Y otra vez
--para escaparnos de éste cerco
que ata mandíbulas y luceros--
nos subimos al carro
de nuestras auroras y techos
dónde la flecha del tiempo
es una veleta llevada por el Viento...
y p'atra, doña Aurora,
p'atra, al pasado del presente,
a lo que fue y sigue siendo,
a ese murmullo de frondas
de imborrables senderos
dónde el duende de la tribu
recita sus coplas y sus versos,
su dolor siempre inmenso.
Y otra vez.
P'atra, doña Aurora,
a esa cornisa en el abismo
que todos llevamos dentro,
cada cúal en su macetero,
cada cúal, hijo de sus palimpsestos,
regando esa planta
que necesitamos que viva
para que no se sequen los sueños.
Y asi vamos,
una y otra vez,
en éste compartido frigorífico
dónde los guardianes
se han llevado la llave
que podría apagar
nuestros fuegos.
El cielo, afuera,
parece un conjuro
de designios que hiela
las caras bajo sus velos.
Y todo se hace imposible,
imposible como si de pronto
nos diésemos cuenta
de que somos llevados
por fuerzas ajenas,
de que es la vida
la que nos posee
y no nosotros a ella.
--De que somos los desposeídos
en aguas de naufragios
dónde el capitan ha huído--
Y otra vez.
P'atra, doña Aurora,
a ese camino
dónde no estaba roto el espejo
y las primaveras triunfaban
sobre el frío de éste 10 de Enero
dónde el coro de niños cantores
esta siendo asesinado
sin que el Papa diga nada
ni la comisión de los derechos humanos
ponga a los jorobados
bajo la vertical que hace falta.
¿Nos entiende usted, doña Aurora,
entiende usted lo que estamos diciéndo?
Pero es igual:
el frío esta ahí
y es el mismo para todos.
(Aúnque los verdugos
tengan calefacción instalada)
Incluso para los que ya no estan aqui
que nos ven desde el otro lado
y tiemblan al ver lo que pasa.
Y otra vez.
P'atra, para la comba de la infancia,
para el vientre marsupial
que teje maromas
para descolgarlas de la ventana
y salir de éste redil vigilado
dónde se castra la esperanza
y los esclavos contentos
entonan himnos de alabanzas...
dónde los pastores ordeñan
nuestra sabia
y juegan a decirnos
que protegen nuestras almas.
Ciudadanito que vienes al Mundo
te guarde Dios,
uno de los dos Mundos
ha de helarte el corazón
Y es verdad, Don Antonio,
y nos lo hiela,
como en este frío de invierno
dónde no hay estrellas.
10 Enero.
Frío.
Mucho frío.
Y sin estrellas.
Solo oquedades árticas,
deseos deshechos,
algas aplastadas;
almas acurrucadas
que andan congeladas
en un mundo frigorífico
al que le han cortado las alas
y ha caído a una tierra
dónde ya no florecen
las cosechas pasadas.
Y entónces lo que hacemos
es irnos p'atra,
doña Aurora,
por uno de esos "agujeros de gusanos"
dónde la flecha del tiempo
es una veleta llevada por el Viento
(que no entienden los físicos
porque no estan despiertos),
que es lo que en este frigorífico,
puede calentar nuestros huesos...