Es la una y media de la madrugada.
En la casa hay vestigios dónde se coagula
ese Will of Life que a veces se niega a caminar
porque sabe que no encontrará resultados.
Me he asomado afuera a ver las estrellas,
el Cosmos,
ese Universo que aún no entiende qué hacemos,
cúal es el propósito de todo éste carnaval de esclavos
dónde por ciegos somos guiados.
Miro hacia arriba y noto que soy mirado.
Cierro la puerta, entro en casa,
en la jaula que nos han fabricado,
y siento que esa mirada ahora se ha esfumado,
y en su lugar ha aparecido otra mirada,
otros ojos,
otras lentes,
otros candados,
los que nos ven desde dentro
sin que nosotros podamos desviarlos:
¿Será la misma mirada que me llegó del Cosmos lejano?
¿Será que siempre estamos vigilados,
que somos poseídos
por una red arcana
de observadores observados
dónde todo está interrelacionado
y mutualmente entonado
y nosotros somos como piezas
sueltas y disonantes
que no hallan su posición
que durante tantísimo tiempo vamos buscando
dentro de un holograma que ahora,
en la casa, parece descompuesto,
desarmado,
deshecho en ambivalencias y contradicciones
que fijan digitos que se clavan
sin que podamos sacarnoslos?
Es cuándo estamos a solas con nosotros mismos,
sin testigos que nos presencien,
y sentimos que estamos
en un Universo que nos advierte
...cuando le lanzamos a nuestra sombra
el punch a ese otro que lee,
que aprende,
y que, a pesar de ello,
sabe que sigue sin ser consciente
de sí mismo,
de quíen es,
de lo que está pasando,
de cómo todo nos hace y nos deshace
sin que nunca podamos profundiizar
el Misterium Tremendum que lleva adosado...
dónde aparecemos y desaparecemos
sin que podamos descifrar qué nos trajo
y qué nos lleva sin consultarnos...
porque éste es el Sine qua non de la condición
humana que, hasta la muerte,
permanence intacto...