El ojo es un órgano
que se puede empujar
hacia adónde sea.
Sólo hace falta fuerza
y mineros desesos
de ver al otro lado
de la óptica oficial
que levanta vallas
dónde la mirada no penetra.
Todo es empujable, todo,
el viento, el sol, las estrellas,
el ojo, la mente, la voz,
el deseo, la silueta, la esfera,
todo depende de como se abra la puerta,
hacia adentro o hacia afuera.
Sólo hay que romper
la primera ley de Newton: La Inercia.
Por eso, el primer empujón
es el que mas cuesta;
después todo rueda
hacia dónde está destinado
a ir para cumplir
con su energía cinética.
Y todo es igual,
en el mar y en la tierra,
cerca del abismo,
cuándo el laberinto se cierra,
o cuándo, de la mano del angel,
observamos otras estelas.
Todo es igual,
en la serpiente que se arrastra
o en el alcatraz que vuela,
tan sólo cambia
el anamorfismo cilindrico
del ojo a empujar
que es el que ofrece resistencia,
la Inercia.
Ahora, empujada, tambien llega la Navidad
y sus corales de madreperlas,
oasis de francachelas,
cuándo nos deseamos felices fiestas,
incluído el prospero año nuevo que entra.
Es una pausa en el camino,
un abrevadero en el almanaque
aprovechado para beber
compras y ventas,
regalos y armisticios,
y así saldar cuentas;
programada y usufructuada
por la Gran Maquinaria
que nada entiende de contenidos,
de historia, de epigénesis
de significados y de principios
que no convengan.
Y empujado por las efemérides
--uno es de carne y huesos--
me he comprado fundas para los asientos
de mi viejo coche 'Honda civic hadbach' de 1991: $19 dolaritos.
Y al parecerme una ganga, me digo:
"Um...a alguíen han jodido en China,
en Guatemala, México, India,
para que la 'mano de obra barata'
haya podido crear ésta bicoca tan enhiesta.
Y sigo cogitativamente regorjitando:
"...Y que nos importa, en el fondo del cacharro, que éste buen precio venga de la inmisericorde explotación de los otros y de sus dolores de espalda y de estómagos, porque todos empujamos el ojo, el navideño y el de verano, en busca de una buena compra que nos reporte los mayores ahorros de nuestra canasta doméstica, y concatenadamente, a éstos que han hecho éstas fundas de asientos, esten dónde esten, en Bangladesh o en Pozuelos del Arzobispo, cuándo van a comprar también les pasará lo mismo: que les importa un pimiento la correspondiente explotación laboral imprimida en el producto que adquieren con tal de que también sea un 'buen precio'...¿No es éste el coro de todo éste carnaval de trabajo, opresión, producción y consumo ígeneo, dónde a todos nos cogen en la misma red (éstas son las auténticas "redes sociales"), dónde el obtener, al mejor precio posible, el artículo preferido, es el adagio y la moraleja que todos perseguimos? O sea, que a todos nos ordeñan y todos nos ordeñamos mutuamente, sin salida y sin opción, porque ésta omnipresente noria es como una inmensa campana global de la que no nos podemos escapar al menos que no figuremos como Robison Crusoe o los indios Yatalpas del Amazonas y afines. De lo cúal se deduce y se infiere un mortal corolario que determina el calabozo simbiotico de nuestro momentum historico dónde empujamos el ojo de la estrella navideña y venimos a ver y a palpar el hecho de que estamos todos involucrados, aherrojados y sometidos a lo mismo: a encontrar un buen precio, es decir, en cristiano: a joder a alguíen, porque todas las gangas vienen manchadas con los mismos tintes: el color rojo-negro del trabajo no pagado. Y todos vivimos del trabajo no pagado de alguíen lo mismo que ese alguíen vive del trabajo no pagado de los otros. Y ésto, aúnque se pudiera pensar que se nivela entre sí como los signos algebraicos, como no es algebra no ocurre de ésta forma ya que los 'algebrateros' de arriba son los que se encargan de poner los precios a su favor con lo cual la elíptica de ésta reciproca jodienda la pagan solo los jodidos-entre-si (y entre-no)
Asi, ésto no es solo un 'regimen' aquí y acúlla que hace ésto y lo otro, es mucho peor: es la omniubícuidad institucional del 'buen precio' por la cúal nos jodemos los unos a los otros para que la pléyade de marras salga por la divina tangente a situarse en sus palacios del vértice de la pirámide oculta a los ojos de todos... especialmente en éstas fechas en las que empujamos el no-oculto ojo navideño, ese órgano --como todos-- que se puede dirigir hacia adónde sea, hacia la paz, hacia la pandereta, hacia la calcomania, o hacia ese vector dónde se lleva al ojo de la estrella a iluminar una panoramica distinta del comercial y del tópico que nos alienea...