Monday, February 11, 2019
EL PROCESO DE KAFKA COMENZARA MAÑANA EN MADRID
"Alguien debía de haber calumniado a Josef K., porque, sin haber hecho nada malo,
fue detenido una mañana."
Así empieza 'El Proceso', la obra maestra de la literatura de Kafka que fue publicada por primera vez en 1925 por Max Brod partiendo de los manuscritos que dejó el autor.
Josef K., el protagonista, es acusado de un delito que nunca llegará a conocer y se ve envuelto en una maraña de la que no podrá salir.
Nadie sabe quién dirige los engranajes que propician la detención y el posterior proceso. La situación en la que se encuentra el protagonista, a pesar de ser aparentemente absurda, se nos hace muy verosímil. En la novela aparecen abogados, jueces, ujieres, guardianes, que, en conjunto, dan una imagen impactante de los mecanismos de la Ley y del Estado.
'El Proceso' es la historia de Josef K., acusado y condenado por algo que no llegará a saber. Una mañana, éste funcionario es arrestado en la pensión en la que se aloja sin que los encargados de hacerlo le informen del motivo. Se abre entónces un largo proceso judicial cuya lógica escapa a la comprensión del acusado.
Josef K. se ve envuelto en algo sin saber por qué. A pesar de ese desconocimiento, le asedian dudas acerca de su culpabilidad. Sin haber dejado de declararse inocente en todo momento, y tras la infructuosa acción de su abogado, Josef K. es condenado a muerte y ejecutado. Recordemos como termina la historia:
Al final, dejaron a K. en una posición que ni siquiera era la mejor de las que habían conseguido antes. Luego, uno de los caballeros se desabrochó la levita y sacó de una vaina que llevaba colgada de un cinturón unido al chaleco, un cuchillo de carnicero largo, estrecho y afilado por ambos lados, lo levantó y comprobó el filo a la luz. De nuevo comenzaron las repugnantes cortesías, uno le pasaba el cuchillo al otro por encima de K., éste se lo devolvía otra vez por encima de K. Ahora K. sabía exactamente que su deber hubiera sido coger él mismo el cuchillo cuando pasaba de mano en mano por encima de él y clavárselo a sí mismo. Pero no lo hizo, sino que giró su cuello, aún libre, y miró a su alrededor. No podía probar del todo su eficacia, no podía quitarle todo el trabajo a las autoridades, la responsabilidad de aquel último error la tenía aquel que le había negado el resto de las fuerzas necesarias para ello. Sus miradas recayeron en el último piso de la casa que lindaba con la cantera. Del mismo modo en que palpita una luz, así se abrieron de par en par los cristales de una ventana; una persona, débil y delgada por la distancia y la altura, se inclinó de golpe hacia delante y extendió los brazos aún más hacia delante. ¿Quién era? ¿Un amigo? ¿Una buena persona? ¿Uno que tomaba parte en ello? ¿Uno que quería ayudar? ¿Era uno solo? ¿Eran todos? ¿Era aún una ayuda? ¿Había objeciones que habían olvidado? Seguro que había algunas. Sin duda la lógica es inconmovible, pero no se resiste a una persona que quiere vivir. ¿Dónde estaba el alto tribunal hasta el que no había llegado jamás? Levantó las manos y separó todos los dedos. Pero las manos de uno de los caballeros se posaban sobre la garganta de K. mientras el otro le clavaba el cuchillo hasta lo más hondo del corazón y lo hacía girar en él dos veces. Con los ojos vidriosos, K. vio todavía cómo los caballeros, mejilla contra mejilla, observaban el desenlace ante su rostro. "¡Como un perro!", dijo, era como si la vergüenza hubiéra de sobrevivirle.
Este Proceso, la obra maestra
de la desesperada francocracia,
comenzará mañana en Madrid.
Quedan todos invitados.
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