ESTADOS UNIDOS Y UCRANIA
VOTAN NO A LA CONDENA DE LA
GLORIFICACIÓN DEL NAZISMO
La noticia ha pasado desapercibida en los principales medios corporativos.
Conviene recordar que uno de los trapos sucios mejor guardados de la II Guerra Mundial es la participación de gran número de ucranianos y otros grupos étnicos nacionalistas de la Unión Soviética en la Alemania Nazi. Su labor fue hacer redadas de millones de judíos, gitanos, izquierdistas, homosexuales..., para llevarlos a los campos de concentración. Con la caída de la URSS en 1991, muchos de estos grupos ultranacionalistas salieron de la caverna, reescribieron su propia historia para presentarse no como colaboradores nazis, sino como héroes nacionalistas que lucharon contra la doble ocupación de Alemania y Rusia, y se reconvirtieron en respetables conservadores.
Esto fue lo que ocurrió en Ucrania, dónde, en 2015, Estados Unidos fabricó una insurrección para instalar un gobierno pro-Washington. Ese nuevo gobierno, en manos de la extrema derecha, prohibió la iconografía soviética, ilegalizó las simpatías comunistas y comenzó a rehabilitar oficialmente a los grupos neo-nazis que participaron en el genocidio de la II Guerra Mundial, honrando su supuesto sacrificio y patriotismo.
Aúnque este nuevo rechazo de EE.UU a la resolución de la ONU puede interpretarse como otro ejemplo de la negativa de Donald Trump a condenar a la extrema derecha, es bastante dudoso que la nueva administración Biden hubiera votado en diferente sentido. De hecho, en 2014, el mismo Biden viajó a Ucrania para participar en el levantamiento ucraniano, colaborando con las fuerzas opositoras al legítimo presidente electo Yanukovych y forzándole a abandonar el país.
Más tarde, Biden se enorgullecía de haber ordenado personalmente a Yanukovych que renunciara. Sólo meses después, el hijo de Biden, Hunter, fue colocado en el consejo de administración de la empresa energética ucraniana, Burisma, ganando 50.000 dólares al mes, a pesar de no tener conocimientos en la materia, ni de la región o sus lenguas.
Mientras, en Ucrania, el futuro presidente electo de EE.UU se reunió públicamente con el líder neo-nazi Oleh Tyahnybok, jefe del Partido de la Libertad, que previamente había llamado a declarar la guerra a la “mafia moscovito-judía” y los “oligarcas judíos que controlan Ucracnia”. Aunque este partido tiene poco poder político, otros ultranacionalistas han alcanzado puestos claves en el gobierno, la extrema derecha ejerce un casi-monopolio del discurso público dentro del país y es capaz de organizar masivas manifestaciones.
El gobierno de EE.UU pagó el entrenamiento de buena parte de la nueva milicia ucraniana, incluyendo el ahora semi-oficial Batallón Azov, grupo nazi paramilitar que usa iconografía de las SS.
Desde el derrocamiento de Yanukovych, el gobierno de Ucrania es pro-Unión Europea. Esta es la razón, sin duda, de las llamativas abstenciones de países europeos como Alemania, Francia, Italia o España, entre otros, así como también el papel de lacayos de Washington que representan.
La noticia sobre esta resolución ha estado prácticamente ausente en los principales medios corporativos tanto estadounidenses como europeos. A Biden, en concreto, le interesa que cuanto menos se sepa de Ucrania, mejor.