
pero no pueden hablar
Hay un Sísifo
cansado de la condena
de subir y bajar
que se ha sentado
al pie de ladera
encarandose con los Dioses
para exigirles que digan la verdad,
que todo ha sido un montaje,
una gran estafa,
una trampa colosal
dónde los cimientos de la casa
que nos mandaron levantar
se hicieron sobre arenas movedizas
que no resistieron el peso
que tenían que soportar...
Las aves marinas lo saben,
pero no pueden hablar
Hay, también, lejos,
un murmullo de fuentes,
una umbría en vergel de plata,
dónde juegan niños
a cantar y saltar
con bullicios de voces
en carnavales de infancias
que también nos llegan,
allá, lejos y sin distancias,
y que nos llaman a traspasar
obstáculos y montañas,
paisajes oscuros
e inescalables atalayas...
¿Podremos llegar a tiempo,
antes de que el ocaso
llame con sus ígneas aldabas,
a ese otro lado del río
dónde nos aguardan?
Las aves marinas lo saben,
pero no pueden hablar