"Un rebaño y ningun pastor"
Nietzsche
¿Acertó el pensador aleman?
Tengo ambivalentes respuestas al respecto,
depende de las coordenadas dónde me encuentro
y por cúales mares navego.
Hoy he optado por pensar que Nietzsche estuvo acertado en su afirmación. La culpa la ha tenido Clemente.
Clemente es un pastor de sonrisa ovejuna pero sin campana al cuello. De unos cuarenta años, todo es sólido en él, macizo, su cuerpo, su cara y su piel.
Lleva su rebaño por libres pastos entre pinares con dos perros que descansan mientras las ovejas comen y mastican.
"De día son tontos, pero de noche no hay nadie
que se les acerque a los borregos"
Dice señalando a los canes que nos observan como si fuesen las ovejas las que los cuidasen a ellos.
Hay en la tarde una centrifuga de paz que todo lo fulmina y que se musicaliza en los pequeños cencerros que llevan las ovejas que se desgranan como sonidos de monasterios budistas.
A lo lejos, el mar parece que los oye y se solidariza. Y uno se siente en un paraíso bucólico ya perdido para siempre.
Y todo debido a esa cadencia sonora que emite el movimiento de cada animal. Y pienso si no sería una buena idea si cada uno de nosotros nos pusiéramos una campana al cuello para ver si de ésta forma nos pudiésemos armonizar en coro bajo un "flocking behavior" que amalgamase nuestras biopáticas individualidades en pentagramas idílicos que con la
naturaleza nos unificase.
Le pregunto lo que hay que preguntarle a un pastor, y él contesta con siglos de campo y voz que se filtran por el embudo generacional que heredó. Y hay en su atávica metodología esa cohesión que ya la quisieran tener los académicos y los eruditos de turno que pastorean colegios y títulos.
"Pues, mire usted, las ovejas son como los hombres, dónde va una, van todas. Aqui no hay líderes, ni machos dirigentes ni hembras cachunas. Forman un rebaño sin pastor, porque si yo me voy harían lo mismo. Verá uested..."
Y se agacha, coge una piedra y se la tira a un borrego que va de punta en un flanco del rebaño, dándole unos gritos que se me antojan del paleolítico con incrustaciones de cante jondo. Y me dice:
"Ya verá usted lo que hacen los otros borregos cuándo vean hacia donde va al que le tiro ésta piedra"
Y, efectivamente, cuándo la oveja apedreada y paleoliticatizada inicia la dirección asignada, ipso facto, pero poco a poco, todos los demás miembros del rebaño siguen la misma linea señalada.
"Hombre, claro, se van por ese rumbo porque usted se lo ha marcado con sus voces y la piedra que le ha tirado"
Le digo tratando de ir contra Nietzsche, de que todo rebaño conlleva un pastor.
"No"
Salta tajante e imperioso en su expresión.
Y se me queda mirando apoyado en su bastón como si el centro de gravedad de toda la Tierra girara a su alrededor.
"Mire...Aúnque yo no hubiése intervenido, hubiéran seguido al primer borrego que hubiése inciado un nuevo giro. Es como si todos esperasen a que cualquiera de ellos empezara el camino ¿Me entiende?
"No"
Le dije agarrandome a mi posición.
"Creo que deben de seguir al que olfatea los mejores pastos y yerbas, y no al capricho direccional de uno cualquiera"
"No"
Esta vez Clementa parece molesto con mi insistencia.
Y se me queda mirando con su solidez perpetua como si me levantara su muralla contra todas mis puertas. Y me repite:
"No...Mire, yo no soy un borrego, pero llevo con ellos muchos años, y le aseguro que se guían por la conducta del rebaño. Cada borrego es un rebaño...y el rebaño, para ser rebaño, no necesita ningún pastor ...Hombre, yo estoy aqui por mi conveniencia, claro, pero si me fuese, todos éstos borregos seguirían siendo lo que son: un rebaño..."
Clemente se ha puesto serio.
Ha dejado de apoyarse en el bastón.
Como si ya no le hiciése falta.
Ahora sólo se sujeta en sus palabras.
En su experiencia, en sus convicciones.
Hace una pausa para ver el efecto de sus palabras.
Espera mi replica para continuar.
Pero yo no digo nada.
Ni sé responderle ni me atrevo.
No sé por qué no me atrevo a contestarle.
Será porque me ha parecido que acaba de definir al hombre, al rebaño humano: 'the flocking behavior', y ésto también me ha hecho ponerme serio.
Y siento que el filósofo aleman tenía razón.
Esta vez es Clemente, un pastor,
el que me ha hecho cambiar de opinión.