La gran diosa de los volcanes, Pele |
Ho'omana'o, hali'a aloha
(Recuerdos)
pasa el zumbido de la comba
del azul del tiempo
en pendulos y norias
que suben y bajan
como si fueran rosarios
que dan vueltas a elipses
donde sus focos son epilepsias
de bruma de devorados vestuarios
alli alli estaba el antropoide vestido
el poeta el loco el suicida el asesino
y el naufrago portuario
alli alli en la ladera del Hualalai
en avenidas de lavas hacia el mar
como la sangre derretida
corre con mensajes sin esperar
solo hay islas
archipielagos
sin eslabones enlazados
solos solos
aislados
como el Hualalai
como aquel roto pedazo
que un dia encontramos en el camino
perdido y llorando
vamos hacia atras
en el recuerdo
en un caballo desbocado
que ahora me lleva a aquella casa
en la ladera del Hualalai
volcan dormido
ya de tantos vomitos teluricos cansados
atalaya olimpica sobre el gran pacifico
que curvaba soledades y pantanos
cuando a lo lejos pasaban los cruceros
como gusanitos flotando
aquella casa
aquella casa que compramos
de torre vigia a un mar
de acuarelas que nunca pintamos
aquella casa pendiente de cenizas
que el Hualalai veia
con ojos entornados
y el ocaso penetraba
con tornasoles de paraisos
perdidos y sellados
hoy ya todo esta esfumado
estrangulado
hecho vacio
fantasmas
sombras
espejismo colado
en el paisaje
donde todo son islas
archipielagos
volcanes apagados
y memoria
para rumiar el pasado
y sacarle unos nutrientes
que ya no mantienen
ni nuestras carnes
ni nuestros huesos
ni los huertos donde sembramos
Hualalai a ti te hablo
vencida ya la diosa Pele
que habitaba tu santuario
pero se que ya es tarde
que antes te tenia
que haber hablado
y mirado y apreciado
pero tu siempre dormias
ajeno a los humanos
y yo nunca supe apreciar
la majestuosidad impune
de tu crater cubierto
de la flora magica
que te envolvia
como a un gran mago
ahora todo ya acabado
todo ya convertido en islas
archipielagos y desligado
vuelo hacia ti por si continuas
alli en tu lado
y me quieres escuchar ahora
cuando el zumbido de la comba
del azul del tiempo
en pendulos y norias
que suben y bajan
como si fueran rosarios
abriesen caminos
por donde nunca pasamos