Café de Ocata
domingo, 20 de julio de 2014
El primero, como nos dice Colín Rodea Marisela
en su tesis, "Insulto: estudio prágmático-textual y representación lexicográfica" (Universitat Pompeu Fabra), se puede dar como tabú de garbanzo negro en un potaje de cocina de pobres. Y asi el asunto queda parado en la abstracción académica.
O, también se puede formar como indignación que ya no aguanta más...y hasta puede llegar a alcanzar un sabor lírico:
"Facit indignation versum",
que en cristiano quiere decir:
"La indignación conduce al verso"
Lo cúal viene demostrado en el hecho
de que todos los poetas son seres indignados.
(Los insultadores groseros sin-mente son los que no han podido llegar a éste sensible estado de trovador)
Aparte de ello, el insulto puede ser un aparato muy constructivo, que si bien no soluciona el problema --a prima facie-- al que se refiere, si puede asentar la saludable adrenalina de las premisas básicas para poder avanzar en resolver el conundrum.
Y frente a ésta tremenda gama de puertas y alternativas
a las que podemos optar, tenemos la otra salida
de hacer la vista gorda,
gorda gordísima,
hasta hacernos el ciego y, con un bastón,
vender lotería en las calles
tratando de convencer a las gentes
de que llevamos el número premiado.
Yo prefiero lo 'prágmático-textual',
ahora sin tesis académica,
del insulto bien sentido y parido,
ese hijo legítimo de la justa indignación
que nace en lo profundo del vientre
del hombre de carne y huesos unamunesco,
harto y saturado ya de la hipócrita cloaca
en la que nos hacen vivir.
Es más, lo haría asignatura obligatoria
en cualquier colegio; asi empezarían los niños
a calibrar endocrinamente sus reacciones emocionales incorporadas a epítetos que rompieran con los tabues
y piedras de molino con las que nos hacen comulgar:
Desbloquearnos desde la niñez
sería la mejor forma de recomenzar.
Pero, claro, lo haría sobre la inducción didáctica
y con la razón y legitimidad fenomenológica del proverbio
al pan, pan y al vino, vino,
que, si lo pensamos bien,
es la cuna de todos los insultos.
¿Como podemos,
en éste mundanal ruído de Gazas y gazapos,
Decía Quevedo que en un mundo sin justicia es peligroso llevar razón. Yo diría que en un mundo sin justicia es peligroso enfadarse por ello porque es la actitud que más refleja el desbarajuste insultivo de esa injusticia. Y prohibiendo el vituperio --el racional-- se quita la semilla que pueda fructificar en cosechas indeseadas.
Vivimos en un orbe en el que el golpe raramente viene acompañado del proporcional ¡ay!.
Es como si la normal reacción al dolor de ese golpe,
"Facit indignation versum",
'La indignación conduce al verso',
a la blasfemia, al dicterio.
Decía León Felipe,
que era un poeta enfadado, exilado e 'insultivo':
"Yo no soy filósofo.
El filósofo dice: Pienso...luego existo.
Yo digo: Lloro, grito, aúllo, blasfemo...
luego existo.
Creo que la Filosofia arranca con el primer juicio.
La Poesía, del primer lamento.
No se cúal fue la primera palabra que dijo
el primer filósofo del mundo.
La que dijo el primer poeta fue: ¡Ay!
¡Ay!
Necesitamos más ¡Ay!.
Mas 'ofensas' sobre los que nos vienen ofendiendo.
Más ¡Ay! de negaciones a los que nos niegan
en éste mundo enquirofanado y obsoleto.
Y si ese ¡Ay! a veces se dispara sobre construcciones
y tejados que para ello no estan hechos
...pués que cambien los edificios que constantemente
nos insultan a nosotros
y que nos dejan siempre sin ningún derecho.