En el Bar
(El Bar en España es la unica Casa del Pueblo
que los fascistas no asaltaron 'buscando rojos'
cuando la Inquisicion montaba todos sus candados)
Mañana fria. Las calles del pueblo son antiguas avenidas de tribus que un dia decidieron unir sus casas en largas filas donde la historia fue montando sus nidos que hoy los coches profanizan.
En el Bar, una traquilidad de pozo desenfundado, esa que se forjo en los campos y en la naturaleza que adoba a los hombres y los simplifica, me invita a escribir...sin saber adonde voy con ello ni qué decir...la mejor inspiracion que se pueda sentir.
La television, colgada de la pared, tiene un programa de muñequitos para niños que el momentum infantiliza. Un grupo de mujeres, en una mesa adyacente, mantiene una conversacion donde las norias de la rutina vacian sus aguas eternas entre pespuntes y risas.
Una mujer, ya avanzada en años y en penurias desconocidas, le pone mantequilla a medio bollo a una niña, que, junto a ella, observa la television con mirada sin cornisas.
La mujer que atiende a los parroquianos, joven, de pelo recogido y rolliza, de movimientos rapidos que se asemejan a una abeja que no encuentra la flor elejida, me trae un delicioso cafe con leche que acopla mi mente a los atajos por donde transita el paraiso perseguido.
Me quedo parado, quieto, sin saber, sin ideas, en nirvana desfondado, en la bolsa marsupial del Bar que me protege y me mece, acunandome del mundo y su tempestad.
Mañana fria. Deseos en huelga. Sueños evacuados. Distancias borradas. Todo conjuntado en este Bar donde, ahora, solos, nos hemos quedado.
La religiosa y fiel TV, la camarera joven y rolliza, parroquianos que entran y salen sin llenar la tuberia,
y este naufrago aporreando estas teclas sin velas cuyo barco, varado, se eterniza en este instante
donde todo se hace lejano, muy lejano, como si mirasemos por un telescopio al cosmos donde las luces que nos llegan salieron de sus fuentes hace tiempo, mucho tiempo, para traernos el presente de un pasado que ya no existe ni se multiplica. Quizas seamos lo que dijo Heidengger --o como se escriba--: "El hombre es un ser de lejanias"...Lejanias de miopes que se eternizan.
Ahora entra un hombre, ya viejo, con mirada huida a un paisaje seco ya donde nada fructifica ni dignifica, tan solo una entropia de vestidos deshilachados lo salpican; y le oigo comentar, con otros parroquianos conocidos que acaban de entrar, lo que ha ocurrido en Paris...qué barbaridad!
Seguramente no saben donde esta tal ciudad, tal nacion, tal identidad, pero hablan de ello, en la tranquilidad idilica del Bar, como si hubiesen vivido lo que la television les presenta y les recuerda con intensidad.
Somos bobos soterraños dirigidos a control remoto como marionetas partidas que no saben donde empieza la ficcion y donde termina la realidad...Ni falta que hace ya cuando el capitan ya abandonó el barco antes que las ratas se lanzaran al mar...
"Un rebaño y ningún pastor', dijo el loco de Nietzsche -o como se escriba-- Creo que se equivocó. Yo solo veo pastores y perros guardianes. Ni rebaño existe ya. Tan solo sombras furtivas que deambulan sin saber deambular. Lo peor.
Me quedo pensando en el poder y la omnipresencia de como se maneja y se propaga, en todo el planeta, el universo con el cual nos tenemos que enganchar, adherir, reproducir, propagar; como si se nos hubiera pegado una mierda a la suela del zapato y no nos la pudieramos quitar.
Mañana fria.
España entera es un Bar.
Un Bar de gentes que entran y salen,
y hablan,
y comentan,
o se sientan y callan,
piensan,
miran y se diluyen pasando sin pasar,
que desaparecen y aparecen
como si el lugar fuera
ese suelo extraño y familiar
donde nadie repara
en que se nos cae la casa;
una costa donde llegan desconocidos naufragos
que se alegran de llegar y salir.
Una bolsa marsupial que sustituye al hogar,
a la capsula ancestral,
a la matrix de la que nos empujaron
y nos fuimos creyendo que era nuestra libertad;
un refugio donde lo monogamo olvida sus cadenas
y la comunicacion con el otro se desquita
de sus soledades como recreo sin guardianes.
Ahora, la camarera joven y rolliza,
ha cambiado la television y ha puesto
un canal donde se dibuja una pareja.
Y aparece un programa donde una mujer y un hombre
se besan y se dicen cosas ajenas a la realidad
en unos comerciales que nos indican
lo que, para estar contentos y felices,
hay que comprar.
Todo es un comercial, pero en el Bar
se soporta esta insultiva propaganda
porque aqui a nadie le importa
lo que la pantalla nos quiera exportar
La television en un Bar no interesa,
no es ni su estacion ni su lugar,
pero da las mentiras del entreteni-miento sacramental,
esos ingredientes que llenan esas zanjas del vacio
que se nos clavan sin darnos cuenta
de que la sangre que chorea la humanidad
ya no la podemos lavar.
Luces de calcio blanco, afuera,
comienzan a alumbrar con una resplandor poderoso
que va venciendo al frio y desarrollando
el inicio de un nuevo y viejo dia
que, aunque estemos en el Bar,
tenemos que enfrentar
en este Sisifo humano de todos los dias
cuya roca a la cima hay que llevar
a sabiendas de que cuando alcancemos la cumbre
volvera a caer, a resbalar,
y tendremos que subirla de nuevo
como condena de la que no nos podemos escapar.
Tal vez un Bar sea la representacion simbolica
de un Sisifo del cual no nos podemos safar
y que va, continuamente,
del pie de la montaña a la cima,
camino y puertas por las que salimos y entramos
como por las puertas del Bar...
para ver si amordazamos nuestra soledad
y que no nos monologuice
lo que no queremos ver ni oir
en nuestro camino de trivialidad y superficialidad
donde el Universo es silencio y el monologo
su angustia visceral.
Algo que en el Bar tratamos de arreglar.