Thursday, July 27, 2023
CARRETERA DE SEVILLA, Nº 16, JUNTO AL ARBOL GORDO, FRENTE A LA HUERTA MENA, HUELVA
"Time loss its power
when remembrance
redeems the past"
Herbert Marcuse
(El -paso del- tiempo pierde su -borrador- poder
cuándo el recuerdo redime el pasado -del olvido-)
"The pass is never dead;
it's no even past"
William Faulkner
(El pasado nunca esta muerto;
ni siquiera es pasado)
"El pensamiento del hombre
es su nostalgia"
Albert Camus
......................
La permanencia de la impernanencia,
ese árbol gordo
que señaló la dirección
de dónde una vez vivimos,
de niños, de jovenes,
cuando el azul y el blanco
teñian el cielo
del mundo dónde aparecimos;
mientras los hombres
rompían los sueños
que otros habían erigido
con sus vidas,
con sus ya olvidados
heroísmos.
(Voces de ellos aún nos llegan
a través de campos mórficos
que aún laten en el espacio)
Después,
la permanencia de la impermanencia
se encargó de destruir
todo lo que había sucedido
(Fue cuándo lloraron los pájaros
que en jaulas habíamos atado
y en ellas murieron ser liberados)
El árbol gordo tenía un hueco
dónde todos los años venía un mochuelo
a levantar su nido.
En verano, por las noches,
como si nos quisiera decir algo
que nunca entendimos,
cantaba presagios
de llantos escondidos.
A mi me daba miedo
aquel pájaro
porque tenía la sensación
de que quería decirnos algo
oculto, aciago, prohibido.
En la Huerta Mena se sembraban
garbanzos, cebada,
maiz, trigo,
pan, comida,
que traían esperanzas
en aquellos tiempos
dónde se morían
todas las amapolas
y se disecaban los vivos
Y en sus campos
corría nuestra niñez
como gorrioncillo, libre, perdido,
y el aire, la luna, las nubes y el sol,
de todo ello eran testigos,
y hablaban con nosotros,
y en la nímbica de la infancia
que recogía sus arcanos sonidos,
nos protegían para no saber
que estaba pasando
al otro lado del río...
Aquel mundo era eterno,
sin fín,
sin límites,
sin contornos,
sin postigos,
como si siempre
fuese a perdurar
y nada ni nadie
pudiese detener
el inexorable pulso
de sus caminos,
pero bajo aquella
solidificada eternidad
presentíamos que algo ocurría,
se taponaba,
y que no podía ser oído
en el silencio de lo omitido,
en rostros que se ocultaban
los unos a los otros
para seguir vivos
Y aquel árbol gordo con su nido,
con su misterioso mochuelo,
a la entrada de la Huerta Mena
--gran cancela de hierro
que aseguraba lo poseído--
siempre nos dejaban pasar
para preservar
en nuestras alas infantiles
los vuelos que habían caído...
Después,
la permanencia de la impermanencia,
llegó con sus vientos y máquinas
a derribarlo todo
y a reescribir lo que habíamos
visto y sentido.
Porque la criatura humana,
para sobrevivir,
para existir,
psicopatología de la normalidad,
a todo se acostumbra y se adapta
como se acopla el peso del cuerpo
a la fuerza de gravedad.
(La Gravedad.
Todo era gravedad.
Pero la infancia lo disuelve todo
para poder ser,
para poder flotar,
para ser murmullo de fuentes,
como dijo el poeta
al otro lado
de la realidad)
Ahora,
cuándo visitamos la milenaria
y tartésica Onuba
y a los bloques de gentes
amarradas a bloques de pisos,
ya la memoria truncada
por la IMPUNIDAD de lo cometido (*),
lloramos como el buho
que tenía en el árbol gordo su nido...
..................................
(*)
Se van a cumplir 87 años:
"Espero del proverbial patriotismo
y cordura del vecindario".
A mi me daba miedo
aquel pájaro
porque tenía la sensación
de que quería decirnos algo
oculto, prohibido, aciago.
............................
Mejor con música.
"La música amansa las fieras", decía mi vieja.
Amansémosnos...
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