¿Debe de aceptar, en la soledad de su celda,
su muerte, su sentencia,
o debe de pelear,
en conjunción con sus posibles abogados,
para que sea eximido de tal condena?
Tautalógico es decir que, en la existencia, al igual que en el ejemplo de nuestra suposición, todos nacemos "condenados a muerte" por un "crimen" que no hemos cometido, pero, que, naturalmente, como aquí, el 'apelar', el no aceptar la inexorable sentencia de nuestro destino, sería el summum de la inutilidad porque nada conseguiríamos al respecto con nuestro 'desacuerdo'...asi que, nadie, en esencia, lo hace, porque la ley principal de la termodinámica psicológica del hombre consiste en el obvio pragmatismo de no gastar y perder energías en tratar de no caer en la tontería de mover montañas con las manos, valga la metáfora.
Pero ello no quiere decir que esa implacabilidad de la 'ley natural' de venir al mundo con la sentencia de muerte clavada en nuestra espalda no levante insurrecciones metafísicas y ontológicas que se van a callar tan fácilmente, lo que ocurre es que tales insurrecciones toman 'de tours' y desviaciones que --casi-- siempre se refugian en el subconsciente --para no ser vistas-- y no es sencillo determinar las genuinas motivaciones --que conllevan-- en los distintos fines en los que, fenomenológicamente, aparecen, enmascaradas, en la superficie de sus consecuencias.
Es decir, muchas angustias, miedos y psicopatías que se originan en ésta fuente, vienen proyectadas --y desviadas-- sobre cosas terrenales, sociales, físicas, humanas, pero que tienen su génesis, como decimos, en ésta resistencia a no aceptar la condena a muerte --con todos sus implícitos-- que acarreamos.
Asi, que, del tema, ni se habla: la resignacion es el total corolario...y "perdonanos señor todos nuestros pecados"...y todos tratamos de darnos ánimos unos a los otros...porque, seguramente, es para lo único que carecemos de convencimientos y animos: para aceptar, de rodillas, ir a la 'guillotina' que nos espera al final del camino.
A fin de cuenta, lo que hacemos
entre todos es una tácita transcendental intersubjetividad donde repremimos el rechazar, el disentir de esta inexorabilidad de tener que estar, no solamente condenados a morir, sino, lo peor: condenados a ceptarlo...aunque el "timor mortis" siempre este a nuestro lado.
Asi llegamos a la famosa frase de Calderón de la Barca: "El mayor delito --el mayor pecado--del hombre es el haber nacido".
El llamado "pecado original" del cristianismo:
venimos al mundo con ese 'delito', por lo tanto tenemos que ser 'condenados a muerte'
Es teológicamente, la "caída de la gracia" después de ser arrojados del Eden por comer el "fruto prohibido", el 'delito'.
Nosotros interpretamos a Calderón en el sentido de que creemos que se refería al nacimiento filogenético del hombre, no al ontogenético: o sea: alguien cometió "el crimen" y lo tenemos que pagar todos porque heredamos de ellos el mismo cerebro con el que seguimos cometiendo aquel mismo crimen ancestral.
El hombre, filogenéticamente, nace mediante una transgresión, un crimen (donde, según Freud, esta también implícito el sexo. "Totem y Tabu"), y lo tiene que pagar con su particular cabeza "sabiendo que está sentenciado a muerte" (un antropoide sano no lo sabe, y si lo sabe, no le importa)
Ahora bien,
aunque ya sabemos que se haga lo que se haga no se cambiará un iota este implacable destino, una de las cosas que podemos hacer es, por lo menos, el preguntarnos:
¿Cual es la posición que debe adoptar el hombre ante ello?
¿Resignarse?
¿Sublevarse?
¿Aceptarlo?
¿Rebelarse?
¿O agachar la cabeza ante el "descanse en paz" de su lápida?
¿Que pasa si nos rebelamos contra ello?
Nada, se dirá, todo continuará lo mismo: a los tres días de morir echaremos la misma peste.
Es verdad, obviamente.
Pero, usemos el coco:
por encima de todo ello hay un Logos incuestionable:
Si nada podrá revocar nuestra sentencia a morir...entonces lo mejor es irse de aqui con el puño en alto...¿por qué no?; ¿perdemos algo con ello?; indudablemente, tampoco ganamos nada...¿nada?, ¿nada?...
Volvamos a la suposición con la que empezamos:
llega el día en que el inocente de nuestro ejemplo es sacado de su celda para llevarlo al patíbulo, sube a él, convencido ya, a estas alturas, de que todo esta perdido, de que nada se puede hacer ya. Y es entonces cuando le pasa por sus venas, por su corazón, por sus visceras, por sus organos internos, una incontrolable insurrección que ya no la puede aguantar mas, que le sube a la garganta como un maremoto que avanza indeteniblemnete...y grita, con el puño en alto:
"¡¡¡ Soy inocente...hijos de la gran puta !!!
¿No será esta la forma mas natural, la auténtica espontaneidad 'par excellence'
mas etica,
estetica,
sublime,
perinclita,
justa,
y digna con la que nos podemos despedir de la Naturaleza, que, contra nuestra volutad, contra nuestro libre ser,
nos sentenció a muerte?
¿No será esto el bello cumplimiento insurgente
de aquello que dice el 'Rebelde' de Camus:
"Me rebelo, luego existo",
'Me rebelo, luego sigo existiendo incluso en mi muerte'
¿No demostraría ello que se ha experimentado la existencia de ésta misma manera?
Porque si morimos sin estar alzados contra nuestro implacable destino...es que nos hemos pasado la existencia sin estar alzados contra el mismo implacable destino de nuestra propia esclavitud humana, que es otra clase de muerte.