CARCINOMATOSA DE ENCOGIMIENTO
Una contribución al problema de la prevención del cáncer
El concepto de anorgonia resume todos los estados biopáticos que tienen como común denominador el bloqueo de la motilidad plasmática Este trastorno del funcionamiento plasmático es desconocido en la patología clásica. Sin embargo, no hay médico práctico que no esté familiarizado con él.
La patología mecanicista no ha podido entenderlo porque no se traduce directamente en cambios estructurales de los tejidos o en lesiones de los cordones nerviosos, sino en un descenso de la función energética total del organismo.
El lenguaje popular describe la anorgonia con diversas expresiones. Hay palabras y frases que definen la expression emocional de un organismo. Tal el caso de "sin vida", "muerto","rígido falto de contacto", "sin atracción", etc. (en contraste con "vital", chispeante, "cálido" "lleno de contacto", etc.). Todas ellas comunican la impresión que nos causa una persona.
El término "anorgonia", que hemos acuñado y presentamos aquí, abarca algo más que la "falta de comunicación" o de "vida" de un individuo. Se refiere a un estado patológico muy definido, pero hasta ahora ignorado, que yo he encontrado más que nada en los enfermos de cáncer y en las personas proclives a ésta enfermedad.
Para describir la anorgonia de la biopatía carcinomatosa me veré obligado a volver sobre un conocido descubrimiento de la economía sexual clínica; su importancia para la salud y para la enfermedad se puede entender hoy más a fondo, a la luz del descubrimiento del orgón. Me refiero a la estabilidad de la función plasmática en el organismo sano y a su contrapartida, la angustia biopática de caída.
Resumamos brevemente lo que hemos aprendido hasta ahora acerca de la angustia de caída en las enfermedades biopáticas. La angustia de caída está siempre presente en los casos de neurosis de carácter o de biopatía somática y se pone de manifiesto cuando logramos romper la coraza y contribuir a que afloren las sensaciones orgásticas.
La "sensación orgonótica" no es más que la percepción subjetiva de la "excitación plasmática" objetiva, que hasta ahora hemos descrito —a la manera mecanicista— como "corriente vegetativa".
A nuestro juicio la aparición de la angustia de caída es signo inequívoco de que la excitación plasmática y las sensaciones orgásticas comienzan a hacerse sentir en todo el organismo. La angustia de caída puede manifestarse de diversas maneras, por ejemplo, como vértigo, como sensación de "hundirse", como sueños de caída, presión o dolor en la región gástrica, náuseas y vómitos. Estos síntomas y otros similares forman parte del típico cuadro clínico que se produce al romperse la coraza y en el cual también intervienen sensaciones orgonóticas como contracciones musculares involuntarias, escalofríos, oleadas de calor, pinchazos, cosquilleos, comezón, etc. Las manifestaciones psíquicas de estos síntomas biológicos son una angustia y una inseguridad generalizadas.
A grandes rasgos, las etapas esenciales del proceso terapéutico son: debilitamiento de la coraza, sensaciones orgonóticas, resquebrajamiento de la coraza, clonismo, angustia de caída, intensificación de la excitación plasmática y, finalmente, sensaciones orgásticas en el aparato genital.
Si se procede a disolver la coraza correctamente, las sensaciones orgánicas desagradables van cediendo paulatinamente el lugar a experiencias placenteras del cuerpo. Con frecuencia oímos decir a los pacientes que acaban de experimentar convulsiones clónicas que se sienten "mucho mejor de lo que jamás se habían sentido". Pero si no se procede a disolver la coraza, capa por capa, correctamente, si subsisten bloqueos rígidos como restos de la coraza, si se permite que las capas orgonóticas emerjan en forma demasiado abrupta y choquen así contra las capas no disueltas de la coraza, el paciente puede reaccionar replegándose por completo en la antigua coraza.
Su rigidez biopática se intensifica por temor a las excitaciones plasmáticas ("miedo al placer"). Se siente abrumado por un sentimiento de desorientación que puede llegar al pánico (como consecuencia del aumento de energía biológica móvil). Este estado puede agudizarse hasta producir impulsos suicidas.
Esto en cuanto a los fenómenos clínicos conocidos.
La angustia de caída puede manifestarse más en el terreno somático o en el psíquico, pero por lo común ambos tipos de fenómenos aparecen combinados. Sea como fuere, la aparición de síntomas de angustia de caída constituye para nosotros un signo de crisis biopsíquica, es decir del primer paso hacia la salud, desde el punto de vista de la potencia orgástica. Si el orgonterapeuta domina el caso, no se alarmará ante los llamativos síntomas de angustia de caída.
La angustia de caída no es peligrosa en el caso de neurosis de carácter puro. Mis experiencias con una serie de pacientes con cáncer o con disposición cancerosa me han demostrado, en cambio, que la angustia de caída puede presentarse como síntoma de un proceso mortal. En ese caso indica un total colapso de la función plasmática en el núcleo biológico del organismo.
Lo fundamental es, evidentemente, la profundidad del trastorno biopático. El orgonterapeuta debe decidir si está ante una desorientación superficial del organismo en el momento de transición entre un funcionamiento rígido y un funcionamiento plástico, como ocurre en la neurosis de carácter puro, o si la función plasmática total oscila entre pulsación v no-pulsación, como en la biopatía carcinomatosa de encogimiento.
Es difícil delimitar estos terrenos en forma neta; las transiciones siempre son fluidas y el terapeuta tiene que desarrollar una sensibilidad para apreciar justamente ésta transición entre el síndrome de angustia de caída benigno y el grave. Porque la biopatía carcinomatosa de encogimiento no es más que una forma particularmente grave de la neurosis de carácter si somos consecuentes y entendemos por "carácter" la forma biofísica de reacción de un organismo. La resignación puede difundirse de las capas superficiales del biosistema a las más profundas, y así llegar a afectar la función plasmática celular misma.
Ahora investigaremos el mecanismo biofísico de la llamativa angustia de caída propia de la biopatía carcinomatosa.
Quien haya estudiado con detenimiento el caso de biopatía de encogimiento carcinomatosa descrito por mí en páginas anteriores, habrá advertido la importancia del papel desempeñado en él por la angustia de caída. La paciente en cuestión podría haber conservado la salud conquistada al comienzo si junto con la excitación sexual no hubiera aparecido una grave angustia de caída.
Y, en efecto, la paciente se desplomó en mi laboratorio después de haber quedado libre del cáncer desde el punto de vista sintomático. De pronto, las piernas dejaron de sostenerla. A partir de ese momento quedó postrada en cama y desarrolló un miedo fóbico a ponerse de pie. De esa manera impidió la prosecución de la orgonterapia y finalmente, se fue encogiendo en el curso de unos pocos meses hasta que el proceso culminó en la muerte. En el fondo, yo no había entendido su angustia de caída; sólo sabía que la excitación sexual la había provocado. Y bien, los casos de cáncer que traté desde entonces en forma experimental presentaban esa angustia de caída con las mismas manifestaciones típicas. En esos casos ulteriores las reconocí con toda facilidad, las entendí mejor y me aproximé a las bases biológicas, aunque sin que los resultados mejoraran mucho.
Con todo, eso me alentó a esperar que una investigación más detenida de la angustia de caída en la biopatía de encogimiento pudiera traducirse en determinadas medidas terapéuticas. Esa expectativa se confirmó en dos casos de biopatías carcinomatosas que acudieron a tiempo para someterse a tratamiento.
En total he podido observar a fondo la angustia de caída en seís casos de cáncer y seguir su génesis en un lactante de cuatro semanas (por supuesto, no computo aquí las neurosis de carácter puro), de modo que ésta publicación se justifica.
De los seis casos de cáncer, cuatro, que llegaron demasiado tarde, murieron, y dos, que llegaron a tiempo, se curaron. No expondré la historia clínica completa; solo extraeré de ellas lo referido al diagnóstico y la angustia de caída. La angustia de caída del lactante antes mencionado suministrará la clave del problema.
*Uno de los fundamentales hallazgos de Freud fue el descubrir que la boca del lactante es un órgano sexualmente excitado,
en la misma medida que lo es el pezón del pecho materno. Esta observación es más valiosa que muchas teorías médicas cuándo se trata de comprender la incapacidad de algunas mujeres para amamantar a sus hijos. Reich, en Biopatía del Cancer, pag. 62