Todos somos judíos.
Yo también fui judío
cuando aún la luz no había llegado
a mis sentidos.
Y me acuerdo cuándo en el día
del Shabbat Shalom,
en el comedor del Kibutz,
bailábamos, con las manos cogidas,
el Hava nagila hava...
Nagila hava...
Nagila venishmejá...
Nava nerarená,
Hava nerarená...
¡Que bonitos eran aquellos tiempos!
Aún no se había producido
el ZARPAZO del 67, y el Kibutz,
trinchera invicta de juventud,
viniendo de la España franquista,
nos parecía una comuna pristina
de Saint-Simon.
!...Y venga...!
¡A bailar con las manos cogidas
sin usar la gnosis ni las flores de la razón!
Hava nagila hava...
Nagila hava...
Nagila venishmejá...
Nava nerarená,
Hava nerarená...
¡Que bonitos eran aquellos tiempos!
Era un nerarená dónde poco a poco
nos fuimos dando cuenta
de que todos somos judíos,
pero bajo la subterránea manipulación
que los poderosos acaramelan y forman
para mantener a sus Legiones
en los lugares estratégicos
que hay que apaciguar y controlar.
Jensky, un judío polaco, alto, flaco, de mirada taciturna, en el 68, después del ZARPAZO del 67 (la Guerra de los Seis Días) en el que él participó, me contaba que la toma de Jerusalén fue encarnizada porque se tuvo que conquistar el terreno en lucha de cuerpo a cuerpo, palmo a palmo, puerta a puerta, y se tuvieron que liquidar a todos los que se resistían a abandonar sus viviendas. David, un cubano de expresión conciliadora y simpatía caribeña, me contaba como en esa misma guerra, desde el aire, los cazas israelíes ametrallaban a los egipcios que, en calzoncillos, después haberlo perdido todo, corrían por el desierto tratando de salvar sus vidas...Y !ja, ja, ja...!, se reía...imitándolos con sus piernas y brazos como corrían. Después, con las manos cogidas, cantábamos, puerta por puerta y el ja, ja, ja, de los egipcios en calzoncillos:
Hava nagila hava...
Nagila hava...
Nagila venishmejá...
Nava nerarená,
Hava nerarená...
Y con el Nagila hava...
nos iban encandilando,
trinchera invicta de juventud,
de que todos somos judíos
dentro de nuestra arcada íntima
de circuncisión ancestral
dónde siempre mordemos el anzuelo
que tiene la carnada
que necesita nuestras necesidades
en el momento de picar...
Mientras tanto, afuera del Nagila hava,
ocultos, taponados, los pueblos oprimidos
son crucificados como Cristo
en el Gólgota de otro muy diferente
Nava nerarená...
Mientras tanto, después de picar, descubrimos
a los que, ZARPAZO a zarpazo,
palmo a palmo, puerta a puerta,
van reduciendo a cenizas a los que reclaman
sus tierras, sus casas, su pan,
y son destrozados en el monte del olvido
dónde ya no están clavadas dos cruces,
como dice la canción,
sino apilados cementerios
de horrores y terrorismos
de los que nadie quiere escuchar.
Y ahora, cuando he visto
a Obama y a Felipe VI --y otros más--
con los yamakas de sus Nagila's hava's
en el entierro del Premio Nobel de la Paz
("Paz" de incontables asesinatos colectivos
que quedan en la impunidad),
he vuelto a visualizar lo que un día
canté y bailé creyendo
que todos somos judíos,
y lo que después, cuándo desperté,
pude ver en todos esos yamakas
que llevan los jerarcas
de la "civilización" occidental:
un Hava nagila hava
manchados con la sangre de Gaza,
del Pueblo Palestino,
de mujeres, hombre y niños.