"Hay algo en la sociedad humana
que obstruye hacer la correcta pregunta
para alcanzar la verdadera respuesta"
"El Asesinato de Cristo", Wilhelm Reich
Hemos visto el album de fotos
de gentes que se han ido,
de gentes que aún estan aquí.
...Explícamelo,
explícamelo tú a mi...
¿qué es el paso del tiempo,
qué es el vivir,
dónde un día aparecemos
y otro desaparecemos
y nada queda aqui
...tan sólo un album de fotos,
un papel que otro día
dejará de existir?
Explícamelo...
a ver si lo entiendo
antes de que los dos
también dejemos
de estar aqui...
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Las fotografias me producen una extraña sensación
que aún no he digerido...
¿Cuándo fue la primera vez que el hombre se reconoció a sí mismo en una superficie que, al reflejar su rostro, se asumió y se identificó en ese rostro que veía afuera de él y se dijo ese soy "yo" mismo?
Los niños que se han visto privados demasiado temprano de todo comercio social, es decir, los niños salvajes, --que no han podido ser 'clonados' como "sapiens" en sus primeros años-- ("Wolf Children and the Problem of Human Nature" Lucien Malson "The Wild Boy of Aveyron"), aún en su pubertad, si se les da un espejo para que se miren en él no saben reconocerse a sí mismos: aún no lo han aprendido; y si en lugar de un espejo se les toma una fotografía tampoco saben verse en ella.
¿Qué y a quién ven en ella?
El hombre --en sus tres millones de años que patea éste planeta-- hace muy poco tiempo que se puede ver a sí mismo afuera de él mismo. Lo primero sería la mansa superficie de agua. Despues, el metal. Despues, el espejo que, como mueble de habitacion --y para los pudientes--, sólo empieza a usarse en el siglo XVI. O sea, que, en el reflejo
de la sub-conciencia colectiva, no llevamos mucho tiempo viéndonos a nosotros mismos.
Después, claro, llegó la fotografía con el eslogan de Kodac: "Usted aprieta el boton que nosotros haremos el resto". Y empezamos claramente a vernos; y el agua, el metal y el espejo, y cualquier superficie de colimaciones y reflejos, quedaron lejos para quedarnos instalados en éstos albums de fotos sobre los que yo hoy he pasado sus páginas enhebrando el maya del transcurrir del tiempo...
Y he tenido que admitir que ese soy yo,
y aquel y aquella, el otro, la otra...
Unos, ya estan muertos.
Otros, vivos.
Otros, no sabemos dónde estan,
tal vez se hayan ido o huído,
quíen sabe.
Y todos, inmóviles en la noria del tiempo,
quietos, amarrados en el ancla
de una posición dónde quedamos fijos,
estatuas colgantes
de diferentes parábolas, gestos y símbolos.
Y todo ello me hizo preguntarme:
Pero, ¿es verdad?;
¿es realidad o espejismo?
¿A ver si la vida (la humana)
es tan sólo un espejismo
(un simulacro por el transcurrir
del tiempo tele-dirigido)
que se vive, y, al vivirse,
al experimentarse con los sentidos,
deja de serlo para convertirse tan sólo
en un album de fotos
al que a cada momento
le vamos agregando
una posición más dónde para siempre
nos vamos quedando fijos?
Esta metafisica se me debe ocurrir porque,
al igual que los niños salvajes de Lucien Malson,
aún no he aprendido del todo
a reconocerme a mi mismo.
Quizás por eso mismo,
las fotografias me producen
una extraña sensación que aún no he digerido...