Friday, April 5, 2013
MI MADRE, "Temps Retrouvé"
A Miguel
"Andalucía,un pedazo de tierra habitada
por extrañas y misteriosas fuerzas"
Juan Ramon Jimenez
Hay muchos que tienen una madre.
Otros que tuvieron varias.
Y otros que no tienen ninguna.
Yo tuve una madre,
y hoy, el alumbratio nímbico del tiempo
me ha llevado hacia ella.
Ella estuvo en mi nacimiento,
pero yo, al morir, no pude verla.
El viento me había llevado lejos,
muy lejos, al otro lado de la esfera.
(Ahora llevo por ello un rejón clavado
que taladra y revienta)
Mi madre nació en Moguer, en 1903,
en un Septiembre de vendimias espesas,
cuándo se recogía la uva de las cepas
como se recogen las madreperlas,
y las bestias cruzaban la casa
con su carga prometéica
para llevarla a la bodega.
Y un aire de colmenas y miel
inundaba la estancia en espera
de aquel vino de ríos sueltos
que devolvía el halo vital
que la vida lleva.
Era moguereña de pura cepa,
y en su rostro llevaba cadencias
de deberes, costuras y limpiezas,
de un cosmos feudal
donde había cercos y rejas,
y el ritmo natural del tiempo
aún no había sido deshumanizado
con tantísima destreza y fuerza.
Moguer, Madre y hermanos.
El nido limpio y cálido...
¡Qué sol y que descanso
de cementerio blanqueado!
J.R.J.
Su lengua, el anda-luz ancestral,
luz que anda con propia dicción
renunciando al castellano invasor.
Rayas verticales de historia de léxicos,
expresiones, metáforas, refranes,
orfebrería pulida de antepasados
y civilizaciones que giraron sus tardes.
En el Convento de Santa Clara,
dónde Colón rezó antes del Crimen,
las monjas le enseñaron, de niña,
que era el mal y el bien,
la senda torcida y la recta,
los peligros y tentaciones de la carne,
la humana, la excelsa,
esa que nos atrae disfrazada de sexo,
de hombre, de mujer, de promesas.
"Que azquerozza, hijo, que azquerozza...",
le oía exclamar cuándo una mocita
pasaba contoneando sus caderas.
Velos negros y celosias cerraban esclusas
donde la sangre salpica.
Yo miraba para otro lado
manteniendo la vista en las caderas.
También le enseñaron a coser,
era una gran costurera,
pespuntes, zurcidos,
pantalones, chaquetas,
todo lo hacía mi madre
con arte medieval y perínclita paciencia.
Fue la unica hija con tres hermanos
y su madre, carácter etrusco matriacal
que a la luna molesta,
la usaba para la limpieza,
para trabajar en la casa y sus moliendas,
hay que cuidar a los hombres
que trabajan en el campo,
que traen mieses y estan cansados en sus siestas.
El trabajo y mi madre
siempre fueron juntos a cualquier fiesta
donde a las doce de la noche
sonaba la campanada fatidica de cenicienta.
Era aquella una casa con fantasmas,
con espiritus de abuelos y abuelas
que misteriosos ruidos hacian
pidiendo misas y novenas.
Tenia un cuarto desocupado
--habiendo tanta necesidad de espacios--
dónde nunca nadie queria dormir
por temor a un más allá
que quiza un dia la mecanica cuántica
nos lo sepa descifrar.
El dia de los difuntos
sacaba mi madre un gran dibujo
dónde se veía el fuego quemando
en dolor a las ánimas del purgatorio
que tenían que purgar por sus pecados
antes de ser llevadas al cielo.
Una virgen hermosa de pelo rubio
le daba la mano a los que habían terminado de purgar
para llevarlos a la diestra del padre celestial.
Al pie del gran dibujo ponía mi madre
a sus antepasados fallecidos
y me señalaba quíenes eran los fantasmas
que habitaban la casa.
Mi madre era un 'medium' que con algo se comunicaba,
tenía una premonición que a veces me asustaba.
Hoy ya todo está huído y por la materia comido,
tal vez con la razon de lo sabido,
pero al precio de los grandes tesoros
que se han perdido.
Mi primera sensación de balance y paz
fue ver a mi madre coser.
Enhebrar la aguja,
levatarla y volverla a bajar,
pespuntes pasados,
hilvan realizado,
cadencia sin igual,
sin tiempo, sin prisas,
macetas de geranios,
olor a verano,
el frescor del patio,
Numen existencial
Después, en el Convento de la vida,
otras clases de monjas demandaron
salmos y ocupaciones diferentes que realizar.
Y se hizo cocinera, zapatera, jardinera,
y todo lo que había que arreglar.
Ya iba por entónces enlutada
por aquello que dijo Queipo de Llano
de que dejaría a "media Andalucía enlutada"
por aquellos que no quisíeran colaborar.
Mi madre estaba en esa media,
y, aún sin saberlo,
al Santisimo le rezaba pidiendo
que perdonara aquella espantosa barbaridad.
Todo lo hacía mi madre
con esa mesura de la necesidad que apremia
pero que diluye premuras
porque nada llegaba a su final.
Y siempre con un suspiro,
con un "Ay...", profundo,
sin traducción, sin adagio,
latido de penas aplazadas,
ventriculismo que no salía de ella
sino del río sin desembocar.
Pero, eso sí, llevaba encajonada
en su 'dramatis personae'
una hidroeléctrica escondida
de dónde salía la fuerza motriz
de una risa del Al-Andalus que blanqueaba
sus esculturas apagadas
...que, de pronto,
como la Aurora de su nombre,
irrumpía como albas espontáneas
que derrumbaban el azabache de sus noches.
También le enseñaron a ser monja,
a servir al Señor y prometer castidad eterna.
A punto estuvo de entrar en ésta senda,
pero pudo mas la telúrica del instinto
que taladra sus cuevas.
Mi primer viaje en la vida fue a Moguer,
con ella, de su mano,
alba y madrugadas,
luces y olores de buenas nuevas,
horizontes en velas,
galaxias que abrían sus venas...
Nunca se me olvidará.
De su mano, junto a ella,
se abrió un día el mundo
llevándome a lo que después sería mi destino,
las atalayas del viajar...
Después el tiempo fue pasando,
con sus cuchillos, con sus navajas
que todo cercenan sin piedad.
Y ella se fue enlutando más y más;
alejando,
como si se le difuminara
el blanco y marino
de aquel azul moguereño de estrellas
que de niña le prendió
en sus largas trenzas.
Mi madre era muy refranera.
Recuerdo varios refranes que le servían de veleta:
"Matrimonio y mortaja
der cielo bajan"
"Si quiere zabe quien e fulanillo
dale un mandillo".
"Mucho te quiero perrito,
pero de pan poquito".
"Cuándo un perro ze traga un huezo
confianza tiene en su pezcuezo"
"To ezto ze lo comerá la Curia", hijo.
--La Curia, la romana, la cobradora de impuestos--
Madre, hoy me he levantado con tus refranes,
con tu ritmo y péndulo,
con el halo de tus ondas ya esparcidas
por éste Mysterium Tremendum;
que es el de la vida,
el de la muerte que vamos ciñiendo;
y ese puñal clavado en el corazón
que todos, disimulándolo,
llevamos dentro,
ese del aparecer y desaparecer
que no entendemos,
ese que, sin que nadie nos consulte,
tenemos que aceptar gemiendo...
...Nunca sabemos por qué pasan las cosas,
por qué no pasan,
y qué llevan dentro;
debe ser que, como tu decías,
"matrimonio y mortaja del cielo bajan".
Todo debe de ser asi, madre,
todo debe de bajar de ese lugar,
de ese mismo lugar
de dónde a ti te salía aquel profundo suspiro,
"Ay...",
que enmarcaba tu soledad...
...Pero, ahora, al recordarte, ¡ creo adivinar !:
te salía de aquel profundo pozo de nostalgias
que nunca pudístes arreglar,
--ese que ningúno de nosotros podemos arreglar--,
aquel que en tú casa de Moguer,
cuándo de él sacabas el agua
del nido limpio y cálido...
que allí dejastes y que nunca pudistes olvidar:
"Dolce tempo della prima etade",
como decía el poeta, madre,
aquel al que tú me llevastes de niño,
de tu mano,
alba y madrugadas,
luces y olores de buenas nuevas,
horizontes en velas
...y que ahora, al recordarte,
también se convierte
en aquella galaxias que abrían sus venas...
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