Azul noche.
Negro día.
Amapolas que vuelan
sin rumbo de rojos,
alas perdidas.
Hay plumas de muerte
que alzan la vida.
Y un suspiro
de hierbas frescas
que embriagan salidas.
Por allí, por allí,
¿las habéis visto pasar?
Una va de pie,
la otra de rodillas.
¿Las hebéis visto pasar?
Iban por aquella orilla
dónde el arroyo y el bosque
se enlazan sin decirnos
qué limita sus abismos,
sus cornisas.
¿Las hebéis visto pasar?
Iban cantando,
de la mano,
una de pie,
la otra de rodillas,
sus pasos iguales
--que extraño--
tejían la misma melodía.
Eran la vida, de pie,
la muerte, de rodillas,
y las dos,
cabeza con cabeza,
horizontal de despedidas,
puertas de llegadas,
lagunas escondidas.
--¿Las habéis visto pasar?--
--No. Pero me han dicho
que van juntas;
y que siempre andan
por la misma orilla,
al otro lado,
entre álamos, chopos,
bedules, tilos y brisas,
y que de vez en cuándo
sólo se vé una...
dejando a la otra
caminado arroyo arriba
como si siempre
hubiéran sabido
que tarde o temprano
llegaría...