...Érase una vez
Thursday, October 21, 2010
ERASE UNA VEZ...
...Érase una vez
...un país dónde hubo un caudillo por la gracia de Dios que liberó a sus súbditos contra las fuerzas del mal, y era muy amado y querido por todo el mundo, según se cuenta.
Cuando terminó triunfalmente su cruzada, el mismo Santo Padre le envió un telegrama congratulándolo dándole las gracias por su gran victoria católica que a la entera história había conmocionado.
Una cruz inmensa apareció en el cielo cómo un gran milagro, y las gentes, de rodillas, se dieron cuenta de que aquel hombre era el Mesías que por tanto tiempo habían estado esperando.
Incluso el emperador de un país que se llamaba los Estados Unidos, el país mas grande de la tierra, fue a felicitarlo dándole un gran abrazo.
Todos estaban llenos de dicha y contentos de lo que había realizado aquel prócer por todos alabado.
Cuando, ya de viejecitó, vió llegar la muerte, ecuánimamete nombró a un sabio rey como sucesor de su mítico y divino mandato.
Cuando falleció en su cama, también bajo el mismo palio que lo acompañó en templos, ciudades y apostolados, rodeado del cariño de su pueblo como un santo, con la bendición del Sumo Pontífice que tanto lo había respetado, y con el aprecio incondicional de todos los demás caudillos del orbe del "free world", el mismo que le habia dado los creditos y el petroleo para que ganara su 'cruzada', el país entero lloró desconsolado.
Fue enterrado en una cermonia inolvidable, como lo que fue, un Hernan Cortés, en un básilica que el mismo se mandó a construir en las entrañas de una montaña para que la história y la eternidad lo acogieran en los infinitos de sus tiempos y espacios, pirámide faraónica que durara, impertérrita, por los siglos de los siglos, como el Tajmajal, por el amor que le tuvo a su patria a la que ofrendó su cruzada para salvarla de
las oscuridades a las que sus enemigos la estaban llevando.
Al poco tiempo, su sucesor, el rey sabio que él habia nombrado, ya majestuosamente coronado, juró, sobre los Evangelios, con pompa y boato, seguir los pasos y contínuar el mismo movimiento que, de su antecesor y maestro, había tan dignamente heredado.
Y se cuenta que desde entonces todos fueron felices en aquel país, con los reyes, príncipes e infantas que sucedieron y propagaron aquella esplendorosa monarquía cuyos cimientos aquel gran caudillo había levantado.
Y se cuenta también que el Santo Padre, de vez en cuando, íba a visitar aquel país encantado de cuentos y leyendas de caudillos, reyes, príncipes, infantas y cortesanos, dónde todos vivían alborozados, y dónde uno de sus hijos más predilectos, aquel caudillo por la gracia de dios de éste cuento que contamos, yacía, 'Ad Majorem Dei Gloriam', en aquella única básilica excavada por su pueblo con tanto cariño en las entrañas de una montaña que él había santificado.
Y colorín colorao, éste cuento se ha terminado.
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