De vez en cuándo,
como en éste día
de luz y mares lejanos,
al llegar los torrentes
de los ríos humanos
a romper sus muros y lazos
y correr a desembocar sueños
y gritos aplazados,
nos asalta la VERDAD directa,
la que ya no necesita
ni perífrasis ni intermediarios,
y, levantando el puño
que por tanto tiempo lleva cerrado,
soltamos el ancestral pentagrama
que nos tiene amarrados
para gritarle al Viento
y esparcir el polen secuestrado:
¡Asesinos de Esperanzas!
¡Dejad al pueblo de Cuba en paz!
¡Que lleváis mil años aterrorizándolo!
¿¡O es que tenéis MIEDO
de que su ejemplo se extienda
a los otros pueblos
que habéis enyugado?!
¡Ya le tenéis clavado un puñal
en el corazón de su Guantanamo!
¡¿Qué queréis más?!
¡¿Qué queréis más, canallas,
toda la isla para llenarla
con vuestros abominables
negocios y esclavos?!
¡¿Qué os guía en éste Crimen
de piratas engreídos y bastardos?!
¡¿Robar tan sólo?!
¡¿O es vuestra enferma y herida
prepotencia imperial
que no acepta
que la DIGNIDAD y la LUCHA
de un puebo
se haya atrevido
a desobecer vuestros mandatos?!
¡Asesinos de Esperanzas!
¡Dejad al pueblo de Cuba en paz!
¡¿O es que tenéis MIEDO
de que su ejemplo se extienda
a los otros pueblos
que habéis enyugado?!